Más Cine Mexicano, por favor: Cosas que no hacemos

Por Jeffrey Sipe y Nina Rodríguez

Los documentales se realizan en una gran variedad de estilos y duraciones. En Cosas que no hacemos, el director mexicano Bruno Santamaría optó por la tradición de largometraje narrativo, instalándose en un pequeño pueblo donde encuentra una historia cuyo impacto va mucho más allá del México rural.

El hecho de que la película toma su tiempo para llegar a esta narrativa refleja el acercamiento de su director: «En Cosas que no hacemos quería hablar de la represión, de cómo la sociedad nos impide hacer las cosas que queremos», explicó Santamaría en una entrevista reciente. «Esto fue lo único que sabíamos cuando empezamos a filmar. Fue algo difícil para el equipo— me preguntaban todo el tiempo ‘¿qué estamos haciendo?’ y yo les respondía ‘no estoy seguro, sólo sé el título y que se trata de cosas que no hacemos’. De repente, apareció Arturo… y yo esperaba que las cosas sucedieran, no quería forzarlas. Con Arturo fue igual— de repente estaba en medio de nuestros ojos, y le preguntábamos qué sentía y construíamos la historia a partir de lo que nos contaba».

Arturo, de 16 años, se llama Ñoño en la película y siempre está rodeado de niños mucho más pequeños, nunca de amigos de su edad. Luego, en la única escena actuada de la película, Ñoño se retira a un lugar escondido en las afueras del pueblo y, en un largo plano secuencia, vemos que se quita la ropa y se pone un vestido, haciendo realidad su sueño de vestirse como mujer.

«Para mí lo más interesante», dijo Santamaría, «es que fue una idea, una propuesta mía de filmar un sueño, pero a la hora de rodar, empezaron a suceder cosas reales y Arturo se puso muy emocional, muy emocionado… estábamos jugando como niños y de ahí empezaron a suceder las cosas reales».

Cosas que no hacemos es un coming of age en el que las transformaciones inevitables de la adolescencia se combinan con la realidad íntima de Ñoño ante su necesidad de identificarse como mujer, un secreto que transforma el punto de vista de la película desde el de los niños del pueblo al de Ñoño. También conduce a un clímax emocional cuando confiere el sueño de vestirse como mujer a sus padres. La respuesta de su papá— «Si ese es tu sueño, entonces tienes que seguirlo»— es una declaración impresionante del amor y del respeto incondicional que los padres deben a sus hijos.

Aunque Ñoño se convierte en el centro de atención de la película, también seguimos el crecimiento del resto de los niños del pueblo, que además de las realizaciones normales de la madurez, también conlleva acostumbrarse a la presencia de la violencia en su entorno.

Lo particularmente impresionante en este retrato de las vicisitudes del crecimiento son el acceso y la confianza que el director logró con todos sus protagonistas. 

Una muestra ejemplar del potencial del cinéma verité, Cosas que no hacemos se presentará en el Compartimento Cinematográfico el próximo miércoles, 12 de octubre, inaugurando una serie de seis funciones gratuitas al aire libre de lo mejor del GIFF bajo el título «Más Cine Mexicano, por favor».