Por Adriana Méndez
“¿Cuántos años tienes?… ¿Cómo es que te ha dado tiempo de hacer tantas cosas?”, le pregunté a Estefany.
“Desde secundaria soñaba con ser artista y empresaria.
Hoy, a mis veinte, soy embajadora, estudiante de ingeniería,
empresaria y cantante del género regional mexicano.
Es cuestión de disciplina y buena organización”.
Me llamó particularmente la atención el porte con el que caminaba. Derechita y con pasos firmes. El estampado azul de su vestido y la corona que resplandecía sobre su cabeza la distinguía del resto de las personas que recorrían los puestos de la vendimia. La miraba desde lejos. Percibí algo especial en la jovencita.
Cuando tuve oportunidad me acerqué a Paola, amiga y organizadora de la vendimia del Viñedo Tres Raíces para que me presentara a Estefany Valdés, la embajadora de los pueblos mágicos de Guanajuato. Nos sentamos a platicar alrededor de una mesa.
Es amante de la cultura, el arte y el turismo. Guapa, morena y orgullosamente oriunda de Dolores Hidalgo. Su piel tersa y veinteañera brillaba de orgullo mientras conversaba conmigo. No sé qué me atrapó más, si su voz suave y segura o su mirada dulce y seria. Me llamó la atención la elocuencia de su discurso. Mis sentidos se agudizaron para intentar capturar la mayor cantidad de información que me compartía.
Su madre es comerciante. Tiene una forrajera que vende alimento para ganado. Su padre se dedica a trabajar el campo y produce pastura para ganado. A su hermano le gusta la ganadería y también labora en el campo. Tienen un rancho que produce pastura. Comenta con una sonrisa en la boca que su hermana menor también es muy buena comerciante y le gusta la repostería. “Está chiquita, pero ahí la lleva”. Es una familia trabajadora con espíritu innovador y emprendedor.
Desde muy chica estudió en la Casa de la Cultura diferentes disciplinas: artes plásticas, canto y pintura al óleo. Perteneció durante seis años a la orquesta sinfónica de Dolores como corista y violinista. Posteriormente ingresó a la orquesta del Estado de Guanajuato en donde participó tocando el violín.
Su inquietud inició desde que era niña. Cocinaba, fabricaba, compraba y revendía distintos productos con ayuda de sus padres. A los quince años inició su primer emprendimiento formal a través de un negocio de artesanías gastronómicas: Doña Hilaria. Elabora y comercializa productos poco convencionales como chocolates y licor de tuna, además de moles exóticos.
Actualmente representa oficialmente la cultura y belleza del Estado de Guanajuato y está enfocada en continuar con su formación profesional. Es técnica en logística y ha obtenido en los últimos años un diploma en ventas a detalle y otro en marketing digital.
Cursa la licenciatura en ingeniería en procesos alimentarios que seguramente le brindará conocimientos y herramientas para profesionalizar y hacer crecer su negocio.
¡Qué privilegio toparme con este garbanzo de a libra! Una mujer de veinte años que ha aprovechado las oportunidades que sus padres y su ciudad le han brindado. Una persona que ha llegado lejos. Ha materializado sus sueños a través de su esfuerzo y trabajo cotidiano.
Bravo por esos padres que enseñan con su ejemplo, por instituciones como el Consejo turístico de Dolores Hidalgo y el Círculo de mujeres empresarias que inspiran, provocan y acompañan a los jóvenes con ganas de aprender y emprender.