Por Luis Felipe Rodríguez
El domingo 28 de mayo de 1967 empieza en SMA el sistema automático de Teléfonos de México.
La empresa Teléfonos de México fue fundada veinte años antes (1947) al fusionar las empresas Ericsson en México y la International Telephone and Telegraph Company, con lo que se convirtió en la única proveedora de servicios telefónicos en el país. El Estado mexicano otorgó facilidades para que el 20 de agosto de 1958 empresarios mexicanos adquirieran la totalidad de las acciones de Telmex que estaban en poder de las dos transnacionales (ITT y Ericsson), con lo cual el capital nacional logró controlar a dicha empresa.
Y así como en la serie española “Las Chicas del Cable” se representa a las telefonistas como un referente feminista, fue una realidad: las primeras mujeres en trabajar como operadoras telefónicas marcaron un antes y un después en el mercado laboral para las mujeres, porque se salían de los estándares que hasta entonces se les habían marcado y lograron hacerse un hueco en el mundo laboral, mundo que en aquellos años estaba dominado completamente por hombres.
Aquí en San Miguel las oficinas estaban instaladas en la primera calle de Hidalgo, la encargada era la Srita. Soledad (Cholita) Ceballos (que ahí mismo vivía) y las telefonistas eran (a riesgo de que me falte alguna): Doña Josefina García Rincón de Sautto, Doña Beatriz Frías, Esther Sierra, Tita Saavedra, Tere López, Tere Aguado, Angelina Gómez, Carmen Contreras y Tere Rodríguez
Los últimos años la suplente de ellas fue mi esposa: María Cristina Téllez Muñoz quien me proporcionó los datos de este que fue su primer empleo. Los técnicos eran don Nacho Chávez y sus hijos, Jesús (el «Chusgue») y Miguel (el “Boa”), y de Celaya venía Rubén, el famoso “Ranchero”.
Ella también me recuerda que uno de los teléfonos más utilizados era el que estaba al público en el Mesón de San José; tal vez algunos recuerden que los locatarios del Mercado «Ignacio Ramírez» se apoyaban a voz de cuello gritando: “Juan Pérez tiene llamada” y el que escuchaba repetía la noticia y así volaba de puesto en puesto hasta el local de Juan, quien venía a contestar en pleno pasillo de la entrada del Mesón y ante el discreto silencio de los presentes.
De igual forma, era común que se llamara a la XESQ para solicitar una melodía en el programa de Complacencias Musicales y luego regresara rápido para escucharla a través de las ondas hertzianas de los 1280. ¡Qué tiempos aquellos, señor don Simón! Y esto me lleva a comprender aquellos versos que dicen: «Piensa, amor mío en el cúmulo de hechos que deben haber coincidido para llegar a esto tan simple… nuestro amor». Si ella hubiera tenido más tiempo trabajando se hubiera ido también a Celaya pero, esa es otra historia, mejor sigo con esta.
Trabajaban con tableros en donde estaban colocados los 400 números que entonces tenía la población y que las telefonistas debían tener memorizados no sólo con los nombres de los propietarios sino de los familiares y, en algunos casos, la forma social como eran conocidos.
El usuario tenía que llamar a la central y la operadora recibía su petición, por ejemplo:
– ¡Comuníqueme con el # 1-37!
– Enseguida, señor.
Sólo como recuerdo, algunos números telefónicos nos pueden recordar su antigua asignación por ejemplo, en mi caso personal, tenía el 2 09 11, que cedí cuando se intentó unificar el sistema de emergencia y me lo cambiaron por el 2 64 11 pero, antes, fue sin el dos y, reitero, sólo había 400 números, algunos eran:
1 Presidencia municipal
12 Fábrica La Aurora
20 Lic. Leobino Zavala C.
22 Policía Municipal
45 Hospital Civil
68 Enfermera Carmen Barajas
Y varios más, hasta 400.
Al hacerse automático el servicio telefónico, era innecesario que todo el personal antes citado siguiera trabajando, aunque a las trabajadoras se les respetó su derecho laboral y se les ofreció continuar en Celaya, lo que la mayoría aceptó.
Por su parte, hubo un sensible mensaje que recogió el periódico de entonces, El Fisgón Anteojudo, que dice:
“Los que laboramos en la grandiosa empresa de Teléfonos de México durante 29 años, los que nos haremos a un lado para dejar paso libre a los aparatos electrónicos para el futuro y servicio automático, tenemos mucho que agradecer a los representantes de esta empresa, a los dirigentes sindicales, a nuestros compañeros y claro que también a todos y cada uno de los suscriptores de esta ciudad, este pequeño y hermoso jirón de nuestra querida Patria, San Miguel de Allende, que va caminando a pasos agigantados hacia el progreso.
Deseando que cada uno de nuestros actos se conviertan no en espinas sino en fragantes rosas, enviamos nuestros saludos y agradecimiento para los abonados telefónicos que, sólo por su bondad, nos obsequiaron diferentes clases de regalos en Navidad o el día de la telefonista, el primero de agosto”.
Para todos, solamente deseo dicha, paz y prosperidad.
San Miguel de Allende, Gto. Sábado, 27 de mayo de 1996, último día de trabajo en la oficina.
Atentamente:
Josefina García Rincón de Sautto Malo.