Un asunto de fantasmas

Por Fernando Helguera

A mediados de la semana acudí a una cena en la terraza de una amiga; un jardín hermoso, compañía muy agradable, la comida deliciosa. Éramos cuatro (yo el único hombre) que nos situábamos en una mesa cuadrangular orientada con toda precisión hacia los puntos cardinales (no creerán que llevaba mi brújula en la bolsa, la anfitriona lo presumió), cada una de las cuatro en un lado de la mesa (sí, intencionalmente en femenino, pues si hay mayoría de mujeres, es una fórmula de respeto no usar el masculino… sinceramente, a mí no me resta masculinidad el hecho de que se me incluya en el género femenino si es mayoritario) a pesar de que el tamaño era para ocho personas; distancia social.

Tomábamos café o té, según la preferencia, con galletas, cuando se sintió aire frío de esos que pegan en San Miguel. La invitada situada a mi lado izquierdo preguntó si podíamos meternos para no enfriarnos, y la anfitriona dijo que mejor traería unos cobertores, pues no estaban las cosas para estar en interiores sin respetar las reglas sanitarias de la época de la Covid. Inmediatamente la invitada de mi derecha respingó y le dijo algo como “no serás de esas personas que creen que todo esto es real…”, a lo cual la anfitriona y mi vecina de la izquierda reaccionaron con un “no serás de esa gente que no se van a vacunar…”, al unísono, como si hubieran estado de acuerdo.

La discusión que siguió será fácil de recrear por quienes leen este texto, así que dedicaré mis palabras a otros matices de la situación. Demostraban tener la obligación de defender su punto de vista, atacando a la contraparte por su terrible ignorancia. Mi amiga a la derecha buscó apoyarse moral y físicamente en mí para equilibrar lo que parecía un “doble contra sencillo”; yo me sumé a la discusión sin tomar partido, sino aclarando que ahí todas (¿les sigue molestando a algunos?) creíamos en fantasmas de acuerdo con la particular conveniencia. Independientemente de lo que creamos, asumimos el fantasmato. Ya sé, esa palabra no existía hasta este instante, pero ¡qué bonito suena! El fantasmato es el lugar donde la persona se convierte en sus fantasmas, y donde dichos fantasmas cobran sentido más allá de provocar sustos o de querer pasar como seres etéreos, desapercibidos; todos los derechos del uso de esta palabra son libres, y puede reproducirse ilimitadamente por mis lectores o cualquier otra persona interesada. 

Externé que me parecía curioso que, si a nadie en la mesa le constaba científicamente el contenido de la famosa vacuna, la defendieran o atacaran al grado de externar que quien no piensa igual tiene una consciencia inferior. Que, si sólo se basaban en lo que otros dicen y publican, pero que tampoco pueden comprobar seriamente, es agresivo, aunque de forma velada, considerar inferior al otro. Creer de esa forma es derecho de cualquiera; todos deberíamos poder creer en diferentes dioses y fantasmas, sin por ello ser agredidos o menospreciados. En ese momento se acabó la división… todas se me fueron a la yugular, ocupando con orgullo su fantasmato.

La misma posición de agresividad es mayoritaria si se habla de tantas otras posturas:

-Ayudo a una persona del sexo femenino a cargar cajas, y recibo “¡qué asco, machista, yo puedo sola!”, cuando ese principio de ayuda es válido para mí, sea quien sea el beneficiado.

-Digo que es bueno que se dediquen fondos del erario a las comunidades rurales y entonces soy cuatrotero, rojillo, y retrasado mental si no acepto que vivimos la nueva Venezuela.

-Comento que a eso de “decretar” no le encuentro sentido si no se actúa para que las cosas sucedan, por más que digas “gracias, gracias, gracias” y “hecho está”, y entonces sufro de pobreza espiritual y poca evolución en mi ser.

-Externo que no es mi principal interés hacer dinero con las Obviedades Ignoradas, que lo obtengo mejor de la arquitectura, y resulto tener poca visión porque nada tendría de malo capitalizarlas. Quiero ser claro, hago arquitectura para comer, y escribo para sobrevivir.

-Si en un grupo soy el único hombre y por ello me refiero a nosotras, soy atacado por usar mal el español. Se dice “nosotros”, favor de no herir las buenas costumbres o las malas masculinidades. Quiero ver si ahora que no estoy frente a ustedes, sucede lo mismo.

-Podría seguirme durante horas con ejemplos de “Las posturas desde el fantasmato”, pero perdería mi oportunidad de oro, pues justo ahora tengo el camino libre para salir de mi escondite y llegar al automóvil, y así escapar de las garras de las tres cazadoras que aún me están buscando para lincharme, por pretender que es irrelevante la obligación que tienen de ser dueñas de la razón.