Por Alejandro Angulo
El pasado 3 de marzo se celebró el Día Mundial de la Vida Silvestre, pero ¿a qué se refiere la vida silvestre?, pues bien, podemos encontrar distintas definiciones, pero en lo general se refiere a todos los vegetales, animales y otros organismos no domesticados. La vida silvestre o vida salvaje puede ser encontrada en todos los ecosistemas como los desiertos, bosques, florestas tropicales, planicies y otras áreas —incluyendo las ciudades más desarrolladas— todas tienen distintas formas de vida silvestre. Aunque en la cultura popular la expresión generalmente se refiere a animales aún sin contacto con la presencia humana.
No obstante, de acuerdo con la Organización de Naciones Unidas, en la actualidad hay miles de millones de personas en países desarrollados y en desarrollo que se benefician diariamente del uso de especies silvestres como alimento, energía, materiales, medicina, recreación, inspiración y muchas otras contribuciones vitales para el bienestar humano. Pero la acelerada crisis mundial de la biodiversidad, con un millón de especies de plantas y animales en peligro de extinción, amenaza estos regalos de la naturaleza a la humanidad.
En este año 2023, el Día Mundial de la Vida Silvestre lleva como título: “Alianzas en favor de la conservación de la vida silvestre” en homenaje a todas aquellas personas que marcan la diferencia. Sin embargo, para este año se conmemora el 50ª aniversario de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres (CITES, por sus siglas en inglés), la cual es una convención o un acuerdo de cooperación internacional entre gobiernos para velar porque el comercio internacional de especímenes de animales y plantas silvestres no constituya una amenaza para la supervivencia de las mismas. Y en la actualidad ofrece diversos grados de protección a más de 37.000 especies de animales y plantas.
Hay algunos datos interesantes alrededor de la vida silvestre como los siguientes:
• Alrededor de 50.000 especies silvestres de animales y plantas satisfacen las necesidades de miles de personas en todo el mundo.
• Una de cada cinco personas depende de las especies silvestres para obtener alimentos o generar ingresos, y una de cada tres dependen de la madera como leña para cocinar.
• Existen cinco especies que están en peligro de extinción: los cactus, las algas marinas, las jirafas, los loros y los robles.
Pero hay que hacer mención que gracias al trabajo de numerosas organizaciones no gubernamentales, pequeños grupos comunitarios y activistas ambientales, probablemente muchas de las especies de la vida silvestre que hoy conocemos no existirían. Sus acciones, contra múltiples retos han marcado la diferencia en la conservación de numerosas plantas y animales amenazados por las actividades humanas.
En México desde el año 2000 se decretó la Ley General de Vida Silvestre que responde al objetivo de conservar la vida silvestre mediante su protección y aprovechamiento sustentable. No obstante, desde su inicio y hasta la fecha, el énfasis está puesto en el enfoque de aprovechamiento más que de su conservación. En ella se creó la figura de la Unidades de Manejo para su aprovechamiento como un mecanismo para contener el uso, extracción o caza de animales y plantas del medio natural, que para ese entonces era un serio problema (en México se extraían demasiadas orquídeas, cactáceas y loros para el mercado, pero también existía una actividad no regulada de cacería).
Al 30 de junio de 2017, las UMAs (Unidades de manejo para la conservación de vida silvestre que son predios e instalaciones registradas que operan de conformidad con un plan de manejo aprobado. Los predios e instalaciones en los que se realice actividades de conservación y aprovechamiento sustentable se registran en el Sistema Nacional de Unidades de Manejo para la Conservación de la Vida Silvestre de acuerdo al tipo de manejo bajo las siguientes categorías: Manejo en vida libre y Manejo intensivo —Art. 24 del Reglamento de la Ley General de Vida Silvestre, D.O.F. 09/05/2014—) en el país sumaron 1,722 en más de 38.5 millones de has, extensión equivalente al 19% del territorio nacional.
Asimismo, las principales amenazas para la vida silvestre incluyen la destrucción, degradación y/o fragmentación del hábitat, la sobreexplotación, la caza furtiva, la contaminación y el cambio climático. Se estima que hay 27 mil especies de las evaluadas en riesgo de extinción. Además, también se consideran como riesgos para la vida silvestre: expansión agrícola, deforestación, sobrepesca, desarrollo urbano, uso de energía y minería, comercio ilegal de vida silvestre, contaminación y Cambio Climático.
Empero, hay otras actividades como la caza, el turismo de masas en la naturaleza, la contaminación lumínica, el tráfico o el ruido, entre otras perturbaciones humanas, que generan estrés en los animales e incluso pueden afectar a la conservación de las especies.
Por otra parte, se han creado capacidades institucionales como la creación del Instituto Nacional de Ecología (actualmente Instituto Nacional de Ecología y Cambio Climático, INECC) en 1991, de la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (CONABIO) en 1992, y de la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) en el 2000, entre otras dependencias de gobierno; la publicación de las listas de especies en diferentes categorías de riesgo, con sus actualizaciones, DOF, 1994 y sus actualizaciones en los años 2001, 2010 y 2015. Y por supuesto la Norma Oficial más importante en la materia es NOM-059-semarnat 2001 de protección ambiental-especies nativas de México de flora y fauna silvestres, categorías de riesgo y especificaciones para su inclusión, exclusión o cambio-lista de especies en riesgo.
De igual manera, existen áreas de la ecología que deben desarrollar conocimiento útil para el diseño de estrategias de conservación de comunidades bióticas y de ecosistemas completos, con enfoques emergentes, tales como la ecología de redes complejas de interacciones bióticas, ecología de comunidades y filogenia, ecología de la conservación en paisajes modificados por actividades humanas, y ecología urbana, entre otras.
Como ciudadanos, podemos contribuir al no extraer, no contaminar, no comprar productos y subproductos ilegales de la vida silvestre y sobre todo a no modificar los ecosistemas naturales y hábitats de la vida silvestre.