El comportamiento social ecológico

Por Alejandro Angulo  

En la época decembrina, parece que los seres humanos olvidamos o evitamos ciertas prácticas, reglas y cuidados; y quizá ello se pueda atribuir a la manipulación que hacen las empresas para inducirnos a comprar, o en otras palabras, al consumismo compulsivo de comida, regalos, objetos y todo lo que se nos presenta en la temporada navideña, valiéndose de los pequeños “defectos” del cerebro, agrupados en la memoria, velocidad, ambigüedad y sobrecarga. Es, en pocas palabras, las vulnerabilidades, propias y ajenas.

Por más que creamos que elegimos con total independencia, lo cierto es que los humanos somos fácilmente influenciables. La tendencia, en la gran mayoría de las personas, es a mantener la opción presentada por default; la tendencia es no cambiar. Pero también hay una tendencia psicológica a considerar la primera opción como la más válida, quizás porque es la más económica a nivel mental.

Así es que tenemos, como rasgo adaptativo surgido en nuestra evolución, la capacidad de tomar decisiones rápidas. Esto es especialmente útil en situaciones poco relevantes, cuando un análisis detallado es demasiado costoso; por otra parte, evaluamos la realidad en función de lo que esperamos. Los atajos y las soluciones prefabricadas son herramientas y, como todas las demás herramientas, son útiles sólo en ciertas situaciones. Percibimos en general sólo aquello que esperamos percibir. Lo mismo pasa con las ideas, pues únicamente entendemos lo que más se parece a nuestra propia visión de mundo; no buscamos la verdad, sino la supervivencia. 

Cada uno de nosotros, a lo largo de su vida, forma algo parecido a una visión de mundo. Esta visión del mundo es una parte fundamental de nuestro día a día. Lo que significa, por supuesto, que es muy difícil de cambiar. El costo de reestructurar nuestra mente es muy alto y, por ello, la mayoría de las veces lo evitamos. En general no adaptamos nuestras ideas para que coincidan con el mundo, sino que adaptamos al mundo —o lo que percibimos de él— para que coincida con nuestras ideas. Todos somos protagonistas de nuestra propia historia. Nuestra narrativa personal, una parte integral de nuestra visión de mundo, nos convierte en personajes. La interacción social es una parte fundamental del comportamiento humano, y por mucho que creamos que somos seres independientes, estamos fuertemente condicionados por la mirada del otro, y ese condicionamiento muchas veces toma la forma de un compromiso. La emoción pesa más de lo que creemos. 

Durante muchísimo tiempo se pensó que los seres humanos éramos perfectamente racionales y la emoción tiene mucho que ver con esto. Juzgamos los riesgos y beneficios de una decisión dependiendo de los sentimientos positivos o negativos que tengamos asociados a ella. Si tus sentimientos son positivos, entonces es probable que minimices los riesgos y sobreestimes los beneficios (y viceversa). 

Al distraernos, nos confundimos. En general, tenemos una visión muy restringida de lo que es la distracción. Solemos creer que consiste en mirar a un lugar distinto al que deberíamos; que es algo así como enfocar mal los ojos. Con estas siete nociones generales, ya podemos entender cómo funcionan la mayoría de los sesgos cognitivos, mismos que se agrupan en las cuatro categorías tradicionales: de memoria, de velocidad, de ambigüedad y de sobrecarga. En particular, esta última, la sobrecarga, es casi un hábito de consumo. En esta etapa del capitalismo, la cantidad de opciones disponibles es realmente alucinante; es tan grande que nos resulta difícil manejarla, y buscamos constantemente maneras de filtrar, pensando criterios con los cuales podamos facilitar decisiones demasiado complejas. Nadie quiere dedicarle muchas horas —y una gran cantidad de recursos cognitivos— a elegir qué regalo comprar. Es una compra pequeña, que ofrece pocas ventajas y que hacemos cada tanto: esa necesidad de resolver la elección nos hace vulnerables. Por eso los argumentos estadísticos son tan persuasivos: ¡15% más por el mismo precio! ¡Oferta imperdible! Los números nos hacen creer que hay un trasfondo racional detrás de nuestra elección. Esto no es necesariamente así, pero con creerlo nos alcanza.

Así es que tomando en cuenta lo anterior, resulta que el individuo adopta comportamientos característicos de la temporada, con lo cual incide en prácticas antiecológicas, como la generación excesiva de residuos (sobre todo de las envolturas y etiquetas de los regalos), el desperdicio en las comidas y consumo de comida chatarra, el consumo excesivo de energía y emisiones de CO2 por viajes de compras, arreglos navideños que sólo se usan unos cuantos días (como el heno y el musgo), la compra de ropa para estrenar en la Navidad y año nuevo, llamadas y mensajes ilimitados sin importancia alguna, y termina, cuando es consciente de todo ello, justificándose ante sí y los demás, en el sentido de que valieron la pena esos pequeños “pecados”, pero prometiéndose que, empezando el año, no los volverá a cometer. De esta forma presenciamos cómo la decisión individual y egoísta, hoy en día, tiene mayor peso que lo que pueda afectar a los demás y al medio ambiente.

La problemática ambiental de nuestros días es bastante preocupante, por lo que no puede asumirse la idea de que a veces cumplimos y otras tantas no. Sólo la acción continua, permanente y consciente es la clave para cambiar la trayectoria del colapso en la que vamos.

Y efectivamente, la cuestión ambiental es un asunto de reflexión, de razonamiento que exige tiempo y acciones, y sobre todo el eludir las distracciones, sobrecargas y demás sesgos cognitivos que nos apartan del camino hacia la restauración ecológica y las prácticas para reducir la contaminación, conservar la biodiversidad y el agua.

Pongo este artículo en el ángulo del enfoque de esta temporada, con la plena intención de expresar una alarma temprana o casi temprana, para evitar caer en esa manipulación consumista de la temporada navideña con enormes externalidades negativas ambientales.

Por el contrario, adoptemos una actitud prudente, responsable, enfática, compartida, que exhorte a los demás a adoptar una postura sostenible en estas fechas.