En memoria de Francisco González Sánchez «El Sol»

Por Luis Felipe Rodríguez

Un personaje que es parte del panorama del corazón de esta ciudad que es el corazón de México: Francisco González. 

Nació aquí en 1954 y desde hace 56 años fue aseador de calzado. Sí, a los doce años de edad, pero desde los diez años vendía periódicos y fue aprendiz en la peluquería «Aldama» —que estaba en la calle de Relox— con don Marcelino Luna, más conocido como el «Chelín». 

En esa calle también peluqueaban Jorge Cadena y Nico Tovar en la peluquería: «Los compadres». Don Jorge se cambió tiempo después al Pasaje Allende y al último a su casa en la col. San Antonio. Nico también se cambió a su casa en la col. Aurora, aunque algunos años antes estuvo en la calle de Mesones. En ese tiempo no había las herramientas eléctricas que ahora existen, eran aquellas cortadoras de pelo mecánicas que algunos padecimos. Dado que no es fácil asear algunas cabezas por lo arraigado de sus traumas, don Francisco se inclinó con humildad y tomó una caja que había ahí y se dedicó a asear el calzado.

Muchas personas seguramente recuerdan a su antecesor en ese lugar del jardín, el popular «Basilia» o «Basi», quien daba oportunidad de aprender el oficio a varios chamacos con el compromiso de que siguieran estudiando para que no les pidieran dinero a sus padres. El afecto entre ambos fue tan fuerte que se adoptaron mutuamente como abuelo y nieto. Cuando Pancho estudió en el CBTis fue oficialmente su tutor. El difícil tránsito de la adolescencia que se nos presenta como un horizonte inmenso de oportunidades y con el ímpetu juvenil de esa edad lo deslumbró y el camino torció. No terminó el bachillerato.

Pancho levanta la vista como buscando en el infinito la imagen de «Basi», reconoce que de él recibió la mejor lección: disciplina y constancia. Pancho dice: «Basi era duro, por eso algunos no aguantaron y se fueron. Entonces se empezaba a trabajar de las siete de la mañana hasta las nueve y media de la noche, lloviera, tronara o relampagueara. Era exigente. Me hizo responsable.”

Recuerda que un día, al llegar a trabajar, un taxista le dijo: —Estaba «Basi» bien tomado aquí ese rato. «Basi» hacía mucho tiempo que había dejado la bebida y Pancho intuyó que era otro el motivo de la aparente borrachera de su tutor y cuando llegó a su casa confirmó sus sospechas: «Basi» tenía una crisis de la diabetes. Internado, luchó tres meses y… Perdió la batalla. Pascual Hernández Hernández, el popular «Basi» murió el 11 de marzo de 1991, a los 74 años. Dice que «Basilia» fue el sobrenombre que le pusieron porque de niño trabajó con una viejita que así se llamaba y vendía aparatos de petróleo (para los jóvenes de hoy he de decir que esos aparatos de petróleo son las abuelas de las estufas de gas actuales).

Pancho «el Sol», es parte de la imagen del jardín de San Miguel desde hace muchos años. Los turistas, cazadores de recuerdos, lo han retratado y de igual forma se han retratado con él. Don Pedro Vargas, el Samurai de la canción, lo buscaba para que le aseara el calzado y gustaba de platicar quedándose más tiempo del que el servicio duraba. También recuerda al tenor continental por sus propinas. Le daba un billete de $20.00 y lo enviaba por los periódicos del día, uno de cada uno. Pancho dice que gastaba diez pesos pero no le aceptaba el vuelto, don Pedro le decía: —eso es para ti. Don Francisco, el popular conductor chileno de un programa en EE.UU. también lo entrevistó para su programa televisivo. Otros medios más también lo han entrevistado.

Pancho, apasionado por la herencia del priista «Basi», recuerda con alegría las jornadas electorales en que participó. Sonríe recordando las atenciones que tuvo de presidentes como don Salvador de Lara, don Pedro Gerez, don Antonio Gil y varios alcaldes más. De Chucho Correa recuerda que fueron compañeros cuando ambos trabajaron un breve tiempo en la oficina de rentas y que cuando fue alcalde su trato fue igual que siempre.

Conocía «Basi» los secretos del oficio. Por ejemplo preparaba un jabón especial que se hacía verde que le aplicaban a los zapatos claros y uno de los clientes le puso a Pancho la “salsa verde” y al llegar le decía: ponle a mis zapatos salsa verde. Y cuando pasaba por aquí le saludaba: —¡qué pasó, mi “salsa verde”. Se llevó su secreto a la tumba y ahora se utiliza el jabón neutro o el jabón de calabaza. Los clientes saben que Francisco sabe su oficio y tratará a su calzado con profesionalismo utilizando los ingredientes y herramientas necesarios para dar un buen servicio, responsabilidad que ha inculcado a sus sucesores que hoy son su hijo y un ahijado. Hubo otros jóvenes a los que, siguiendo el ejemplo de «Basi», les ha dado oportunidad de aprender y practicar el oficio. Algunos no les gustó y cambiaron de giro, otros, por fortuna, siguieron estudiando, terminaron la universidad. En este caso recuerda a uno a quien le dice el «Che», aunque se llama Josué. Él está en los EE.UU.

Nos acordamos del jardín cuando el sitio Allende tenía pocos taxis y estuvo en el lado oriente del jardín. De los taxistas recordamos a don Bony, el Zorrita y sus hijos: Toño, Enrique y Pancho, los Aguado, los Zúñiga, Panchito, los “Lobos”: don Pedro Ramírez y sus hijos: Pedro, Ramiro y Rodolfo, etc. Los otros sitios estaban en San Francisco y el San Felipe en la plaza cívica.

Continuará…