Por Martín López
En San Miguel de Allende hay muchísimas cafeterías para disfrutar una buena taza de esta bebida, pero una en especial, según mi paladar, se lleva el trono.
Café Zenteno abrió sus puertas hace más de seis años, en la esquina de Hernández Macías con la calle Codo; un lugar pequeñito pero que atrapa hasta al caminante más distraído por sus aromas irresistibles de frutos encendidos de Veracruz. Este espacio de esencias adrenalínicas se transformó en una extensión de mi casa y de la de muchos sanmiguelenses. Es un rincón que te invita a saborear más la vida.
Hacer buen café no se trata sólo de tener una buena cafetera de marca italiana, ni de tomar un curso de barista: es algo mucho más profundo que tiene que ver con educar y curtir tu paladar con miles de sabores y aromas, es vivir en los ranchos cafetales y convivir con los tostadores, además de sentir una verdadera pasión por este líquido negro; y, tal vez, es también darle un pequeño toque de alquimia para llegar a… ¡tu propia mezcla! Estas artes y experiencias las domina Antonio Meza, el cocreador de este espacio.
Hoy, este proyecto se ha ido expandiendo como micelio por la ciudad y el Estado, y en este momento cuenta con cinco cafeterías, cuatro en San Miguel y una en León: Zenteno, Zenteno Bistrot (por la Ancha de San Antonio), La Sacristía (enfrente del Templo de la Purísima Concepción), Santa Ana (en la Biblioteca) y la mencionada de León. Además, alguna vez tuvo los locales de Bellas Artes y Casa Europa, que se cerraron por causas ajenas a su gestión.
Hace poco decidí entrevistar a Toño, después de años de disfrutar sus mezclas. Gracias a nuestro primer encuentro, conozco un poco más a este ser que alegra mis mañanas, como las de muchos, con su arte de preparar este brebaje negro. He podido entender un poco de su exitoso camino y su expansión, así que intentaré compartirlo mientras disfruto unas tacitas más.
Cuando le pregunté por su pasado, descubrí que Antonio tiene muy buena trayectoria en administración, comunicación social y política, más algo de cabalista, una mezcla estoica que seguro la aplica en cada pocillo. Nunca había pasado por su mente poner un negocio de café en esta bella ciudad, ni en ninguna otra. Todo empezó como una pasión innata por esta bebida, como buen veracruzano, y decidió dejar todos sus trabajos anteriores para irse a vivir seis meses a los campos cafetaleros de excelencia de Coatepec y experimentar en alma propia
de la mano de los productores el lenguaje de los aromas y las esencias de este elixir, desde la raíz, para lograr que estas tazas complejas, llenas de dulzura, fusionadas con acidez y un toque amargo alcancen un verdadero equilibrio. Ahí se ve la mano del buen alquimista.
Para hablar de la parte saludable y sustentable, que es difícil encontrar en la mayoría de los productos alimenticios, el Café Zenteno se cultiva orgánicamente, es parte de una fundación que apoya la educación de mujeres y niños, impulsando el campo veracruzano,
aspecto especialmente importante porque varios campesinos de la región, resultado de las jornadas mal pagadas, habitualmente terminan yéndose a trabajar a los Estados Unidos de “mojados” (sin papeles oficiales) en condiciones no muy dignas, en comparación con lo que
hacían en sus ricas tierras. Lamentablemente, dicen que México exporta lo mejor e importa lo peor. Las leyes laborales deben revisarse y cambiarse para que esto ya no se dé.
En todas sus sucursales, la casa apoya a la comunidad de artistas, exhibiendo su arte y sin pedirle comisiones a cambio.
También exporta a Japón e Italia. Para cerrar la entrevista le pregunté: “Estimado Antonio, ¿dónde te ves en cinco años? «Espero seguir vivo, disfrutando la vida”, respondió, sonriente.