La fundación de una escuela de Arte en San Miguel

Por Luis Felipe Rodríguez Palacios

En junio de 1937, el presidente Lázaro Cárdenas cedió en comodato el exclaustro de Las Monjas.

A continuación se lee un extracto tomado de: Cossío del Pomar en San Miguel de Allende,

Dr. Felipe Cossío del Pomar.

“Lo primero que había que hacer era comunicar mis planes al Gobernador del Estado, en aquel tiempo, el escritor y político Luis I. Rodríguez.

Acompañado por Leobino Zavala y José Mojica, emprendimos el viaje a Guanajuato, antiguo emporio monero, una de las ciudades más interesantes de México. Su caprichoso urbanismo adornado de plazas, lagos artificiales y jardines ha inspirado a muchos poetas y novelistas. Palacios derruidos, iglesias y casonas lucen su antigua opulencia.

Expuse al gobernador, con el entusiasmo de mi sincera convicción, mi proyecto de fundar una Escuela de Bellas Artes en San Miguel de Allende, y tuve la suerte de ser oído por una persona comprensiva. Ninguna objeción. Sólo palabras de aliento y promesas de ayuda. La primera dificultad material era encontrar un local. Nada mejor que el antiguo convento de las Concepcionistas, fundado por una hija del Conde la Canal, hermoso edificio de cantera: dos pisos con amplísimos claustros, en tan ruinoso estado que no conservaba una sola puerta, muchas de ellas arrancadas junto con los contramarcos y jambas de piedra de primorosa talla. Las habitaciones del primer piso, las únicas habitables, servían de cuartel a un escuadrón de caballería. El antiguo convento estaba bajo la jurisdicción militar, por tanto había que dirigirse al Gobierno Federal.

Del presidente de México Gral. De la división Lázaro Cárdenas dependía la fundación de la escuela. Otro amigo mío, el general Federico Montes, nacido en San Miguel de Allende, una de las figuras íntegras de la Revolución, se ofreció a presentarme. Con tal padrino, no tardé en ser recibido por el presidente.

Los nuevos dirigentes del gobierno mexicano daban importancia —sin precedentes en América Latina— a los asuntos relacionados con la cultura. La preparación intelectual del país significaba una garantía de triunfo de los principios revolucionarios. Al poner en primera línea la inteligencia y a los artistas, Vasconcelos no hizo sino continuar una tradición que desde los príncipes de Texcoco era fundamento de la civilización mexicana.

El palacio de gobierno, antiguo edificio virreinal, últimamente decorado de elocuentes murales, predisponía al optimismo, como predisponía al optimismo la personalidad del general Cárdenas. Me limitaré a evocar al general Cárdenas tal como lo vi esa mañana: alto, cabeza grande, frente saliente, cortés, estático el gesto de parsimonia india. Todo revela en él firmeza de carácter. Nada de ocultamiento.

Escuchó atento mi propósito de fundar una Escuela de Arte. En la exposición de mi proyecto hice intervenir argumentos convincentes, aunque sin el respaldo de antecedentes. Todo era futuro. Era futuro el impulso que podía dar a la ciudad una escuela que partiera del pueblo, del indio educado desde niño para convertirse —según sus aptitudes— en artista o artesano, sin descuidar la parte moral de su educación esta frase pareció despertar el interés del general.

—¿Qué necesita usted para realizar ese deseo?

—Un edificio en la ciudad de San Miguel de Allende. El que he escogido, ahora está ocupado por un regimiento de caballería.

—¿Cree usted que servirá para escuela?

—Sí, mi general.

Lázaro Cárdenas refrenaba el deseo de formular una pregunta que, sin duda repugnaba a su estilo de hombre discreto: su curiosidad por saber con qué medios contaba para realizar tan ambicioso sueño, en momentos en que las finanzas de la República se recuperaban de la última revolución cristera. No di tiempo a la pregunta. Evité la rutinaria explicación de la crisis por la que atravesaba el país y la urgencia de otros gastos que, en ese caso, eran argumentos justo.

—En cuanto a la parte económica —le dije— creo poder resolver sin ayuda del Estado. Poseo algunos recursos para hacer frente a los gastos de instalación. El resto dependerá de la acogida que tenga la Escuela en el extranjero. Muchos pintores me han prometido ayuda. Iniciaremos un curso de verano para extranjeros. Todas las instituciones de arte de los Estados Unidos recibirán periódicamente folletos donde figuren nombres destacados. Además, Diego Rivera, que me ha prometido dar conferencias, iniciaremos el curso con Carlos Mérida, Pablo O´Higgins, Chávez Morado, Rufino Tamayo, Federico Cantú, Archipenko y otros de análoga fama internacional.

El general me escuchaba sin despegar los labios. A veces sonreía ante el entusiasmo de mi convencimiento. No le oculté las dificultades a vencer. La ciudad carecía de las condiciones higiénicas que requiere la vida moderna. Pero hay agua en abundancia, huertos y casonas habitables, de gruesos muros. Y, lo que es más importante, desde hace cuatro siglos habitada por gentes cultas, con buenos modales y cortesía, gentes humildes, educadas, que sonríen sin afectación. Algo importantísimo que es difícil de improvisar.

Después de mi larga exposición, el general, fija en mí la mirada, aprobó mi idea de fundar una escuela en San Miguel de Allende. Comprendió plenamente lo que me proponía: convertir la villa agonizante en Ciudad Universitaria. Mientras la Secretaría de Guerra ordenaba “al coronel jefe del Regimiento de Caballería, acuartelado en el edificio llamado “Las Monjas”, en la ciudad de San Miguel de Allende, poner a disposición del doctor Felipe Cossío del Pomar dicho edificio en el término de 15 días, a partir de la fecha —junio 16 de 1937—. Sufragio efectivo, no reelección. (firmado), Lázaro Cárdenas. Presidente de la República».