Por Natalie Taylor
Una familia de San Miguel de Allende ha dejado una contribución duradera en el arte de nuestra ciudad. Su legado abarca casi 200 años, desde el siglo XIX hasta el presente. Tuve la suerte de conocer a uno de los descendientes, Rolando Guerrero García, quien amablemente me invitó a su casa, me mostró algunas de las obras de arte de sus antepasados y compartió la información que tiene sobre ellos.
El tatarabuelo de Rolando, José María Barajas, nació en San Miguel de Allende en 1840. Rolando no está seguro de dónde estudió José María Barajas, pero cree que pudo haber recibido su educación artística en la Academia de San Carlos, un renombrado colegio de arte, arquitectura y diseño, fundada en el siglo XVIII. Aunque no ha encontrado documentación, cree que su antepasado no podría haber pintado tan exquisitamente como lo hizo él, sin una base sólida de una escuela de arte distinguida.
Las obras más importantes de José María Barajas son los murales que realizó en Atotonilco. Sabemos que la mayoría de los murales del Santuario fueron realizados por Antonio Martínez de Pocasangre en el siglo XVIII. Sin embargo, Pocasangre no pudo terminar todos estos murales en vida, y el trabajo quedó incompleto durante casi un siglo. Fue José María Barajas quien completó la obra en la Capilla de Loreto, en el Santuario de Atotonilco. José María Barajas también fue pintor sobre lienzo, y Rolando tiene varias de sus pinturas en casa. Otro de sus trabajos es la restauración de un mural en la iglesia de San Juan de Dios. Se encuentra en la pared izquierda, al entrar a la iglesia por la puerta principal.
Dos generaciones después de José María Barajas, nació en San Miguel de Allende el 10 de septiembre de 1912 su nieto, Lorenzo Barajas Moreno. Desde muy temprano aprendió a apreciar el arte en todas sus formas. Debió mostrar una inclinación artística, porque su abuelo paterno, José María Barajas, comenzó a instruirlo en el dibujo y la pintura, y quizás lo orientó hacia la carrera de artes visuales. Lorenzo fue a la escuela de artes en Querétaro y le fue tan bien que lo invitaron a dar clases en la Academia de San Carlos en la Ciudad de México. Sin embargo, no quería dejar su ciudad natal y decidió quedarse en San Miguel de Allende.
En San Miguel, Lorenzo se hizo dibujante y caricaturista. También se ganaba la vida creando anuncios y carteles publicitarios para empresas locales. Era, en efecto, un diseñador gráfico sin título oficial. Hubo varias obras públicas que creó Lorenzo, que lamentablemente ahora se han desvanecido. Uno era un gran mural que mostraba un mapa de San Miguel, que estaba ubicado en una de las paredes del sitio que fue la primera gasolinera de la ciudad. Esa pared es parte de la tienda de decoración para el hogar, Armida, al lado del Instituto Allende. El mapa, sin embargo, ya no está allí. También pintó un retrato de Ignacio Ramírez, el Nigromante, a quien admiraba mucho. Ese retrato estaba ubicado dentro del mercado Ignacio Ramírez que se incendió en la década de 1960. Otra obra fue un cuadro del Indio Triste, en la calle del mismo nombre, que también desapareció.
Pero todavía quedan obras de Lorenzo Barajas que podemos apreciar hasta el día de hoy, si las encontramos. Realizó las ilustraciones de El Héroe Olvidado, biografía de Ignacio Allende. También hizo todos los dibujos de Anécdotas sin importancia, un libro de José Mercadillo, párroco de la Parroquia desde los años treinta hasta los sesenta. Sus caricaturas y dibujos también se pueden encontrar en otros libros de historia, y en la revista Providencia, de la que fue colaborador durante muchos años. Además, realizó algunos trabajos de restauración de los murales en Atotonilco. Lorenzo fue cofundador del club filatélico sanmiguelense. Su nieto me dijo que debido a que era difícil encontrar muchas estampillas internacionales, Lorenzo las recreó meticulosamente a mano.
El legado artístico de la familia Barajas continúa con Rolando, quien tiene una licenciatura en arte de la UAQ, la Universidad Autónoma de Querétaro, y es un excelente pintor. Realiza retratos al óleo, en su estudio de la casa familiar. La obra de arte iniciada por su tatarabuelo, José María Barajas en el siglo XIX, creó una cadena ininterrumpida, cuyo último eslabón es Rolando Guerrero García.
Natalie Taylor: Licenciada en Literatura Inglesa y Periodismo, Universidad de Loyola, Chicago, 1995. Máster en Escritura Creativa, Vermont College, Montpelier, VT, 1999. Escritora, editora y periodista publicada. Profesora de español en Estados Unidos, profesora de inglés en Buenos Aires, Argentina. Traductora. www.natalietaylor.org Contacto: tangonata@gmail.com