Por Alejandro Angulo
¿Hasta dónde podemos ceder parte de nuestra libertad para lograr conservar nuestro entorno ambiental? Cuando la incertidumbre, como diría Zygmunt B., es el hábitat natural de la vida humana.
Sin duda alguna, la conservación de la biodiversidad, el agua o el medio ambiente en general va aparejada de un sentido de seguridad, pues todos necesitamos tener la certeza de que no se destruirá nuestro entorno ambiental. Sin embargo, esa responsabilidad en gran parte le corresponde al gobierno, y este ente institucional reclama la sujeción de los individuos a las medidas regulatorias para llevarla a cabo, tal como ha sucedido con la pandemia, que las medidas sanitarias dictadas restringieron parte de nuestras libertades como la movilidad-confinamiento, el uso obligatorio del tapabocas o las pruebas para poder viajar.
Así también sucede con respecto a la protección del medio ambiente, pues no podemos hacer lo que nos plazca, aunque ello conlleve a ciertas restricciones de nuestra libertad. En este sentido, es frecuente escuchar que no es justo que las propiedades, sean ejidales o privadas, se les imponga un decreto de área natural protegida, o que determinados negocios y giros se vean afectados económicamente por el cumplimiento de la Norma Oficial Mexicana de ruido, o bien, que las descargas de aguas residuales a cuerpos de agua deban observar parámetros y criterios técnicos. E incluso están los casos en que familias en busca de satisfacer la necesidad de vivienda invadan terrenos sujetos a protección ambiental y luego el gobierno se vea en la contraposición entre garantizar la protección ambiental o resguardar los derechos humanos de dichas familias.
En la actualidad, se ha hecho más patente el contexto de incertidumbre a expensas de la disminución de la seguridad, y es que resulta que la contraposición entre libertad y seguridad puede inclinarse hacia un lado u otro, pero es del todo complicado hacer convenir a ambos ejes en igual proporción, y lo que ha sucedido es que por periodos se carga hacia un lado y después cambia la balanza y se favorece el otro aspecto, estando en medio, mientras el proceso se balancea.
Lo que deseo es precisar que hoy en día los cambios rápidos son una expresión emergente, donde la estabilidad ya no es la premisa que reina, sino tan sólo un escueto instante que cambia de página aceleradamente en función de la socialización. Pues mientras más se socializa, más rápido se impregna el cambio, sin que ello obedezca necesariamente a una causalidad, como lo podemos ver en el vuelo de la parvada que siguen una trayectoria y súbitamente cambian de dirección una y otra vez, sin sujetarse a un patrón determinado y sin que haya tampoco una centralidad o liderazgo. Es tan sólo la acción colectiva o sociobiológica lo que anima, alimenta o atiza tales movimientos, y lo mismo se observa en las redes sociales, cuando alguna nota se torna viral y no se sabe con certeza a qué se debió, independientemente de las opiniones “expertas”, pero lo cierto es que la siguen demasiadas personas, aún si es una noticia falsa.
Entonces hoy tenemos un gran dilema entre conservación del medio ambiente y la libertad, en donde la incertidumbre impregna su dinámica y resultados. Razón para emprender un cambio de paradigma o marco conceptual que nos ilumine ya no la misión a cumplir, sino el sendero por transitar con tantos saltos.
Y una primera premisa de ello se sitúa en que la centralidad de la seguridad no sólo es responsabilidad del gobierno, sino también de los individuos en un doble sentido: por una parte, en interiorizar que la seguridad delimita nuestra acción de libertad, pero, por otro lado, tenemos la acción participativa para prevenir y reducir los riesgos de inseguridad.
Paliar la incertidumbre nos conlleva a gestionarla de manera acelerada a corto plazo, por lo cual debemos entender la rapidez de respuesta y de cambios emergentes a adoptar, sobre todo en razón de la socialización.
Ya no se trata de ceñirse a un marco global descontextualizado, sino de mirar a la comunidad local y sus preferencias, y esto no implica archivar los principios, criterios y legislación internacional, tan sólo entender que justo se trata de un marco de referencia, pero el auténtico contenido se llenará con dichas preferencias de la comunidad para responder a esa determinada incertidumbre que expresa tal comunidad.
Visto en su conjunto, la conservación del medio ambiente exhibe interacciones dependientes con la seguridad y la incertidumbre, en donde hoy es necesario reconstruir la centralidad de la seguridad basada en el gobierno y ciudadanos, al mismo tiempo, de replantear la contraposición entre lo permanente y cambiante, tomando como referencia a las preferencias de la comunidad.