El Montequehuma

Por Arturo Morales

El Montequehuma es un cerro fundamental e icónico para San Miguel de Allende, a pesar de esto, pocos saben de él. De hecho, la otrora San Miguel el grande se fundó en la ladera poniente de este cerro. el cual, durante la época virreinal, por alguna desambiguación para europeos y criollos fue nombrado, por algunos de ellos, como el cerro de Moctezuma.

Justo en el virreinato, después de que los primeros españoles tomaron la decisión de mover la antigua San Miguel de los Chichimecas y su presidio defensivo a la ladera del Montequehuma, principalmente por fines defensivos pero, fundamentalmente, por la virtud de contar en lo alto de esta ladera, una línea de cerca de 5 kilómetros de manantiales, muchos de ellos de aguas termales, fundamentales para cualquier asentamiento humano. ¿Por qué aguas termales en alguno de estos veneros? por qué el Montequehuma es parte de la gran ladera nor-poniente del volcán de San Miguel de Allende cuyo nombre oficial es: Palo huérfano, pero la mayor parte de los sanmiguelenses lo conocen como Los Picachos.

A partir de 1555 cuando se funda la Villa Protectora de San Miguel con sus respectivas correcciones a partir de las ordenanzas de Felipe II (1573), la traza de esta villa obedecerá a dos situaciones geográficas fundamentales: la primera, el contorno de la ladera del Montequehuma y la segunda, la necesidad de que el agua de estos cerca de 40 manantiales, circulara de la mejor forma, ladera abajo por las calles con la pendiente adecuada y sinuosidad para una mejor distribución del vital líquido ya sea en sus tuberías de cerámica vidriada al interior, o bien, en la circulación del excedente de agua de los manantiales por las canaletas que corrían paralelas a los empedrados junto a las incipientes baquetas o bien al medio de estos mismos empedrados. De esta forma, hoy en día, prácticamente no existe una calle recta en el centro histórico de San Miguel de Allende.

Durante la época prehispánica, quizás desde hace más de 2500 años, el Montequehuma representó el gran Altépetl (cerro sagrado) para las comunidades agrícolas que se asentaron en torno a los humedales del río Laja y sus afluentes; ya para el período clásica mesoamericano, muchos de los hoy, sitios arqueológicos, tienen una vinculación de marcadores geográfica y de observación astronómica al tener referencias entre el diseño urbano y arquitectónico de estas ciudades y centros ceremoniales así como sus edificios en referencia con los accidentes que se observan al horizonte, principalmente hacia el oriente o bien hacia el poniente; entre otros están los sitios arqueológicos de: Agua Espinosa, Cerro de las Tres Cruces, Cañada De La Virgen, San Miguel Viejo, San Antón Ceballos, etc. A manera de hipótesis, posiblemente por esta razón, nunca hubo mayores asentamientos prehispánicos, de no ser edificios ceremoniales en este Montequehuma, el cual podemos imaginar en las mañanas frías de invierno mostrándonos sus columnas de vapor a más de 35° de temperatura en algunos de sus manantiales, dando pie a su nombre: el Montequehuma.

Con la nueva fundación de la Villa Protectora de San Miguel en el siglo XVI en torno a los manantiales, ladera arriba De la Villa, los cuales estaban más allá de la traza para españoles y criollos, se edificaron una serie de capillas de indios o de naturales a manera de centros administrativos para la población indígena a partir de los vínculos con el poder civil consistorial de los europeos y criollos, capillas en esta línea de manantiales; muchas de ellas, hoy en día, permanecen en pie, con su tejido comunitario de mitos – creencias – rituales – tradiciones, aumentando los tesoros maravillosos de San Miguel de Allende en esta Frontera de Tierra Adentro.

En cuanto a los cerca de 40 manantiales existentes en el Montequehuma, desde la ladera poniente del cerro de las Tres Cruces hasta el sitio arqueológico de Agua Espinosa, hoy en día, no más de cinco manantiales continúan bendiciendo a la ciudad con sus fuentes brotantes, de hecho, el arroyo principal que cruza a la ciudad, el arroyo de las Cachinches, se origina, precisamente, en los manantiales de Agua Espinosa. Desafortunadamente, el manantial más emblemático de San Miguel, reportado en 1906 por don Pedro González, con aguas termales de hasta 36° centígrados de temperatura, se secó, quizás para siempre, hace ya más de 21 años, siguiendo esta misma suerte la mayor parte de estos manantiales.

Está pendiente para la preservación de esta maravilla de la Frontera de Tierra Adentro, investigar, conocer, poner en valor y preservar, entre otros, sus calendarios de horizonte, sus vestigios arqueológicos y virreinales; sus capacidades de carga humana y, desde luego, ponerlo en la conciencia y alma de los sanmiguelenses y visitantes.

Arturo Morales Tirado tiene más de 20 años como operador turístico, es gestor del patrimonio natural y cultural, conferencista y docente universitario.