Por Rodrigo Díaz, Bernardo Moreno y Josemaría Moreno
Leyendo un artículo sobre el poder cibernético, recordamos la preocupación que se ha tenido al respecto —desde la creación del internet— y que se ha manifestado, inevitablemente, en las expresiones artísticas. El artículo de Roger Bartra hablaba sobre la capacidad (claramente desigual) que tienen las diferentes naciones respecto a sus recursos cibernéticos: entrenamiento militar en caso de conflicto en el ciberespacio, resistencia a los ataques cibernéticos, vigilancia y control de información, la necesidad de participar en debates internacionales para definir normas cibernéticas mundiales, la recopilación de inteligencia internacional, entre muchos otros considerandos. Todo ello, claro, sin sofocar las actividades productivas y la innovación de los países, pues como se adivina, la red es el vehículo por excelencia de los flujos financieros, culturales y de entretenimiento. Hoy, indudablemente, las redes sociales han creado un paradigma sobre nuestras relaciones. Hay quienes creen que los artilugios digitales están matando la intimidad y los beneficios de las conversaciones cara a cara, minando así el desarrollo de la empatía; que el internet contribuye a profundizar la desigualdad social y económica y que trivializa la cultura. Por otro lado, hay quienes creen que las nuevas tecnologías son el embrión de una economía poscapitalista, y que en ellas se encuentra el germen de una nueva democracia.
Shoshana Zuboff, La era del capitalismo de la vigilancia (2020)
Este texto hace una reflexión sobre lo que se denomina capitalismo de la vigilancia: una nueva forma de práctica explotadora en la que algunas compañías (notablemente Google y Amazon, aunque sus competidores ya ni siquiera se pueden contar) unilateralmente declararon a la experiencia humana como materia prima de la cual extraer un tipo de riqueza llamada superávit conductual. Esta fórmula se podría explicar así: el producto que comercian estas compañías no son mercancías tangibles, sino la información que recaban acerca de nuestra conducta. Estadísticamente, entre más información sean capaces de recabar –y mientras no existan leyes que las limiten ni regulaciones que protejan nuestra privacidad– más hábiles serán sus algoritmos para predecir nuestra conducta, y eventualmente, para controlarla y hacer con ella lo que sus intereses comerciales dicten: desde inclinar la balanza en decisiones políticas trascendentes hasta motivar grados inusitados de enajenación en una sociedad cada vez más individualista –es decir, cada vez menos preocupada por el bien colectivo y, paradójicamente, por la realización personal. ¿Será que nuestra identidad como seres sociales reside ahora, sin darnos cuenta, en un puñado de servidores conectados a la nube?
Her, Spike Jonze (2013)
Esta conmovedora, romántica y también perturbadora película marcó el debut como guionista de Jonze —quien sobre todo tiene una gran trayectoria en dirección de videos musicales para Sonic Youth, The Breeders, R.E.M., Björk, Beastie Boys, Arcade Fire, entre muchos otros— valiéndole el Óscar al mejor guión original en 2014. Ambientada en un futuro cercano, la historia nos cuenta la relación de Theodore Twombly (Joaquin Phoenix), un introvertido escritor de cartas sentimentales a pedido que enfrenta una depresión por la separación de su mujer, y de Samantha (Scarlett Johanson), un sistema operativo cuya inteligencia artificial se manifiesta a través de una voz vía distintos dispositivos. Theodore encuentra en Samantha alguien a quien le puede contar sus miedos, secretos e ilusiones; admirando también su forma en que entiende el mundo, hasta intimar sexualmente de forma verbal y finalmente enamorándose de ella. Envuelto en paisajes urbanos, amplios y con una paleta de colores perfectamente cuidada, vemos al protagonista dudar sobre su relación con Samantha, quien le confiesa que los sistemas operativos (ya populares en la población) se han estado actualizando para no requerir materia para existir y procesar información; y que en efecto, ella se está comunicando simultáneamente con otros usuarios, a quienes también ama como a él.
Inside (The Songs), Bo Burnham (2021)
Más allá de comediante, Burnham es un gran artista de filosa crítica política y antropológica. Inside (The Songs) es la compilación de las canciones que ha creado. Todas ellas durante la pandemia, encerrado solo en su departamento, usando un centenar de dispositivos electrónicos que confabulan a través de su persona para entregarnos música realmente admirable; encima letras espesas, ácidas, desesperadas y geniales. De una forma distópica, Burnham creó y produjo su último especial, que por falta de categorización lo encontramos como comedia o stand up, pero en realidad es mucho, mucho más que eso. Sus canciones tocan temas como: la supremacía blanca, el calentamiento global, movimientos sociales, el internet y el anonimato sin ninguna responsabilidad, el privilegio, ataque de pánico (el cual sufre y por lo que ha dejado los escenarios), el suicidio y por supuesto, tres canciones dedicadas al grandísimo Jeff Bezos. De forma delirante y con profunda responsabilidad social, la narrativa de Burnham es, posiblemente, de lo más interesante en la escena satírica norteamericana de hoy en día. Si no has visto su último especial, te estás perdiendo de una obra sicótica, significativa y extremadamente humana; lograda gracias a la tecnología que está al alcance de cualquiera de nosotros. Nuestra canción favorita: How The World Works.