Emprendedores de San Miguel de Allende: Carmen Jiménez, escultora

Por Carolina de la Cajiga

La fusión del ballet y la escultura a través de los ojos de Carmen Jiménez.

Todo arte visual comienza en la mente. A su manera, cada creador convierte sus quimeras en algo tangible. La pasión de Carmen es transformar su imaginario en esculturas utópicas o fantásticas que dan la impresión de movimiento.  

Sus influencias dominantes son Miguel Ángel, Bernini y Leonardo da Vinci, los grandes maestros del Renacimiento. De ahí, Carmen salta al apogeo del Arte Moderno, a finales del siglo XIX y principios del XX. Sus artistas favoritos de esa época son los escultores Camille Claudel y Auguste Rodin.

Desde pequeña, Carmen devoraba los libros de arte que abundaban en su casa, ya que viene de una familia de artistas. Durante mucho tiempo, su corazón estuvo dividido entre el ballet y el arte. Durante quince años estudió ballet con dedicación hasta el día que vino de visita a San Miguel desde León, su ciudad natal. El ambiente artístico y bohemio de la ciudad la cautivó y ya nunca se fue. Ingresó al Instituto Allende donde estudió y se graduó en Artes Visuales. En 2006 empezó a dar clases de dibujo anatómico y pintura en Bellas Artes. Siempre inquieta, pronto estableció su estudio. Además de trabajar en sus creaciones, comenzó a dar clases de escultura en barro. Sus alumnos van desde principiantes hasta avanzados. Sólo toma pocos para dedicar atención a cada uno.  

Es evidente que el ballet influye en su obra escultórica. Sus piezas tienen una calidez orgánica, casi palpitan y cobran vida. Carmen explica: «Siento en mis entrañas cada momento del proceso creativo. Las piezas combinan los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego, así como el espíritu. «Mi profundo conocimiento del cuerpo y su movimiento es esencial para conseguir el efecto de ‘fragmentos pausados’ que distingue a mis esculturas», declara Carmen.

Los dos materiales que más atraen a Carmen son el barro y el bronce. Totalmente opuestos en su manejo; ambos, fuerzas antagónicas. El barro es versátil y maleable; una mezcla de agua y, qué más: barro. Al amasarlo, transmite una sensación de serenidad que invita a la meditación. El bronce nace del fuego; irradia calor y electricidad. Es una aleación de cobre, estaño y otros metales que lo hacen férreo e inflexible. Trabajar con barro es un ejercicio íntimo entre el artista y el medio. Es como un parto natural. En cambio, el bronce es una actividad social que implica al artista y a quienes hacen los moldes, la fundición, el pulido y la pátina.

Carmen describe las etapas desde la concepción hasta la pieza acabada: “Una vez madurada la idea en mi mente, para convertirla en algo concreto, elaboro numerosos esbozos, cada vez más precisos, hasta encontrar la mejor manera de representar mi concepto. Es cuando determino si necesitaré contratar modelos y cualquier otro detalle. El siguiente paso es hacer el boceto final a escala. Dependiendo de la complejidad y de dónde se vaya a instalar la escultura, tomo la decisión de cuál sería el mejor material para la pieza. Si se trata de una comisión, el cliente y yo discutimos los últimos detalles, y finalmente me pongo en marcha». Para Carmen, este momento es como el inicio de una carrera, «Mi cuerpo y mi mente se tensan. Soy una explosión de energía”, expresa con firmeza. 

Una de sus primeras comisiones ayudó a Carmen a pasar de piezas pequeñas a esculturas grandes y monumentales. «Fue un gran reto que acepté, aunque no estaba segura cómo lo haría. La comisión era un torso de un metro de altura». Carmen, emocionada, nos cuenta lo que pasó: «Construí una armadura para sujetar el barro. Después de diez horas de trabajo sin parar, agotada, lo cubrí para que no se secara, y me fui a la cama. Apenas pude dormir de la emoción. A la mañana siguiente, cuando abrí la puerta del estudio, no estaba la pieza. Desconcertada y sorprendida, me dirigí a donde la había dejado y encontré los 70 kilos de barro en el suelo. Con las alas caídas, momentáneamente derrotada, pero decidida a triunfar, investigué hasta encontrar la forma adecuada de sostener la estructura. Fue una lección importante. Tras superar la frustración, terminé la pieza. A raíz de esta experiencia, he hecho muchas esculturas de gran formato y nunca he vuelto a tener este problema».

Cada escultura es única. Algunas, ideas suyas; otras, comisiones. Nunca hace duplicados. El tiempo que tarda en terminar depende de la complejidad, el tamaño, y el material; puede llevar solo unos días o hasta dos meses. Carmen señala: «Los últimos retoques requieren especial atención».

Beauty Beyond Size es la nueva dirección que tiene entusiasmada a Carmen estos días. «Son esculturas de barro que celebran la magnificencia del cuerpo femenino. Rompen los cánones de belleza. Las esculturas muestran desde momentos íntimos de quietud hasta movimientos acrobáticos». Esta serie se exhibirá en 2023 en un jardín de esculturas de San Miguel de Allende. Manténte en contacto con Carmen y, por supuesto, con Atención para saber los detalles.

«Hacer esculturas no es mi trabajo, es mi pasión», declara Carmen. «Estar en mi estudio todos los días, ocupada con mi trabajo y el de mis alumnos me satisface profundamente». Afirma que seguirá haciendo esculturas o cualquier actividad relacionada con el arte hasta el último de sus días. Para alcanzar el éxito, opina que hay que hacerlo repetida e intencionadamente. «El deseo de seguir mejorando es la diferencia entre un profesional y un aficionado. Nunca hay que dejar de experimentar y aprender. Esto se aplica en el mundo del arte o en cualquier otro campo», exclama Carmen tajante.

Encuentras la información de Carmen en Instagram: @carmenjimenez.escultora, y Jiménez Art Studio en Facebook. Para mayor información, contáctala en carmenbellasartes@gmail.com.

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