Por Alejandro Angulo
La sequía severa en algunos Estados afecta principalmente al sector agrícola y, por tanto, en las parcelas agrícolas sus suelos se ven mayormente impactados, máxime si se exhiben niveles altos de degradación como producto de la extracción de la cubierta vegetal y la pulverización del suelo por la labranza, el pisoteo del ganado o la maquinaria, lo que a su vez provocan que el suelo sea vulnerable a la erosión eólica.
Los humanos siempre hemos dependido del suelo, pero lo ignoramos y aún más desconocemos su gran riqueza de biodiversidad. Empero, los organismos del suelo contribuyen a una amplia gama de servicios esenciales del ecosistema del suelo y se puede hablar de que su abundancia es enorme, pues, por ejemplo, un metro cúbico de tierra de pastizales puede albergar miles de millones de organismos (10 millones de nemátodos, 45 mil lombrices de tierra, y enquitreidos, 48 mil ácaros y colémbolos, cientos de miles de protozoarios, algas, hongos y miles de bacterias).
Los cambios de uso del suelo, las especies invasoras, la lluvia ácida, la contaminación por aguas residuales, exceso de fertilizantes y productos químicos tóxicos también pueden impactar y alterar los organismos del suelo y las plantas que mantienen.
No obstante, el suelo ha sido tratado, moldeado y transformado en función del crecimiento de las ciudades (una visión urbana) y su modelo de desarrollo económico. Las zonas de erosión potencial ligera o sin erosión corresponden a terrenos de zonas bajas o zonas de pendientes ya urbanizadas, las cuales protegen al suelo contra la erosión, pero generan escurrimientos mayores que potencializan las inundaciones, es decir como una categoría de una Unidad de Gestión Ambiental UGA, pues tan sólo en algunas UGAs se refieren —en la política— a la restauración del suelo.
Habría al menos tres razones fundamentales para considerar al suelo en el Ordenamiento Ecológico, y no sólo como los distintos usos de suelo (habitacional, comercial, industrial, turístico, agrícola o de protección ambiental), y la primera razón consiste en valorar al suelo por sus servicios y funciones esenciales.
La primera razón es para propiciar la retención de los suelos en las zonas más susceptibles a la erosión y que dentro del Ordenamiento Ecológico Local en los usos del suelo No Urbanos se consideran las “obras de conservación de suelo”.
La segunda versa sobre el valor de almacenamiento de carbono en el actual contexto de cambio climático y la crisis del agua, en la cual el suelo juega un papel relevante en la filtración del agua de lluvia y el mantenimiento de la humedad. De ahí que en la siguiente transformación o innovación del Ordenamiento Ecológico Territorial local y regional debe sin excusa alguna incorporarse el suelo como un factor a proteger, conservar y regenerar.
La tercera razón es que el suelo juega un rol en el control del proceso de desertización y desertificación —la desertización es un proceso natural de expansión de los desiertos originado fundamentalmente por causas geomorfológicas y climáticas, y la desertificación es un proceso complejo de degradación de la tierra en zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas que ocasiona pérdida de especies animales y vegetales, de suelos fértiles productivos y de ecosistemas, así como la disminución de la producción agrícola e inseguridad alimentaria y que se debe a múltiples factores antropogénicos.
El proceso de desertización que avanza del norte hacia el sur de México encuentra como última barrera de contención la cuenca del Lerma en el Bajío, por ello, Querétaro tiene un rol estratégico en las medidas y gestión de control, riesgos y reducción de la vulnerabilidad ante la sequía, la desertización y desertificación.
En esta medida, desde hoy se debe iniciar la investigación acuciosa de la localización geoespacial en el territorio, de las zonas estratégicas en las cuales se tiene que proteger, conservar y regenerar el suelo, a fin de no perder esas reservas territoriales que servirán en el futuro inmediato para garantizar los servicios esenciales del suelo y la biodiversidad, pero también bajo la óptica del reciclaje territorial; qué espacios son necesarios para reformular su política y sentar las bases de una barrera contra el proceso de desertización y sequía que puede afectar a la población urbana de las capitales, la producción de alimentos y zonas metropolitanas.
La manera como tratamos al suelo tiene serias implicaciones y es por eso que ante una agricultura “moderna” que se preocupa de la producción comercial en gran escala y a bajo precio (aunque la tendencia que se observa es una decreciente actividad agrícola, la disminución de tierras para esta actividad y la baja de la población rural —productores y campesinos), contribuye a generar impactos negativos en el suelo, de ahí que se plantea ir hacia una agricultura regenerativa empezando por una labranza cero o mínima, sobre todo en contextos de sequía, pues con ello se provocará mantener mayor humedad en el suelo y almacenamiento de carbono, lo cual es muy importante como medida de mitigación ante el cambio climático.
Podemos seguir caminando sobre el suelo, pero es justo que hoy debemos comprender la importancia de conservarlo, pues de ahí dependemos para alimentarnos, y a su vez, el suelo depende directamente de su biodiversidad para continuar proporcionando servicios esenciales.
La sequía actual no es la primera ni la más grave, pero debemos tomarla muy en serio, pues dicha sequía acontece en una realidad con mayor población, con la presencia de la amenaza del cambio climático, la crisis del agua que muestra una escasez, el declive de la biodiversidad y el avance del proceso de desertificación (del suelo). La sequía por sí misma no representa un gran riesgo, sino sólo en el proceso interdependiente de los factores que caracterizan nuestra situación actual la hace acuciante y riesgosa.
Lo que hagamos o dejemos de hacer para gestionar la sequía tendrá serias consecuencias en un futuro de tres a cuatro años. Tomemos las decisiones correctas asumiendo cada uno su corresponsabilidad y ampliando la conciencia en la sociedad.