¿Cuál es la función ambiental de la ciudad?

Por Alejandro Angulo 

A pesar de que la mayoría de nosotros nacimos en una ciudad y seguimos viviendo en ella, y sumamos, al igual que la larga lista de datos sobre los impactos, consecuencias o externalidades negativas ambientales que se generan, y más aún, que hemos sido víctimas u observadores de los desastres provocados por inundaciones o sequías (en 2021 se registraron 432 catástrofes relacionadas con amenazas naturales, con daños económicos que ascendieron casi a 252,000 millones de dólares, de los cuales el 44% estuvieron relacionados con inundaciones de acuerdo con la ONU. Revista Expansión de enero de 2023), no nos hemos detenido a cuestionarnos ¿cuál es la función ambiental de la ciudad?

En principio hay que acotar o describir de qué trata la función ambiental, para después comprenderla en la ciudad. Así tenemos que el concepto de funciones ambientales ha ido cambiando a lo largo de los años y, en general, se acepta que está relacionado con la interacción entre los procesos y los componentes o estructura de un ecosistema que sustentan la capacidad del mismo de proveer bienes y servicios.

Definir las funciones ambientales es considerar como tales el resultado de las interacciones entre las especies de flora y fauna de los ecosistemas, de la dinámica propia de las mismas, del espacio o ambiente físico (o abiótico) y de la energía solar. Son ejemplos de las funciones ambientales los siguientes: el ciclo hidrológico, los ciclos de nutrientes, la retención de sedimentos, la polinización (provisión de polinizadores para reproducción de poblaciones de plantas y dispersión de semillas), la filtración, purificación y desintoxicación (aire, agua y suelo), el control biológico (regulación de la dinámica de poblaciones, control de plagas y enfermedades), el reciclado de nutrientes (fijación de nitrógeno, fósforo, potasio), la formación de suelos (meteorización de rocas y acumulación de materia orgánica), la regulación de gases con efecto invernadero (reducción de emisiones de carbono, captación o fijación de carbono), la provisión de belleza escénica o paisajística (paisaje).

Luego entonces, ¿qué función ambiental tendría la ciudad? Y lo primero que habría que decir es que la ciudad es un constructo humano, no natural, en el cual se agrupan y se asientan los pobladores en un determinado espacio territorial, con lo cual van modificando las funciones ambientales pre-existentes naturales. Y el resultado, generalmente, no es la creación o adición de funciones ambientales.

Sólo desde la perspectiva tecnológica, se diría que lo que aporta la ciudad es un proceso de optimización del uso de los recursos y servicios ambientales hasta determinado punto en un tiempo establecido.

En este sentido, hay que explorar el concepto de capacidad de carga, para entender que, más allá de cierto límite, lo que se presentará es una degradación, agotamiento e incluso la desaparición de bienes y servicios ambientales, que la propia tecnología no es capaz de conservar.

En esta medida diremos que la capacidad de carga se expresa en el crecimiento máximo de cualquier población, que puede mantenerse de forma exitosa en un ambiente determinado a muy largo plazo, tomando en cuenta la disponibilidad de los recursos necesarios para las especies, de ahí que en la ciudad lo importante son las relaciones internas entre los habitantes de una zona urbana y sus diversas interacciones con el medio ambiente.

De lo anterior resulta que el incremento de la población (humana) concentrada en una urbe lleva a colapsar el límite de la capacidad de carga.

Y como señalábamos líneas arriba, lo central de la ciudad es la optimización del uso de los recursos naturales y sus servicios ambientales, por ejemplo, la innovación del refrigerador permite alargar la vida de los alimentos y conservarlos en buen estado, con lo cual también se reduce el porcentaje de desperdicio. Pero cuando la demanda de alimentos es mucho mayor debido al crecimiento de la población, como sucedió en la civilización maya, entonces viene el colapso, o como acontece en la actualidad: la mayoría de los suelos se encuentran degradados.

Igual sucede con la energía eléctrica, ya que instalar líneas en las casas desperdigadas se gasta más en insumos, además de la pérdida de energía que se sufre en la conducción, por lo cual es mucho mejor brindar energía en localidades concentradas. Pero lo mismo ocurre cuando son demasiadas personas o casas a las que hay que brindarles energía, se sobrepasa lo que llamamos capacidad de carga y luego entonces, hay, como sucede hoy en día en las ciudades, mayor emisión de carbono por el alto consumo de energía.

De nuevo señalo que si en la ciudad lo importante son las relaciones internas entre los habitantes de una zona urbana y sus diversas interacciones con el medio ambiente, resulta que el punto crítico es el tamaño de la población, que implica una mayor demanda de recursos naturales y servicios ambientales. Y así, lo anterior conlleva a una sobreexplotación, degradación, contaminación o eliminación en donde la tecnología es incapaz de revertir tal situación y, por ende, la función ambiental de optimización en la ciudad pierde su eficacia, se reduce o elimina.

Las ciudades desde su origen han contribuido a maximizar la producción, a incrementar la economía, pero no la cuestión ambiental, debido a que la relación del ser humano con la naturaleza está acotada a bienes y servicios ambientales finitos, cuya línea de no retorno estará dada por la capacidad de carga.

En la actualidad, y sobre todo en el mundo empresarial, se está adoptando un enfoque llamado ASG (ambiental, social y gobernanza), en el que se analizan los riesgos ambientales y sobre todo cómo gestionarlos. Dentro de los factores de esos riesgos se señalan los siguientes: a) políticas públicas y decisiones de los gobiernos; b) preferencias de los inversores y consumidores; c) avances tecnológicos y sus costos de reconversión. Especialmente señalan que no hay más opción que invertir en las cuestiones ambientales, centrándose en armonizar y estandarizar criterios y métricas para todos los países y empresas globales.

En conclusión, dentro de toda la literatura actual, no hay estudios sobre la función ambiental de la ciudad, salvo la cuestión que sólo la aborda de costado, relativa al suelo. Por ello, ahora en este artículo se propone que la función ambiental de la ciudad, en el marco de las relaciones internas entre los habitantes de una zona urbana y sus diversas interacciones con el medio ambiente, consiste en la optimización del uso de los recursos naturales y servicios ambientales, siempre y cuando no se rebase la capacidad de carga.

En las sociedades y economías de hoy, el valor central y la cualidad de la competitividad es la responsabilidad social y la sustentabilidad. Pero no basta con la buena voluntad, pues eso llevaría demasiado tiempo para la urgencia que ya se tiene, sino que ahora se requiere de la construcción de indicadores estandarizados normativos que evalúen y exijan a todas las empresas el cumplimiento de su responsabilidad social y ambiental. Esto se podrá con apoyo en una contabilidad integral que registre las actividades, la métrica e impactos ambientales de las empresas, y que en función de los indicadores estandarizados normativos se haga una evaluación fidedigna. Por ello, la construcción de políticas públicas en este campo es imprescindible, y ya son 11 estados de la República que han iniciado la política de los impuestos ecológicos (dentro de los cuales se encuentra Querétaro) a pesar de que no se observa una estandarización entre todas esas entidades federativas.

Ahora no basta con que las empresas digan estén generando empleos como parte de su responsabilidad social, pues eso ya es del pasado, ahora, de lo que se trata es de cumplir con los derechos humanos, entre ellos, el derecho humano a un medio ambiente sano.

Así es que abrimos el debate público en torno a cuál es la función ambiental de las ciudades en el contexto actual y principalmente, en el marco del Derecho a la Ciudad.

Ahora bien, existe la propuesta de considerar el derecho a la ciudad como un criterio integrador de diversos derechos humanos (Dorantes, 2018). Es decir, el derecho a la ciudad puede ser tanto el contenido como el resultado de la aplicación del principio de interdependencia de los derechos humanos.

De esta manera, violar el derecho a la ciudad puede implicar la violación de diversos derechos humanos como: los derechos a la vivienda, al agua, a la movilidad, a la cultura, al medio ambiente, a la salud, al trabajo, entre otros. De ahí que una la violación al derecho a la ciudad conllevaría a una violación al principio de interdependencia de los derechos humanos.