Papalotes y cuadernos: Francisco Toledo

Por Yudi Kravzov

Estaba concentrada en mis cosas cuando Óscar Aguirre entró a la Galería preguntando por Irma Appel. 

—¡Parece como si hubiera sido en otra vida!— nos abrazamos y contenta le presenté a mi madre.

—Mucho gusto, señora— saludó afectuoso y, sin freno, comencé a contarle a mi mamá todo sobre sus innumerables talleres de educación artística. De sus exposiciones en todo el mundo, del proceso creativo y dinámico con que rige su enseñanza y de “EMPEZARTE”, la organización que dirige. 

—Tenemos estudiantes de todas las edades y todos los niveles —nos contaba Óscar—. Nuestro entorno es multicultural y bilingüe. Cada alumno trabaja a su propio ritmo y nosotros damos una amplia variedad de materiales y técnicas. 

—Ya me imagino los descubrimientos. Eso que estás haciendo es exactamente lo que hubiera querido hacer Francisco Toledo. Incansable, vivió siempre preocupado por acercar la educación artística a los niños de nuestro país. Conocí también a su hermana. Era un hombre de pocas palabras. Fue él quién nos trajo al maestro Teódulo Rómulo a la galería.

—¿Entonces lo conoció personalmente? 

—Claro que sí. Fue protegido de Rufino y Olga Tamayo, ellos me lo presentaron. Orgulloso de su origen zapoteca, hasta en las ceremonias más importantes aparecía con sus huaraches, su camisa blanca de manta y su cabello alborotado. Lo recuerdo con su caminar apresurado y siempre, siempre con un cuaderno en sus manos. Fue noticia cuando logró oponerse al McDonald ‘s en el centro histórico de Oaxaca. Todos ahí tenían una historia alrededor de Toledo. Fue calificado como “el gran defensor de Oaxaca”. Pero lo que tú estás haciendo es exactamente lo que él buscaba con el proyecto de los papalotes y los cuadernos. Te felicito, Óscar.

—Muchas gracias, Irma, pero no está nada fácil la cosa. Muchas organizaciones como “EMPEZARTE” se están tambaleando. Faltan recursos para sostener estos sueños.

Estos sueños… se me ocurre una idea —nos dice mi madre y reconozco esa divertida voz y esa mirada traviesa—. Tengo parte de la Colección Bardavid de papalotes y cuadernos. La que sacaron en 2006, en el Instituto de las Artes Gráficas. Norman encontró las primeras ediciones de sus papalotes con animales fabulosos. Cada pieza de esa colección tiene su firma. Con esa edición se apoyó a la fábrica de papel de San Agustín Etla, fundada por el mismo Toledo. ¿Qué les parece si organizamos una venta especial con esos cuadernos y esos papalotes y ponemos a andar esos sueños?

—¿Les parece bien apartar del jueves 4 al domingo 7 de agosto? ¿Le ponemos “El Gigante de la Cultura Mexicana” o “El Brujo Oaxaqueño”? —pregunté.

—Dicen que cuando Toledo murió —explicó pensativa mi madre sin contestar a mi pregunta—, apareció en Oaxaca un grafiti en la pared con su rostro estilo punk de pelos parados y la frase: “Dios nunca muere”. Te escucho hablar, Óscar, y pienso que Toledo sigue vivo, corriendo con un papalote en el aire y caminando con paso apresurado, con un cuaderno bajo el brazo.