Mientras los gobiernos debaten quién es más democrático, Tesla sí llega a México

Por Juan Hernández

Cuando el hombre más rico del mundo, el estadounidense Elon Musk, anunciaba una inversión de más de cuatro mil millones de dólares para abrir una planta de Tesla en Nuevo León, al mismo tiempo las relaciones bilaterales entre los gobiernos de Estados Unidos y México se tensaban. El Departamento de Estado Norteamericano, encabezado por Antony Blinken, hizo un llamado a fortalecer un sistema electoral independiente en México, comentario que causó que nuestro presidente declarara que “hay más democracia en México que en Estados Unidos”. En medio de estas polémicas bilaterales, siempre hay víctimas colaterales: instituciones públicas, sector empresarial y, sobre todo, la ciudadanía, incluida nuestra comunidad migrante. No obstante a las discusiones diplomáticas, si algo debemos tener claro es que la democracia continuará en ambos países, a pesar, incluso, de sus propios gobiernos. Y si algo debemos de celebrar es que con Tesla llegan también miles de oportunidades de trabajo para los mexicanos. 

Las relaciones bilaterales son fundamentales para el desarrollo de todos los países. En nuestro caso, no se entendería la vida política, económica y cultural de Estados Unidos y México sin los lazos tan arraigados que nos unen. En materia económica, por ejemplo, peleamos con Canadá para ser los principales socios comerciales de la Unión Americana. En el tema cultural, tenemos ya tanta influencia en las costumbres de nuestros vecinos del norte (en gran medida por los migrantes, por cierto), que el guacamole mexicano volvió a ser una de las estrellas infaltables del Super Bowl, superando en popularidad a Rihana. Y del tema político, qué podemos decir si en 2024 habrá elecciones presidenciales en ambos países y, dependiendo de los resultados de las dos contiendas, las puertas a una mejor relación bilateral pueden seguir abiertas o, tal vez, se terminen de cerrar. 

Ahora bien, en materia de migración, la relación bilateral de Estados Unidos y México es de las más complejas. Podríamos hablar de varios momentos históricos que la han marcado para bien y para mal. Si nos enfocamos en la época contemporánea, podemos destacar que la última gran reforma integral la realizó Ronald Reagan en 1986, hace más de treinta y siete años cuando el presidente de México era Miguel de la Madrid. Y más recientemente, la era de Donald Trump se caracterizó por su narrativa de odio hacia los migrantes: “Nos mandan gente con un montón de problemas que nos traen drogas, crimen, violadores…”, comentó en un discurso al referirse a nuestros paisanos mexicanos. 

En el caso de los actuales gobiernos, los especialistas hablan de que Joe Biden y Andrés Manuel López Obrador han mostrado una relación un tanto fría y distante. Si bien hace unas semanas se realizó la Cumbre de Líderes de América del Norte, la migración no figuró como parte importante de la agenda, a pesar de que se trata de un tema de vida o muerte para los incontables migrantes que ahora mismo se encuentran varados en la frontera. Parecen lejanos aquellos tiempos de entendimiento en que los presidentes Vicente Fox Quesada y George W. Bush planeaban llevar a tal nivel la relación bilateral que los medios llamaban a esta visión compartida “el siglo de los americanos”. 

No obstante, hoy en día vivimos tiempos aún más complejos y de gran incertidumbre para los migrantes. El mismo Tonatiuh Guillen López, ex comisionado del Instituto Nacional de Migración, destaca en uno de sus últimos artículos que Biden está construyendo un muro blando. “Es una estrategia que avanza y cumple su objetivo de contención, a pesar de sus elevados costos en la violación de derechos de las personas que no puedan cumplir sus procedimientos o que efectivamente les resulta inevitable la movilidad irregular”, dice Tonatiuh sobre cómo Biden sin costo alguno ha generado, a través de medidas migratorias, castigar y excluir a quienes intenten la migración irregular (y ha sido sin la necesidad de construir un muro, para envidia de Donald Trump.)   

Como hemos visto, las relaciones bilaterales construyen o complican el desarrollo de políticas públicas. En este sentido, hago un paréntesis para destacar lo que hemos hecho en Guanajuato. El gobernador Diego Sinhue Rodríguez Vallejo rindió su quinto informe de resultados en el que resaltó el crecimiento económico y demográfico que ha tenido Guanajuato en las últimas tres décadas. Ejemplo de ello es el impulso que nuestra entidad le ha dado al llamado “Gran Bajío”, porque, al sumarnos a esta iniciativa del sector empresarial, se ha facilitado la generación de proyectos y la atracción de inversiones. Ahora bien, a pesar de que la relación bilateral en torno a la migración es muy compleja, en nuestra entidad hemos tratado de integrar a los migrantes a esta inercia de desarrollo. Tan sólo hace unas semanas el gobernador visitó la Casa Guanajuato Dallas-México, en donde invitó a los exgobernadores de los últimos treinta años, quienes han sido parte del fortalecimiento de la atención a nuestros migrantes.

Mientras los gobiernos siguen discutiendo sobre quiénes son más democráticos, Elon Musk decidió venir a México para generar miles de empleos. Estas oportunidades servirán para que más mexicanos encuentren en su tierra la posibilidad de crecer y no verse obligados a dejar a sus familias para buscar el sueño americano.

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Juan Hernández actualmente es el Secretario de Migración y Enlace Internacional del Gobierno de Guanajuato y colabora para el Periódico El Sol del Bajío; esta columna fue publicada con autorización.