Origen de los corredores culturales y la civilización.

Por Arturo Morales Tirado

Desde hace 10,000 años, aproximadamente, con el fin de las glaciaciones, en el mundo hemos tenido el tipo de clima que ha permitido la evolución de la civilización como hoy la conocemos en este siglo XXI, pero, es importante, revisar el origen de nuestras manifestaciones culturales, las cuales, entre otras consecuencias, hoy en día, ponen en riesgo la existencia de la biodiversidad y a la humanidad por el impacto que hemos tenido en nuestro entorno en aras de nuestras demandas de consumo por la población creciente y necesidades de consumo característicos de los últimos tres siglos.

El caso de esta Frontera de Tierra Adentro entre el semidesierto de Aridoamérica y los valles volcánicos de Mesoamérica, al sur de San Miguel de Allende, bio-vinculados entre otros, al Campo Volcánico de San Miguel, con los volcanes de el Zamorano, San Pedro y sus los volcanes en el actual municipio de San Miguel de Allende: Támbula-la Joya y Palo Huérfano (Picachos), junto con la Sierra de Codornices bio-vinculada a las Sierras Centrales de Guanajuato, al norte y al Bajío al sur, son ejemplo de lo anterior.

De acuerdo estudios Geológicos por investigadores de la UNAM, que por décadas han investigado entre la zona de la actual frontera política de los municipios de Dolores y San Miguel de Allende, además de conocer la evolución geológica de este territorio, han determinado como el movimiento de los glaciares que llegaron a tener hasta 100 m de espesor al final de la última edad de hielo, han producido, quizá, el territorio paleontológico de megafauna más extenso de Norte América, testimonio del más sureño de los corredores biológicos para estos grandes mamíferos de la última glaciación.

Con la aparición de los primeros grupos humanos itinerantes, cercanos a nuestra región, en sus actividades de cazadores-recolectores e incipientes agricultores, entre 6000 y 5000 años atrás (en la zona de frontera entre los actuales Estados de Hidalgo y Querétaro cercana a la frontera de Guanajuato), compartieron con la demás vida silvestre extensos corredores biológicos entre los cauces de arroyos, ríos y los manantiales someros o medios, de los cerros y montañas de lo que hoy conocemos como la huasteca y Sierra Gorda, en la cuenca del Pánuco.

A la aparición de la tradición cultural de los chupícuaro en torno a los corredores de las cuencas y microcuencas del río Lerma y sus afluentes, como en nuestra región: el río Laja y sus afluentes, como: San Damián, La Virgen, Ojo Zarco, Rancho Viejo – Atotonilco, Arrastra Carretas, Cachinches, etc., con el tiempo, además de los prototoltecas (quizá los antecesores de los actuales otomíes) y chichimecas, los primeros frailes, soldados y gambusinos españoles junto con sus cientos de aliados indígenas, también aprovecharon los corredores biológicos para establecer sus poblados (en torno a: presidios, villas, ventas, estancias, haciendas, etc.) en torno a los corredores biológicos y sus fuentes de agua, tal es el caso de San Miguel Viejo y posteriormente de San Miguel el Grande, poblados que fueron fundados en torno al micro-corredor biológico del Cachinches y del micro-corredor biológico de los más de 40 manantiales del cerro del Monte que huma, el cual va desde el cerro de las Tres Cruces hasta el cerro del Agua Espinosa.

Hoy en pleno 2022, siguiendo la acelerada inercia de la sociedad humana y sus nuevos patrones de consumo de los últimos tres siglos, por causas antropogénicas o de origen humano, los corredores biológicos en el planeta y la región, en forma dramática, intensa y acelerada, se siguen fracturando y con ello la biodiversidad; básicamente por: aumento en la población humana, aumento y desorden de las zonas urbanas, aumento en el consumo de alimentos y recursos naturales, desbalances en los ciclos energético-biológicos, aislamiento de zonas silvestres (con acelerada endogámia) y contaminación.

En contraste, por lo anterior, tiene un gran valor y es todo un privilegio (y gran responsabilidad) el contar y gozar de los corredores biológico-culturales que, si bien, frágiles, aún se conservan y siguen ofreciendo sus servicios ambientales, entre otros, el de recorrerlos; a pesar de la autopista 57, los tenemos manifiestos en cerros y volcanes altos con sus arroyos y ríos, desde la Sierra Gorda-el Zamorano-el Macho-la Margara-Támbula-los Picachos-Sierra de Codornices-Sierras Centrales. Lo constatan huella sobre arenales, avistamientos, trampas fotográficas, entre otros: de grandes felinos y otros mamíferos, la avifauna, reptiles, bosques de encinos establecidos, bosques de galería, saucedas y sobre todo, fuentes de agua y manantiales medios aún vivos y con flujos de agua constantes durante el año, para sentirlos, vivirlos y emocionarnos naturalmente con ellos; una auténtica maravilla vital de nuestra Frontera de Tierra Adentro.