Por Rodrigo Díaz
Dado los frenéticos ritmos que impone la cotidianidad, en los últimos años la medicina ha redoblado esfuerzos en términos de prevención, por lo que resulta imprescindible contar con métodos de los que resulten diagnósticos confiables y, sobre todo, puntuales. En el caso de las mujeres embarazadas, los exámenes de ultrasonido, además de tener como objetivo la apreciación de las características y conformación general del bebé, también ayudan a detectar los mayores riesgos de problemas maternos o fetales.
El ultrasonido nos permite evaluaciones que nos ayudan a determinar con precisión el crecimiento y desarrollo normal in útero, se puede estimar la edad gestacional, el peso y la talla del bebé y a la vez, se puede proyectar ese peso fetal al momento del parto. En concreto, es una forma eficaz de examinar clínicamente al paciente, antes de que nazca. Por lo que es fundamental que estos exámenes los realice un profesional con todas las credenciales, entrenamiento adecuado y equipo de alto nivel, ya que la suma de todos estos factores son clave en el manejo y toma de decisiones durante el embarazo.
A lo largo del embarazo, el ultrasonido permite dar revisión al desarrollo adecuado del feto, según el momento en que se lleva a cabo el estudio. El primer examen se hace antes de las 10 semanas para confirmar el diagnóstico del embarazo, su ubicación, edad gestacional, número de embriones y normalidad de las estructuras propias del embarazo. Con la aplicación del Doppler color, se puede también escuchar el latido cardíaco embrionario. El segundo examen se realiza generalmente por vía abdominal entre las 11 y 14 semanas de embarazo, con el fin de evaluar la anatomía fetal y descartar anormalidades estructurales importantes. También se puede detectar el riesgo de algunas anomalías cromosómicas mediante la medición del espesor del tejido de la región nucal o translucencia nucal, la presencia del hueso nasal, el flujo en el ductus venoso, etcétera. Durante este examen se puede llegar a conocer el género, el que se confirma tras la semana 18 a 20 o quinto mes. El tercer examen se concreta entre las semanas 22 y 26 de embarazo. Ahí se estudian en detalle la anatomía fetal y la irrigación uterina placentaria. Pueden ser diagnosticadas la mayor parte de las alteraciones anatómicas severas, como también crecimiento fetal, características de la placenta, entre otros. Determinar también el riesgo de un parto prematuro, mediante la medición del cuello uterino por vía transvaginal. El cuarto examen, en cambio, se efectúa entre las 32 y las 34 semanas de gestación. En este punto del desarrollo se puede observar el adecuado crecimiento, talla y vitalidad de su bebé y la proyección de peso al término del embarazo. Todo este seguimiento vía ultrasonido nos da un panorama claro y seguro sobre el desarrollo gestacional, que da certeza y seguridad a cada futura madre que se realiza el estudio.