La Construcción del Templo de San Francisco

Por Luis Felipe Rodríguez

San Francisco es la gloria churrigueresca de San Miguel de Allende. Su construcción comenzó en 1779 y tardó 20 años en terminar de construirse. Dejemos de lado las fantasiosas atribuciones sobre el arquitecto que la hizo. El gran Lorenzo Rodríguez, autor de Sagrario de México, había muerto en 1774, así que él no pudo ser el autor.  

Dejemos también de hablar de que fue hecha por mano indígena, pues todas las iglesias y casas de México han sido labradas por albañiles y canteros mexicanos. Se quiere dar una especie de valor añadido a la arquitectura colonial diciendo que las piedras fueron labradas por hombres del pueblo, pero eso pasa también ahora y en todas partes. Las iglesias polacas han sido hechas por albañiles polacos. Lo importante en una obra de arquitectura es el arquitecto y, en una fachada, el dibujante. Lo demás es habilidad manual de todos los pueblos en donde, claro está, pueden darse ciertas características populares, torpes y graciosas, ancestrales o improvisadas. San Miguel el Grande, digámoslo de una vez, era una ciudad criolla.

La fachada es churrigueresca y una de las mejores del país por sus proporciones, sus esbeltos estípites y sus finos medallones esculpidos. La fachada lateral, inconclusa, que no debe olvidarse, es aún más esbelta y delicada. Hay motivos para recordar obras churriguerescas de la Ciudad de México, como el propio Sagrario, pero también la escuela regional guanajuatense está presente, como en el rizado arco de la entrada que recuerda al templo de San Diego y la ventana rectangular de Rayas y otras iglesias de Guanajuato. El interior resulta de excelentes proporciones, con su alta y espaciosa nave, ahora llena de altares neoclásicos no exentos de interés (De la Maza, 1939).

Don Francisco Eduardo Tresguerras al construir esta torre siguió una estructura cuadrada, con esquinas rebajadas, de tal manera que es apropiado llamarle octagonal, siguiendo el modelo sanmiguelense de la pequeña torre de la Santa Casa de Loreto (1735), estilo que repite, en parte, en la torre de El Carmen de Celaya (1808), forma que encontramos con profunda tradición barroca en iglesias como Santa Prisca de Taxco (1758) o en la antigua Basílica de Guadalupe del Tepeyac (1709).

En la obra franciscana sanmiguelense, los lados más cortos del octógono están ocupados por columnas pareadas que sigue los órdenes: toscano el primer cuerpo, jónico con festones el segundo, y el tercero pertenece al estilo corintio, además en el segundo cuerpo aparecen junto a los arcos, pilastras planas estriadas del mismo estilo jónico.

En las cornisas de tercer cuerpo están las estatuas de ocho santos franciscanos que repiten en cuerpo entero sus representaciones del frontispicio: San Luis Rey de Francia y San Fernando de Castilla, San Antonio de Padua y San Buenaventura, San Diego de Alcalá y San Pascual Bailón, San Pedro Regalado, faltando la octava que fue derribada por un rayo en 1943.

La portada está perfectamente elaborada, revela la capacidad y personalidad artística definida y madura de su autor, capaz de fijar nuestra atención en su obra y de repercutir su arte más allá de su estructura, pues encontramos repetidos algunos de los elementos decorativos como en el pórtico del templo de la Concepción; en la ventana central de la casa del Conde del Jaral de Berrio (1787) conocida como la Casa del “Pachón”; así como en el pórtico de la Parroquia de Dolores Hidalgo (1778), que, a no dudarlo es obra del mismo arquitecto (López Espinosa, 2006).

El 13 de abril de 1799 terminó la construcción del templo de San Francisco.

Fuentes: San Miguel de Allende y sus monumentos, Francisco de la Maza, 1939

Estampas sanmiguelenses 3, J. Cornelio López Espinosa, 2006