Canarios de la conciencia

Por Martin LeFevre

El tema de actualidad en los medios de comunicación últimamente es “la catástrofe mental que absorbe a tantos niños en Estados Unidos”. Me siento obligado a preguntar: ¿Es deliberada la opinión obtusa de los comentaristas de la media convencional de izquierda y derecha cuando hablan de la oscuridad y futilidad que permea a la cultura estadounidense?

Para los defensores de izquierda, la crisis mental que experimentan los adolescentes estadounidenses se fundamenta en “investigaciones que muestran que los adolescentes de tendencia de izquierda están pasando por niveles más altos de depresión que sus compañeros de talante más conservador”.

Los defensores de la derecha recurren a críticas automáticas al “individualismo liberal que emergió en los 60s, que conllevó a una rápida secularización de la sociedad (especialmente marcada por el declive de los valores cristianos de los 90s para acá) y a un libertinaje social y sexual cada vez mayor”.

Sin embargo, varias publicaciones muestran que “el déficit marcado en la salud mental de la juventud, que comenzó cerca del 2012, no es tan solo un problema estadounidense, sino que se manifiesta también en Gran Bretaña, Canadá, Australia y Nueva Zelanda”.

La crisis de salud mental en la juventud se extiende más allá del mundo anglófono. Un desgaste profundo del sentir y la personalidad, sin sostener un juicio de valor, se ha propagado entre la gente y los pueblos de todo el mundo. 

El “adormecimiento” comenzó en Estados Unidos y rápidamente se propagó a Canadá (somos parte del mismo núcleo cultural, después de todo). Luego se expandió a Europa occidental, comenzando por Gran Bretaña. Ahora el virus del solipsismo y la enervación espiritual parece haber infectado a la región de América Latina. 

Tanto la burda izquierda como la derecha reaccionaria están de acuerdo en sus simples análisis: “El aliciente principal de la miseria progresiva que acoge a los adolescentes estadounidenses, que son más propensos a pensar en actos suicidas y llevarlos a cabo, a sentir depresión, y a ser acosados por sentimientos persistentes de tristeza y desesperanza, es el auge de las redes sociales”.

¿Cuál es la conclusión fácil? “Las redes sociales han depurado una revolución de la conciencia, en la que la juventud se categoriza para consumo público”. 

Es una cuestión perversa llamarle a lo que le está pasando a la juventud, quienes son, categóricamente, los canarios en las minas de carbón de la conciencia humana, una “revolución de la conciencia”. Una revolución de la conciencia es lo que se necesita de manera urgente; lo que tenemos es una siempre mayor sobrecarga mental y emocional de la conciencia humana así como la hemos conocido siempre. 

Reforzando ideas convencionales, influencers culturales del superficial espectro de opiniones en Estados Unidos concluyen que: “no es sorprendente que el nuevo modo de existencia en línea sea particularmente complejo para aquellos que se encuentran en una etapa de la vida en la que moldear el yo y encontrar un lugar al cual pertenecer son esenciales”.

¿Qué puede significar “moldear el yo”? ¿Cómo se diferencia de la cuestión de que la juventud “se categoriza”? ¿Y quién puede reclamar que ha encontrado su lugar en esta cultura dejada de la mano de Dios?

La élite en los medios de comunicación y la academia descansan tranquilamente de noche, obviamente. Justo antes de otro asesinato de masas en Estados Unidos, en la Universidad de Michigan, mi estado natal, traté de iniciar una investigación más profunda acerca de la guerra en contra del terrorismo, que ya se libra entre nosotros, con un profesor de filosofía en la Universidad. 

El supuesto filósofo me escribió: “Yo/nosotros no estamos promoviendo lo que describes. Cada uno de los miembros de nuestra facultad hace uso de un discurso propio para inspirar deliberaciones éticas. Nos ha funcionado bien”. 

Ya no puedes entrar a una tienda, a un Walmart o a un restaurante en los Estados Unidos sin revisar primero dónde están las salidas. Cualquier ruido estruendoso hace que la gente busque dónde cubrirse. Que un profesor de filosofía diga que les “ha funcionado bien”, es una desgracia. 

La influencia que posee nuestra cultura, si acaso así puede llamársele, es de magnitud global, incluso se siente en Rusia o China, sin importar cuánta propaganda manejen sus gobernantes para controlar a su población. Estados Unidos es tan solo el fondo del barril espiritual que aún no ha llegado hasta el fondo de la sociedad global. 

Los comentaristas tienen que estar ciegos si no logran comprender la pandemia de sufrimiento mental y emocional que vive la juventud en nuestra cultura. Los adolescentes ya no son capaces de hacer lo que siempre habían hecho –rebelarse y adaptarse a la cultura. Sin poder rebelarse ni adaptarse, se rinden, sin saber por qué o para qué. 

Tenemos que enfrentar la crisis que envuelve a la juventud en todo el mundo. De nada sirve ver el problema en términos nacionalistas, o aduciendo que las niñas “socializan menos en persona y pasan más tiempo en línea”. 

La socialización en una cultura muerta y globalizante es un fuerte promotor de la crisis que viven tanto niñas como niños. Las redes sociales se han vuelto una forma predominante de socialización, pero en realidad son tan solo el catalizador del sinsentido, anonimidad, división, materialismo y consumismo sin barreras.

Un océano de conciencia tóxico –el mar sin fronteras que baña la conciencia humana– es la fuente principal de la desmoralización, desesperación y depresión que sufren los adolescentes y adultos de todo el mundo. Se le puede llamar estadounidense solo porque la punta de lanza ahí se encuentra. 

Todos vivimos en un “infernal capitalismo tardío”. Aunque no podemos culpar al capitalismo tampoco, ya que este es simplemente un complejo que ha concentrado e institucionalizado el interés propio y la codicia inherentes a la naturaleza humana. 

En tanto que los bots de inteligencia artificial se vuelven la moda, adormeciendo a la mente humana en tiempo real, la pregunta esencial en una sociedad global marcada por la división, fragmentación y conflicto se vuelve: ¿Qué le está pasando a la conciencia humana?

La naturaleza humana es sinónimo de conciencia, así como la hemos conocido por miles de años. Hasta que no abordemos de manera honesta, solos y acompañados las preguntas que la globalización y la tecnología nos imponen, el futuro será como el presente, pero más oscuro. 

¿La humanidad ha llegado al final de la conciencia acumulativa para adentrarse en la conciencia interior? ¿O acaso esto, la suma de todo oscurantismo, es el futuro? Si la humanidad no está condenada (y creo que es el caso), el futuro es ahora, realmente. Es responsabilidad del número decreciente de seres humanos vivos en espíritu, sin importar nuestra edad, crear un curso diferente para la historia. 

Así que, jóvenes, no se rindan sin haber empezado aún. Propongan, critiquen y crezcan con una visión de lo que guardan dentro de sí. Eso es el verdadero aprendizaje, y nunca termina. 

lefevremartin77@gmail.com