Yoga, Emmanuel Carrère (2020)

Por Josemaría Moreno 

El 21 de junio se conmemora el Día internacional del Yoga, y para celebrarlo, traemos a colación este texto que marca el regreso del gran escritor francés (Premio Princesa de Asturias de las Letras 2021) después de seis años de alejarse de la narrativa. Su estilo es muy reconocido, una mezcla entre ficción y no ficción cautivante –por momentos incluso alarmante y enigmático: ¿qué partes son biografía, qué personajes se verán reflejados en sus páginas y qué les parecerá ese reflejo descarnado tan característico de Carrère? Anécdotas al respecto abundan, pero en el libro que aquí recomendamos, el personaje es él mismo y el análisis que nos presenta es, quizás por ello mismo, todo lo más violento y, no hay que dejar de mencionarlo, enternecedor. 

Yoga no es un manual sobre el arte meditativo, o no lo es principalmente –sus definiciones del yoga, por ejemplo, son reflexiones profundas que impactarán profundamente incluso en el lector que desconozca por completo la meditación. El libro es más bien la descripción del descenso del autor a los infiernos de la depresión que lo llevaron a querer tomar su propia vida; pero también es un cuento de desamor, de desilusión –la desilusión que es no poder amar a alguien toda una vida porque el amor, como los pensamientos en la meditación, vienen sin provocación y se retiran sin mayor sentido ni significado–; y es también una historia de sufrimiento, amistad, altruismo y migración forzada –aquí, algunos de los pasajes más hermosos son también los más cómicos pero también los que obligarán unas lágrimas por impotencia y decepción. 

La arquitectura del libro –por llamarle de alguna manera– es algo notable también. Comienza suave y apacible en una sesión de meditación Vipassana: una técnica meditativa que consiste en cursos que duran usualmente diez días, con sesiones de meditación de diez horas por día y la práctica de un silencio monástico durante toda la experiencia. Lentamente, sin embargo, la narrativa se vuelve turbulenta, repasando un capítulo de la globalización que en Francia se volvió literalmente terrorismo –hablando de los asesinatos en el semanario Charlie Hebdo que dejó un saldo de 10 muertos, un amigo del escritor entre ellos. Posteriormente, el autor nos describe su internamiento en una clínica en la que lo diagnostican –a sus 60 años, habiendo padecido la enfermedad toda su vida– con bipolaridad tipo 2. Sorprendentemente, el autor sobrevive y realiza un viaje a Grecia, en el que elaborará notas fascinantes acerca de la escritura como terapia –para él, reconocido y triste autor, y para jóvenes migrantes en su camino a Europa del Norte con historias infinitamente más tristes que la del autor.

Decía, la arquitectura del texto es llamativa, se asemeja a una sincera y perspicaz sesión de meditación: esta práctica, a pesar de lo que diga cualquier manual, es todo menos apacible; es tormentosa, difícil, febril incluso, pero no carece de una armonía inesperada que procura la paz más profunda que pueda ser imaginada. La vida, como la meditación, es tortuosa, pero hay cabida para la gracia y el perdón, o como dice Carrère citando al místico anónimo inglés del siglo XIV: “No es a quien eres al que Dios mira con los ojos de su misericordia, sino al que has deseado ser”.