Por Rodrigo Díaz, Josemaría Moreno y Bernardo Moreno
La experiencia de rayarse siempre es algo muy personal. Para uno de nosotros, pasada la etapa de definición –se escogió una pieza de una artista plástica local–, vino la intervención del artista del tatuaje, Ramón. Se le dio una imagen de la obra y Ramón la digitalizó.
Era crucial el tamaño, ya que tenía que hacer match con el tatuaje en el otro brazo. Los dos tatuajes son parte de la serie de pinturas llamada “desperdicio”. Seres creados de pedazos de juguetes encontrados en la basura, personajes formados de diferentes retazos.
El estudio de Ramón ubicado en la colonia Guadalupe es personal, por cita, no tatúa a la ligera, eso es importante para cualquier artista: que le guste y se comprometa con su trabajo. Ramón transfirió la imagen al antebrazo izquierdo y quedó perfectamente ubicado según la altura y el ancho. Empezó con calma pero decidido, duró tres horas el proceso.
Uno se mete en una especie de meditación lograda por el dolor, el ruido de la máquina y la respiración; para cuando terminó, además de finalmente ver la imagen definitiva, se sintió una sincera liberación.
Y esa es parte de la cuestión que queremos discutir en esta columna: a través del tatuaje se liberan emociones y tendencias –a veces incluso primitivas– que lo hacen un tema de reflexión suficientemente complejo como para acompañarlo de tres recomendaciones artísticas que aquí te dejamos.
Christopher Nolan, Memento, 2000
Basada en el relato Memento Mori, escrita por su hermano Jonathan, este segundo largometraje del director americano, es una verdadera película de suspenso en toda la extensión de la palabra: el juego incesante de analepsis y prolepsis, hacen de esta historia un obscuro rompecabezas en la mente del protagonista, Leonard Shelby (Guy Pearce) —pero también del espectador—, quien padece de amnesia anterógrada tras sufrir un fuerte trauma cerebral, por lo que es incapaz de almacenar nuevos recuerdos. Sin embargo, movido por un fuerte deseo de venganza, a través de fotografías instantáneas y “pistas” que va tatuando en todo su cuerpo, reemplaza la falta de memoria por la indeleble tinta sobre su piel, con el objetivo implacable de dar con quien violó y asesinó a su esposa. Pero todo se ve arrastrado por una caótica vorágine, cuando los personajes del film ven en la determinación de Leonard y en su padecimiento, una herramienta infalible para sus propios fines. La historia se desarrolla a través de una línea temporal retorcida, donde la capacidad de deducción del auditorio es puesta a dura prueba llena de tensión, emoción y vueltas de tuerca. A pesar de provocar diferentes teorías en la resolución de la historia, Nolan ha declarado: “hay una verdad que un visionado atento puede revelar”
Sigmund Freud, Tótem y tabú, 1913.
Comencemos mencionando el sugerente subtítulo de esta obra: Algunas concordancias en la vida anímica de los salvajes y de los neuróticos. Pasemos de largo de las consideraciones necesariamente anacrónicas acerca de lo que es un salvaje y lo que es un ser civilizado, y demos revista a este hermoso ensayo filosófico y antropológico. El inicio mitológico de la cultura y la función del superyó guardan, para Freud, analogías sorprendentemente clarificadoras para la vida yoica de toda persona. Entre el deseo y la prohibición, entre la pertenencia a un clan y su destrucción, no median más que grados –o tintas, en ocasiones, literalmente grabadas sobre la piel. Lo que te define como parte de un grupo es el rechazo a lo que más es deseado en él: la transgresión a la norma, como diría Bataille, de manera mucho más polémica, décadas después. Es inevitable pensar en la moda estética seguramente más prevalente en la actualidad, el tatuaje, que por omnipresente, se revela como lo que siempre fue, una señal y huella de una tendencia primitiva y fundacional: el deseo de pertenecer a una tribu y, no obstante, trascenderla; ser parte de ella, pero solo (sin acento, nótese), como la más única.
Coco Rosie, Noah´s Ark, 2005
Más original en el mundo del indie que Coco Rosie, difícilmente. Las hermanas Bianca (Coco) y Sierra (Rosy) Casady forman este grupo. Sierra canta como soprano, toca la guitarra, el piano y el arpa. Bianca canta con un falsete único y se encarga de sonidos sacados de juguetes, grabadoras, animales, sintetizadores. Noah´s Ark, segundo disco de la banda, vio la luz en 2005, con destacadas colaboraciones de Antony and the Johnsons –ahora Anohni–, Devendra Banhart y el rapero Spleen. Las revistas especializadas en música dieron muy distintas sentencias. Pareciera que te adentras a un universo infantil terrorífico, en trance, hipnótico, fastidioso, profundo y al mismo tiempo hermoso y sutil. Sonidos incómodos y a la vez dulces. Letras que rompen paradigmas: “todos esos hermosos muchachos, proxenetas y reinas y queers criminales. Tatuajes de barcos y tatuajes de lágrimas”.