Por Claudia Castillo
El pasado es ese lugar en nuestra psique que usamos como bote de basura, cementerio, hoyo negro o sótano. Ese espacio en donde desearíamos que el dolor y las malas experiencias desaparecieran. Sin embargo, hay que tomar conciencia de que a nivel energético, como dice Antoine Lavoisier, la energía ni se crea ni se destruye, solo se transforma.
Así que, por más esfuerzos y batallas internas por callar y evadir los gritos silenciosos de nuestros recuerdos no sanados, lo que no se transforma sigue teniendo la misma vida y vigencia en nosotros que cuando ocurrió.
El ego y la mente utilizan como material de construcción de nuestra identidad todas las experiencias que vivimos y las convierten en columnas sobre lo que se edifica, lo que creemos y decimos que somos.
A partir de esta construcción interna y casi siempre inconsciente, nos autodefinimos como el hijo(a) de tal mamá, de tal papá, la exnovia(o) de tal pareja, al que abandonaron, a la que traicionaron, al que nunca valoraron, a la que lastimaron, etc., entonces el dolor de lo que nos pasó se vuelve más grande que nuestra objetividad, claridad, razón, sabiduría y conciencia y entonces olvidamos que eso que vivimos no es lo que somos, sino simplemente lo que nos pasó.
¿Qué de mi pasado sigue en mi presente? ¿Qué patrones se siguen repitiendo? ¿Con qué historia de vida me sigo identificando? ¿Qué de mi pasado me sigue doliendo?
Todo lo que no liberamos sigue siendo parte de nuestra historia. No hay posibilidad de transformar o liberar algo que está en la oscuridad, lapidado para no ser visto.
En la inmensidad del olvido, los recuerdos van tomando vida propia, se transforman en monstruos que nos reclaman, nos van consumiendo a cuentagotas nuestra energía vital y distorsionan nuestra perspectiva de la realidad.
Si anhelamos recuperar nuestra vida y vivir un presente que dé paso a un nuevo futuro, hay que tener la valentía y la compasión necesarias para desenterrar esos pasados, traerlos a la luz y mirarlos de frente, reconocer su dolor, su furia, su pérdida, la injusticia y la falta de explicaciones.
Desde la distancia hay que mirar esas versiones pasadas de nosotros mismos desde lo que somos hoy, con lo que ya sabemos, con lo que ya aprendimos y maduramos y con la mente más fría y el corazón más calmado leer entre líneas cuál pudo haber sido el propósito de esa experiencia, ya que hasta que no recojamos la bendición oculta de esa vivencia y no tomemos conciencia de ella, estamos condenados a repetirla una y otra vez.
El tiempo es una ilusión; pasado y futuro son solo lugares en nuestra mente. Lo único real que tenemos es este momento, y en este momento, que me estás leyendo, puedes cambiar, con una decisión clara y enfocada, tu futuro y tu destino.
La manera de hacerlo es valientemente liberarte a ti mismo de las cadenas y ataduras de tus pasados, aprender de ellas, transformar el dolor en medicina y alimento para el alma.
Donde pones tu atención pones tu energía y donde pones tu energía pones tu vida.
Deseo que hoy pongas tu atención en ti mismo y en tu evolución.