Biodiversidad y Zonas Metropolitanas

Por Alejandro Angulo

La categoría de Territorio no sólo es un planteamiento metodológico, sino aún más, se trata de una visión urgente en el contexto actual, donde las ciudades se expanden y en donde se concentra la mayor parte de la población, lo cual genera impactos ambientales serios. El territorio se moldea bajo estas condiciones en territorios metropolitanos, cuya magnitud es trascendente en términos de su dinámica económica, social y ambiental.

En este sentido, en México se observa una tendencia de incremento de las zonas metropolitanas y Querétaro no es la excepción. Tal como lo puntualiza la Declaración de Valle de Aburrá-Medellín de las Áreas Metropolitanas del mundo para el Marco de Biodiversidad Global post-2020, cuando señala que “Con la extensión de la urbanización y la conurbación, y con la interconexión de los ecosistemas y los recursos naturales, entendemos que los Municipios como unidades políticas ya no pueden gestionar por sí mismos, incluso con el apoyo de los Gobiernos Subnacionales y Nacionales, los recursos naturales necesarios para proporcionar soluciones basadas en la naturaleza para el desarrollo y el bienestar” y agrega que “Entendemos que vivimos en un planeta cada vez más urbano”. 

Sin embargo, mientras que las áreas urbanas se están expandiendo alrededor de un 2.5 por ciento de la superficie del mundo, y esta expansión urbana a su vez trae consigo el 16 por ciento de la pérdida de biodiversidad prevista para 2030, la supervivencia humana en este siglo urbano depende fundamentalmente de la gestión sostenible de lo que la Nueva Agenda Urbana de la Organización de Naciones Unidas (ONU) denominó vínculos urbano-rurales a los ciclos regulares de los bienes y servicios de la naturaleza, tales como el aire y agua limpios, alimentos y salud para las ciudades y centros metropolitanos. 

Para concluir que “es urgente la necesidad de desarrollar, implementar y mejorar los marcos y herramientas de políticas públicas territoriales para las áreas metropolitanas, basadas en el consenso de los municipios participantes y en una visión integradora a nivel temático y geográfico. Proponemos el uso racional de la biodiversidad y de los servicios ecosistémicos para el desarrollo y la calidad de vida humana a nivel de conurbaciones, áreas metropolitanas y otras formas innovadoras de gestión.”

Visto en su conjunto en forma de recomendación, se pueden delinear como acciones metropolitanas, para los próximos tres años, las siguientes:

• Actualización de los ordenamientos ecológicos locales para proteger aquellas zonas estratégicas de recarga de agua y de suelos con alto porcentaje de erosión.

• Generación de un ordenamiento ecológico metropolitano.

• Generación de los estudios para el cálculo del Índice de Capital Natural ICN de los municipios metropolitanos, a fin de contar con indicadores comparables y para generar políticas públicas armonizadas.

• Infraestructura verde sostenible, ecomovilidad y control de la contaminación del aire y el agua para la salud urbana.

• Financiamiento de la acción metropolitana para la protección de los ecosistemas.

• Planificación metropolitana del uso del suelo, integrando paisajes productivos y áreas protegidas conectadas.

• Gestión de la agricultura urbana y periurbana para la seguridad alimentaria, la salud y la nutrición.

• Restauración de ecosistemas y creación de fragmentos de biodiversidad urbana.

• Valorización de los activos naturales de la zona metropolitana, para crear un mercado local de bonos de carbono para la compensación y transacciones ecológicas para la sostenibilidad.

• Impulsar una economía circular del territorio.

No debemos perder de vista que hay retos como la falta de reconocimiento del papel de las áreas metropolitanas en el manejo de la biodiversidad y datos ambientales insuficientes a nivel metropolitano para el manejo basado en la ciencia, para lo cual hay que coordinar esfuerzos tendientes a desarrollar estudios en estos campos.

Pero además, con la escasez de alimentos impulsada por las guerras regionales, las pérdidas de cultivos por el cambio climático, caída de las capas freáticas, la erosión de los suelos y el aumento de las temperaturas, el control de la tierra cultivable y los recursos hídricos se están convirtiendo en el centro de la lucha mundial por la seguridad alimentaria. En esta era la capacidad de cultivar alimentos se está convirtiendo rápidamente en una nueva forma de apalancamiento geopolítico.

El suelo, y justo la capa del horizonte A o la intersección entre la capa orgánica y la mineral, es donde acontece toda la acción, donde están todos los microbios y gracias a esa abundancia microbiana se produce la biodiversidad. Es esa parte del suelo de donde depende la vida humana.

La población metropolitana depende de la existencia de su biodiversidad, sus suelos, ecosistemas y servicios ecosistémicos. La metrópoli es una geografía territorial agrupada e interdependiente, que genera dinámicas regionales, a pesar de que se intente mantenerse en una escala municipal, ello no es un impedimento para ciertos procesos ecológicos como la recarga de los acuíferos y disponibilidad del agua, la termorregulación climática, la calidad del aire, el desplazamiento de la fauna, los procesos polinizadores, la captura de CO2 y la remoción de contaminantes.

La metropolización y sus mecanismos de gobernanza se han aplazado demasiado, ahora es el tiempo correcto para tomar decisiones antes que nos invada la crisis ambiental o el colapso, pues ciertas trayectorias solo se podrán reorientar o corregir desde una postura metropolitana, más no local.

¿Qué hace falta para dar el salto?