Por Alejandro Angulo
Para finalizar esta serie de artículos que tienen que ver con la alimentación, salud y medio ambiente, ahora quiero platicarles acerca del gran desperdicio de alimentos que hacemos los humanos.
Es aceptado internacionalmente definir al desperdicio de alimentos como “la disminución en la cantidad o calidad de los alimentos como resultado de las decisiones y acciones de los minoristas, proveedores de servicios alimentarios y consumidores”. En tanto, la FAO ha señalado que “el hambre en el mundo está aumentando, sin embargo, aproximadamente un tercio de todos los alimentos producidos a nivel mundial se pierden o se desperdician. Todos tenemos un papel que desempeñar en la reducción de la pérdida y el desperdicio de alimentos, no solo por la comida sino por los recursos que hacen falta para producirlos”.
En México, de acuerdo con estadísticas de la FAO, se desperdician más los alimentos cárnicos (alrededor del 37 por ciento) que las frutas y vegetales (10 por ciento). Según la FAO, solo entre la cosecha y el nivel minorista se pierde cerca del 14 por ciento del total de alimentos producidos en todo el mundo. Por su parte, el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) calcula que entre el 8 y el 10 por ciento de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero están asociadas a alimentos que nunca se consumieron.
De acuerdo con las cifras del PNUMA (Información del Índice de desperdicios de alimentos 2021, publicado por el PNUMA), en 2019 se estimó un desperdicio de alimentos de 931 millones de toneladas de los cuales 61 por ciento provino de hogares, 26 por ciento del servicio de alimentos y 13 por ciento restante del comercio minorista, como supermercados o pequeños almacenes.
Sin embargo, visto desde la cadena de producción y consumo, el desperdicio se da tanto en la fase de la cosecha, como la selección, transporte, almacenamiento, distribución, y consumo, con lo cual el porcentaje global aumenta demasiado, lo que equivale alrededor del 47 por ciento. Por lo que respecta a México, de acuerdo con el Banco de Alimentos de México (BAMX), un tercio del alimento producido se desperdicia, lo que equivale a 38 toneladas por minuto, que bien podrían alimentar a 25.5 millones de personas con carencia alimentaria.
En México existen diferentes organismos de la sociedad civil o de asistencia privada sin fines de lucro dedicados al rescate de alimentos como los siguientes:
Bancos de alimentos de México https://bamx.org.mx/
Alimento para todos https://apt.org.mx/
A compartir https://www.acompartir.org/
De acuerdo con varias estimaciones se calcula que cerca de 35 por ciento de todos los alimentos preparados y producidos en México se tiran a la basura, el nivel de desperdicio puede llegar hasta un 40 por ciento si se trata de carnes blancas como el pollo y el pescado y un 37 por ciento para la carne de res. También se dice que las grandes urbes mexicanas como la Ciudad de México, Monterrey y Guadalajara son responsables de gran parte del desperdicio de alimentos en un país en el que cerca de 50 millones de mexicanos tienen problemas para acceder a la canasta alimentaria.
Entre las causas que provocan el desperdicio se encuentran las técnicas de cosecha ineficientes, instalaciones sin refrigeración adecuada, acuerdos de venta que generan pérdidas, caducidad y estándares estéticos exigentes.
En una nota publicada por Notimex desde el 2020 se señaló que: En México se desperdician 20.4 millones de toneladas de alimentos cada año, un promedio de casi 158 kilos por persona –por día medio kilo cada uno y 56,000 toneladas a nivel nacional–, según datos del Banco Mundial, equivalente al 34 por ciento de la producción para consumo humano. Desperdiciar alimentos no es gratis. Las pérdidas económicas se estiman en 491,000 millones de pesos, aproximadamente el 2.5 por ciento del Producto Interno Bruto del año 2017.
La huella ambiental de este desperdicio es enorme. Esas 20.4 millones de toneladas de alimentos desperdiciadas en México generan 36 millones de toneladas de dióxido de carbono (CO2), lo que corresponde a las emisiones anuales de casi 16 millones de vehículos.
La huella hídrica del desperdicio también es masiva. El agua utilizada en producir alimentos que luego terminan en la basura es de 40,000 millones de metros cúbicos, similar al consumo de agua de todos los habitantes del país durante 2.4 años.
Las pérdidas y desperdicios de alimentos son resultado de una serie de fallas que se producen a lo largo de toda la cadena: técnicas de cosecha ineficientes, instalaciones y equipos de transporte que no disponen de refrigeración adecuada, acuerdos de venta entre productores y compradores que generan pérdidas de cultivos a nivel del productor y estándares estéticos exigentes que derivan en el rechazo de productos que no cumplen con cierta forma o apariencia, a pesar de ser seguros para su consumo.
El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) considera que puede llegarse a un escenario con casi cero desperdicios con ayuda de la tecnología y la innovación, por lo que decidió lanzar, en conjunto con una serie de socios de la iniciativa privado y de la sociedad civil, el concurso #SinDesperdicioMéxico.
En este tema se da una paradoja, que consiste en que la abundancia redunda en desperdicio, ya que los supermercados prefieren hacer grandes compras para evitar que sus anaqueles no se vean vacíos, con lo cual superan la cantidad de lo que el consumidor compra, dando así origen al desperdicio. Y de manera similar ocurre con las familias que compran de más y por tanto, tienen mermas en el refrigerador o alacena de alimentos que no consumieron y terminan en el bote de la basura.
La vida urbana ha venido generando patrones tanto de alimentación (comida rápida, comida precocinada, comida congelada, comida enlatada) como de pérdidas y desperdicio de alimentos desde el primer eslabón de la cadena, es decir, desde la producción (cuando ha existido sobreproducción de alguna verdura y los precios caen se opta por tirar el alimento), cosecha (en la cosecha es muy acostumbrado a levantar sólo lo que se considera de primera y segunda, dejando en el campo lo demás) y selección de productos (sobre todo lo que se exporta, pasa por una selección de tamaño, color y apariencia) hasta el consumo final sea en el hogar o en un restaurante (en estos sitios por lo regular, debido a diferentes causas, se deja en el plato un sobrante, que termina en la basura).
En la comunidad de las sociedades primitivas, sólo se llevaba lo que podía cargar una persona, pero hoy en día, el carrito del supermercado carga más de lo que se puede consumir, pues para esos centros lo importante es incrementar las ventas de los productos sin importar el desperdicio que se desprende de ello.
Para finalizar diré que hay variadas recomendaciones para evitar el desperdicio y la pérdida de alimento, pero la primera y más importante recomendación, según la FAO versa sobre comprar solo los alimentos que necesitas, aprende a amar las frutas y verduras, sírvete raciones realistas, ten en cuenta las fechas de caducidad, almacena los alimentos de manera inteligente, dona los excedentes y convierte los alimentos sobrantes en la comida del día siguiente. Cuando desperdiciamos comida, también desperdiciamos todos los recursos utilizados para cultivar, procesar, transportar y comercializar esos alimentos. La comida es mucho más que lo que hay en nuestros platos.
Desde el 2017 se lanzó la “Advertencia de los científicos mundiales a la humanidad: un segundo aviso” en la cual se incluye como pasos que la humanidad debe tomar los siguientes: (f) reducir el desperdicio de alimentos a través de la educación y una mejor infraestructura; (g) promover cambios en la dieta hacia alimentos principalmente de origen vegetal.
El desperdicio tiene sus impactos ambientales en términos de gasto de agua, degradación de suelos, gasto de energía, emisión de gases de efecto invernadero y generación de residuos.