Por Fernando Helguera
Por alguna razón siempre asumo que las cosas van a salir perfectamente; suelen suceder de maneras inesperadas pero, afortunadamente, la gran mayoría salen como lo asumí. Hace unos días nos enteramos Tanya y yo de que tocaría Gorillaz en Querétaro, lo cual nos emocionó pues desde hacía tiempo que habíamos decidido escucharlos en vivo a la primera oportunidad.
Fuimos al internet para buscar el sitio del evento y nos dimos cuenta de que no había un mapa para ubicar cómo sería el lugar, así como tampoco había información completa que todo cliente puede necesitar. Llamé a uno de los módulos de venta de boletos para ver que el muchacho encargado sabía aún menos que nosotros. Lo único de lo que estábamos seguros los tres era de que el estacionamiento sería gratuito.
Decidimos regresar al sitio web a comprar boletos VIP; apareció un mensaje de que quedaba un solo boleto disponible… ¿en miles de boletos estaba frente a nuestras narices el último? Necesitábamos dos, así que intenté de nuevo obteniendo la misma respuesta. Recargué la página en el navegador, volví a hacer la compra y me avisó que el último boleto acababa de ser vendido. Parecía una señal, pues ¿cuántas veces en la vida uno tiene frente a los ojos el último boleto VIP de un evento?
Llegó el día y nos dirigimos al recinto con las entradas generales que no tuvimos problemas en adquirir. Gorillaz tocaba a las 22:20 horas y veníamos llegando al recinto a las 19:20. Tanya descendió del auto frente al acceso al festival para averiguar lo necesario mientras yo lo estacionaba; pensábamos que a lo mucho nos llevaría 30 minutos entrar juntos. La vía se hizo de dos carriles angostos y en cada uno avanzaba lentamente una fila de autos y camiones. Una hora y cuarenta minutos después apenas pude estacionarlo. Contrario a lo anunciado, me cobraron doscientos pesotes por entrar, pues el gratuito era sólo de 4 a 6 de la tarde.
El estacionamiento era un terregal impresionante, lejísimos del recinto, así que caminé a toda velocidad, tomé luego un camión, después seguí caminando, hasta llegar con Tanya a las 21:30. Accedimos al evento, un lugar enorme tapizado de pasto sintético, con más de seis mil decenas de humanidad, según un policía que conocí de camino. Había cinco escenarios rodeados de zonas VIP, negadas para nosotros por señal divina, módulos para comprar crédito en pulseritas, único medio de pago, zonas de comida de dudoso aroma, y áreas para compra de bebidas que sacaban de un plástico para poner en otro.
Recorriendo el lugar nos invadían guitarrazos, ritmos electrónicos, gritos y mil sonidos en caos, provenientes de los escenarios. Me gustan más los festivales donde los grupos tocan uno por uno. En este caso miles de jóvenes y un par de rucos íbamos confundidos entre los sonidos, sin prestar atención a alguno en especial… supongo que eso es de lo que se trata.
Fuimos adonde se presentaría Gorillaz lo más cerca posible, como a unos 150 m, del escenario. Puntualmente empezó el concierto. La música magistral de Gorillaz, con muy buena calidad de audio para una multitud enorme, y un espectáculo de luz y video, impecable. Un repertorio de primera. Me parece de lo mejor que se encuentra en la oferta de la música pop actual. Brincábamos, cantábamos y bailábamos todos a la vez.
Luego de una hora y cuarenta minutos de éxtasis terminó el concierto. No nos interesaban los demás participantes, así que fuimos por unas aguas minerales para luego irnos a casa. Caminamos a toda velocidad para ganar tiempo, pero vaya sorpresa cuando vimos que todos los autos y camiones del evento saldrían por la misma vía de dos carriles angostos… Subimos al coche para estar 2 horas detenidos. Algunos dormían en el asiento y otros convivíamos. Fui a la salida mientras Tanya se quedó al volante por si avanzábamos, para encontrarme un caos tremendo; todos los policías y franeleros se apelotonaban sin ni una persona que los dirigiera. En ocasiones he podido hacer algo para desatorar estas situaciones, pero ahora sólo hice el ridículo.
Regresé al auto y en el camino conocí gente de toda la república, así como integrantes de las autoridades, quienes incluso me prestaron un chaleco antibalas y su equipo para probar que estaban en buenas condiciones. Finalmente los autos se movieron poco a poco, y llegamos a la salida. Finalmente llegamos a casa a las 4:30 de la madrugada con un gran sabor de oídos.
Las tres cosas relevantes del evento fueron: la avaricia de los administradores del evento, los Gorillaz, maestros de hoy, y la deficiencia mental de organizadores y autoridades que nos mandaron a todos a salir por la misma puerta. No se podía esperar menos de ninguno de ellos.