“Dioses de México”- un retrato poético de la persistencia indígena

Por Jeffrey Sipe y Nina Rodríguez

Dioses de México, ópera prima de Helmut Dosantos, es un documental poético que retrata la gran variedad de comunidades indígenas y afrodescendientes del país, llevando vidas arduas en numerosos entornos, con el común denominador de su distancia a una modernidad que sigue, aunque precariamente, a raya.

Al igual que otros cineastas mexicanos actuales, Dosantos ya se había ocupado de la lucha de los grupos indígenas de México por conservar su patrimonio cultural, entre otros como productor de Noche de fuego, en la que un pequeño pueblo se ve obligado a trabajar para los cárteles y a defenderse de la policía. Esta película fue la candidata mexicana para los premios Oscar el año pasado. Dioses de México fue galardonada en los Festivales de Cine DocAviv en Israel y de Tacoma de Estados Unidos.

Aunque Dioses de México se califica de documental y efectivamente documenta aspectos de la vida de sus protagonistas, todas las escenas de la película están guionizadas. La fotografía es de una belleza impresionante, cada plano y cada escena se planificaron meticulosamente. Sin diálogos, la narración se basa principalmente en la fotografía, todo en la película se relaciona con el público visualmente sin explicar a la audiencia dónde exactamente se encuentran estas personas ni, con pocas excepciones, cómo podrían vivir lejos de las salinas o fuera de las minas. Al mismo tiempo, se añade un elemento básico de causa común a todos los grupos de la película, independientemente de su ubicación o etnia, queda claro que las subculturas de todo México se enfrentan a la misma lucha.

Las diversas viñetas que componen Dioses de México no son narraciones en el sentido convencional. No hay personajes protagónicos como tal. En su lugar, nos centramos en las condiciones de trabajo a las que se ven obligados los sujetos de la película, en su mayoría hombres. Y esas condiciones, aunque quizá culturalmente tranquilizadoras por su familiaridad, son bastante duras. El único índice de la presencia de tecnología en cualquiera de los lugares de trabajo resulta ser una pequeña grabadora que reproduce música mientras uno de los obreros baila para sus amigos. Una de las primeras cosas que nota el espectador es que en la película sólo se ve trabajo manual, incluso en las minas subterráneas.

No es un tema inusual en el cine mexicano; pero se expresa con especial elocuencia en Dioses de México, donde los efectos visuales pasan de colores ricos y oscuros a secuencias rodadas en blanco y negro, y otras que son esencialmente retratos en movimiento de sus personajes. No hay una historia real, así que depende de estos efectos visuales atraer al público, y sin duda lo consiguen.

Dioses de México llega a la pantalla como respuesta a un país que sigue luchando por implantar el desarrollo económico, un objetivo admirable pero cargado de inconvenientes para las culturas aisladas y centenarias que salpican a México. El cine independiente mexicano ha dado la voz de alarma en repetidas ocasiones. Pero la pregunta sigue siendo: ¿Alguien escucha?Tras su recorrido por festivales como True/False y FICUNAM, Dioses de México formó parte de la última edición de la Muestra de la Cineteca Nacional y actualmente se estrena en salas del país. En San Miguel de Allende se presentará en el Compartimento Cinematográfico a partir del 1 de febrero.