Por Josemaría Moreno y Rodrigo Díaz
La devoción es el tema de nuestra recomendación de esta semana en la que tantos mexicanos –un país profundamente creyente y devoto– estarán preparando su tributo y plegaria a la mujer que más ha moldeado una identidad nacional y cultural: la Virgen de Guadalupe. Pero quizás aquí sería oportuno hacer un paréntesis polémico, ¿es correcto llamarle mujer a esta deidad colonial? A estas alturas ¿es justo seguir asemejando a las mujeres reales de carne y hueso –minimizando su lucha personal en busca de autonomía– a una figura clásicamente sumisa que histórica e ideológicamente ha sido utilizada para explotar a otros? Quizás sea necesario volver a poner en duda el objeto de nuestras devociones –cualesquiera que éstas sean– y disfrutar el resultado de estos análisis. Proponemos tres breves iconoclastias.
Orange Road, Isaí Moreno, Nitro/Press, 2019
Intoxicados por una devoción delirante, los integrantes de una secta religiosa que acampa en el fuselaje de un avión derribado, se ven inmersos en una campaña temeraria y furibunda: un acto terrorista que sacará al mundo de su sueño. Bajo una atmósfera onírica, desértica y apocalíptica, donde el éter, la carretera y la psicosis son elementos siempre presentes, vamos siendo testigos de la locura del singular grupo dirigido por un líder amoroso e implacable, que se presenta como el ungido, guía innegable que los llevará al filo de Orange Road. Plagado de aforismos que se antojan verdades abstractas, este fabuloso libro de hipnótico estilo, se antoja un evangelio de la destrucción.
La vida de Brian, Monty Python, 1979
Quizás no es la comedia más reconocida de esta tropa de comediantes tan insolentes como brillantes, pero definitivamente es la más irreverente. Una crítica mordaz a las creencias religiosas, pero también a los fanatismos y dogmatismos de cualquier tipo, ya sean de origen pagano, imperial-nacional, o simplemente personal. Brian, quien naciera el mismo día que Cristo y a unas cuantas puertas de su pesebre, desmonta y destruye la aparente necesidad humana por buscar a quien rendirse y someterse ante su supuesto poder o sus promesas de salvación. A falta de más espacio en esta columna, sólo recordamos la infame escena final de este largometraje en el que todo un cerro del calvario, plagado de crucificados, cantan alegres: “siempre mira el lado bueno de la vida”.
Ascension, John Coltrane, 1966
Considerado como el álbum “punto de inflexión” en el trabajo de este verdadero monstruo del saxofón, ya que con él da inicio su inmersión en el universo del free jazz —dejando, también, atrás a los cuartetos— esta producción es una verdadera obra de arte, un tributo a la música cuya devoción lo sacó de su adicción a la heroína tras una experiencia espiritual de la que hablaba a menudo, que le hizo despertar de su “sueño dogmático”, marcando claramente su trabajo desde entonces. No por nada muchos periodistas solían decir que Coltrane hablaba con Dios y, cuando lo escuchamos, sabemos que la metáfora es apropiada.
Josemaría Moreno Investigador posdoctoral en filosofía, traductor y editor de textos de interés actual.
Rodrigo Díaz Escritor de cuentos de ficción. Alimañas (Ediciones Periféricas-Ediciones La Rana,2021) es su última obra publicada.