Por Fernando Helguera
Es muy sabido que en México los hombres de familia, en casa, siempre tenemos la última palabra: “Sí, mi amor”. Viene el 8 de marzo y, con él, la oportunidad de reflexionar sobre la importancia que juega la mujer en este mundo. Todos los seres humanos nacemos de la mujer. Seamos sinceros, señores, por muy machos que nos consideremos, no llegaríamos muy lejos sin la existencia femenina en nuestras vidas. ¿No será que la opresión y violencia hacia la mujer proviene de que no tenemos los… elementos para aceptar que no somos tan fuertes como nos gusta aparentar, y dependemos de ellas en muchos sentidos?
El párrafo anterior podría ser simple retórica si no existiera más que argumentación en contra del machismo, o posturas en pro del empoderamiento femenino. No lo es, y mi manera de probarlo es por medio de la palabra que, de no existir mujeres, nunca se habría convertido en poesía. Hombres y mujeres que escribimos a la mujer, desde la pasión y el amor, hacemos poesía que nunca se podría igualar a los versos que fueran escritos para la naturaleza, para las victorias épicas, para los hijos, o para las grandes amistades.
La luna entristecería hasta hacerse líquida si nunca pudiera ser vinculada con el misterio de la mujer, tanto como una rosa preferiría dejar todos sus pétalos clavados en las espinas, de saber que su aroma no volvería a exaltar la sensualidad femenina. De la misma manera, toda la tinta del mundo sería insuficiente si no existieran los suaves y bellos ojos de una mujer amada, que leyera lo que para ella está dirigido.
No creo en un mundo donde el poder de género, cualquiera que sea, manda. Prefiero imaginar un mundo en el que, si la mujer tiene un gran poder, no es porque demuestra hacer mejor lo que hace un hombre, sino porque hace lo que un hombre jamás podría hacer. Este mundo, hasta ahora hipotético, lo imagino con brazos femeninos que nunca son mancillados, pues no hay suavidad mayor que ellos para abrazar el alma y no solamente el cuerpo. Me viene a la mente la voz armoniosa que nunca quiere dejar de escucharse, porque en ella está el aliento para seguir adelante cuando el camino está lleno de crueldad.
No hay por qué esconder esa verdad en la que las personas que demuestran su fuerza ante las mujeres, lo único que hacen es demostrar su debilidad. El beso que detiene su vuelo para admirar a una mujer antes de posarse en su frente o su mejilla, es el que nació en las entrañas de la naturaleza misma de la creación, de la aceptación, y de la consciencia que baña el mundo de la sensibilidad que se necesita, para sobrevivir admirando el hecho de estar vivos.
No sólo en la poesía, en ninguna de las artes habría significado alguno, si no hubiera oportunidad de elevar a la mujer por medio de ellas, y de hacerla florecer con sus influjos provenientes de otros universos y de la creatividad suprema. Si la mujer está en esta Tierra por algo, me imagino que será para hacer crecer toda la vida que en ella se deposita, y nada ni nadie está facultado para faltar el respeto a tan divino cometido.
Hay mujeres de todos tipos: mujeres fuego y mujeres cristal, mujeres anzuelo y mujeres soga, mujeres vecinas y mujeres desconocidas, mujeres imposibles y mujeres eternas… Pero ¿qué podría ser esa mujer que nació el 8 de marzo? Mujer potencializada en su hermosura y feminidad. Para un tipo de mujer como ella ¿habrá la necesaria sensibilidad en el mundo ya, que permita entender lo que significa su presencia en la existencia? Cuando menos, lo que existe es la oportunidad de dar rienda suelta a los sentimientos que hacen manifiesto el lado sensible de nuestra vida, gracias a la presencia de estos seres inmensos en su luz, su calidez y su capacidad de amar.
Seamos muy sinceras, señoras, ¿hay una gran diferencia entre ser mujeres y ser amadas por ser mujeres? Todo lo que una mujer pueda ser y hacer, que no existiría en el mundo sin su presencia, es aquello que podría mantenernos girando alrededor de nuestro propio eje sin salir disparados a la nada, pues la mujer es la base, es el cielo y es el encuentro de los diferentes destinos, sin importar la materia o antimateria que estallan al chocar de frente, cuando no hay suficientes maneras de expresar lo que se encuentra en un corazón humano; cuando se sucumbe ante el enamoramiento causado por la maravilla de contemplar una existencia tan poderosa. El espacio-tiempo tiene un propósito, y pareciera ser el de albergar todas esas probabilidades que confluyen en las manos de una mujer dispuesta a darse para la creación de un nuevo mundo.