Por Josemaría Moreno y Rodrigo Díaz
El riesgo de entrar en contacto con agentes tóxicos, a lo largo de nuestras vidas, es inevitable, estamos rodeados de ellos, casi deliberadamente: químicos para limpiezas profundas, combustibles, pegamentos, psicotrópicos sintéticos, bebidas adulteradas, relaciones enfermizas. Lejos ya de la ingesta calculada para entrar en contacto con las deidades en busca de algún favor o guía espiritual, en aquellas cosmovisiones de las que hoy derivan algunos engendros new age, más tóxicos que la mismísima psilocibina. Pero la intoxicación, como proponemos en esta nueva entrega, también puede ser metáfora, paralelismo, refugio y catalizador de reflexiones en el caótico transitar de nuestra existencia. O todo lo contrario.
El esplín de París. (Pequeños poemas en prosa), Charles Baudelaire, 2014.
Mucho se ha hablado de los poetas modernistas y sus aficiones a sustancias enervantes y la ebriedad. Pero curiosamente esta obra que recomendamos resulta ser de una sobriedad que intoxica. Recordemos el famoso verso que reza: “Hay que estar siempre borracho […] Pero ¿de qué? De vino, de poesía o de virtud, de lo que quieras. Pero emborráchate.” Este autor marcó decididamente a la literatura de occidente, abriendo para ella la posibilidad de explorar temas prohibidos: encontrar en lo degenerado y lo mal formado la parte más estética de lo humano, hallar en la decadencia la belleza más pulcra, denunciar la falsa moralidad y la hipocresía de la sociedad.
Zaireeka, Flaming Lips, 1997
Esta producción es uno de los experimentos más soberbios y lúdicos de una de las bandas más reconocidas por ambos adjetivos. Una caja de cuatro discos a tocarse en distintos reproductores de audio al mismo tiempo para crear una atmósfera de intoxicación y extrañeza. En parte, el encanto de este ejercicio radica en que la experiencia auditiva siempre será diferente pues es imposible ponerle play a los cuatro discos al unísono –e incluso puedes escoger no tocarlos todos: siempre habrá pequeñas variaciones. Se dice que Coyne concibió esta idea en uno de esos estacionamientos multinivel tan americanos; alguien puso un casete en el estéreo de su auto, luego alguien más allá puso otro, etc., y la cacofonía que se creó, fue embriagante para el cantante de los Flaming.
Requiem for a Dream, Darren Aronofsky, 2000
El segundo largometraje del newyorkino Darren Aronofsky es un verdadero drama psicológico, perturbador y fascinante. A través de las tres estaciones —verano, otoño e invierno— en las que se desarrolla la historia, el film nos narra cuatro historias alrededor del personaje central Harry Goldfarb, su madre, su novia y su mejor amigo; cuatro vidas que se precipitan a un vacío de intoxicación, individualismo y alienación, resultantes de una severa adicción a los estupefacientes. Con un soundtrack de altísima calidad, transiciones casi epilépticas y un reparto de ensueño (Ellen Burstyn, Jared Leto, Jennifer Connelly y Marlon Wayans), este film —basado en la novela homónima de Hubert Selby Jr— lanzado hace más de 20 años, sigue conmocionándonos sólo con recordarlo.
Josemaría Moreno Investigador posdoctoral en filosofía, traductor y editor de textos de interés actual.
Rodrigo Díaz Escritor de cuentos de ficción. Alimañas (Ediciones Periféricas-Ediciones La Rana, 2021) es su última obra publicada.