Por Adriana Ortega Zenteno
Parte 1
Los primeros colonos en territorio guanajuatense
La política del virrey Antonio de Mendoza, a partir de 1535, fue muy liberal en cuanto al otorgamiento de mercedes de tierras, una vez que logró sofocar el incendio bélico del Mixtón (1540-1543), en donde los cascanes y sus aliados pusieron en peligro la posición hispana en el dominio de la Nueva España.
Poblar la Gran Chichimeca fue entonces una de las metas que se propuso este hábil gobernante. Gracias a su disposición favorable para lograr la colonización en el territorio bañado por el Turbio, se logró el apoyo al proyecto de Juan de Villaseñor para establecer el primer latifundio en la zona de Tupátaro y Cuerámaro, que se extendía hasta el Hascato novogallego. Las mercedes otorgadas en esta zona están fechadas en 1542.
Partiendo de la Ciudad de México, para el momento del descubrimiento de la plata en Zacatecas, la ruta ya estaba bien definida hasta Querétaro. Había un tráfico regular de mercaderes, funcionarios, ganaderos y su ganado a través de la provincia de Jilotepec, una región que no ofrecía grandes dificultades al viajero. Los principales poblados y paradas del tránsito eran Cuautitlán, Tepeji, Jilotepec y San Juan del Río. Entre Querétaro y la posterior fundación de San Felipe había dos caminos principales que apuntaban a Zacatecas. Uno iba directamente al noreste hacia San Miguel y luego a lo largo de la orilla oriental del río del mismo nombre hasta San Felipe. El otro iba hacia el norte por el Paso de Nieto y de Jofre hasta San Felipe, para unirse con el otro camino en Ojuelos que también corría en esa dirección.
Posteriormente, hacia 1560, se empezaron a enviar abastecimientos de Michoacán a Zacatecas por dos rutas principales. Una de ellas recorría la zona de Valladolid-Zitácuaro-Cuitzeo-Maravatío, pasaba por Acámbaro y luego se dirigía al norte por Apaseo y Chamacuero hasta llegar a San Miguel el Grande, donde se unía con el tramo de la carretera México-Zacatecas. Otra ruta, que tocaba los pueblos y estancias de Michoacán a Guanajuato, sobre una y otra margen del río Lerma y al oeste de Acámbaro, pasaba rumbo al norte cerca de las minas de Guanajuato, y luego se desviaba hacia el noreste por el Valle de Señora (donde después se fundaría León), hasta los que más tarde serían Lagos y Aguascalientes. Luego avanzaba directamente al norte hasta Zacatecas, uniéndose con la ruta de México en Cuicillo, a unas nueve leguas de la propia ciudad de Zacatecas.
La apertura de las minas de Guanajuato a mediados de esa década hizo surgir varias importantes rutas accesorias hacia los caminos de México y de Michoacán antes mencionados. Una ruta iba de este a oeste y conectaba San Miguel el Grande con Guanajuato. Otra unía a Guanajuato con el camino de Michoacán, cerca de Silao. Además, Guanajuato quedó conectado con el Camino Real en el tramo México-Zacatecas por una ruta norte-sur, la de San Felipe.
El aumento del tránsito hacia Zacatecas y Guanajuato hizo que el comercio fuera regulado y sus transportes objeto de mejoras; al mismo tiempo ganaron terreno los ranchos ganaderos, de modo paralelo y como complemento de las nuevas necesidades del comercio, el aprovisionamiento y las operaciones mineras. Hombres como Cristóbal de Oñate, Diego de Ibarra, Juan de Jaso, Francisco de Mendoza, hijo del primer virrey, Alonso de Villaseca, gran empresario y minero del período, y muchos otros, rápidamente ocuparon la región de la sierra de Comanja, en donde se abrieron minas a fines de la década de 1550. La avanzada militar y poblacional desplazó a los “chichimecas blancos” de las tierras de Guanajuato y llevó la ocupación española por la carretera México-Zacatecas, a través de la provincia de Querétaro, al norte del pequeño asentamiento de San Miguel el Grande. Muchos de estos ganaderos que también explotaban minas, aprovechaban sus nuevas estancias para las operaciones mineras, aumentando así el tránsito de carreteras y recuas por toda la Gran Chichimeca (Rodríguez Frausto, 1982, pp. 23-25).
Continuará…