Por Adriana Méndez
Acababa de encender la televisión para ver las noticias, que hacía varios días no veía, cuando recibí un Whats de Marcela: “Adri, vente al Tuesgay a Marsala, tenemos un espectáculo de drag queens”.
Gustosamente me desconecté de los horrores que estaba escuchando y viendo en la pantalla: ataques terroristas simultáneos a tiendas Oxxo en Celaya e Irapuato así como quema de vehículos. Me puse una chamarra y me dirigí al Marsala. Mientras caminaba me percaté de lo rápido que salí. Las noticias me corrieron de mi casa, supongo que preferí hacerme de la vista gorda y pretender que no pasaba nada ante la impotencia y miedo que me generó la nota del día.
Me entristecí al reflexionar sobre la situación de violencia en nuestro país y en el mundo. Pululan noticias trágicas: la guerra en Ucrania que ha durado ya seis meses; asesinatos a quemarropa a plena luz del día; cobros de derecho de piso y desplazados pidiendo asilo en diferentes países del mundo; jóvenes asesinados por sus pares dentro de aulas escolares; migrantes forzados, por razones económicas, en permanente riesgo de morir de inanición y cansancio o en manos de polleros.
Pensé en los jóvenes y en los enormes esfuerzos que tienen que hacer para adaptarse a vivir en un entorno tan amenazante, no sólo por la violencia, también por los efectos de la pandemia que no termina: el virus insiste en mutar. Me parece tan injusto que mis hijos tengan que pasar su juventud en un entorno como este, en donde la violencia y la impunidad parecen estar normalizadas.
No me extraña el incremento exponencial de cuadros depresivos y de angustia. Son una respuesta lógica ante el miedo y el aislamiento social producto del trabajo remoto.
En esto estuvo mi mente durante los diez minutos de caminata sobre banquetas de adoquín y calles empedradas. Mi discurso interno cambió de giro al dar vuelta en Hernández Macías. Me percaté que estaba a punto de llegar al Marsala. La música y las carcajadas se oían hasta la calle. Ximena me abrió la puerta y me llevó a su mesa. En cuanto me senté hice un paneo de izquierda a derecha, intentando abarcar con la mirada todo lo que ocurría ahí dentro.
La atención de los comensales estaba captada por la presencia de las artistas que bailaban alrededor del patio, convertido en escenario. Yo no sabía si detener mi mirada en la vestimenta, en el maquillaje o en su actuación y movimientos.
Al terminar su número, Reina Anastasia se sentó en la mesa en donde yo estaba. No podía dejar de ver sus pestañas negras, densas y kilométricas que tapaban las sombras azuladas de sus párpados y le daban brillo a sus pupilas. Su rostro lucía orgullosamente una base de maquillaje acompañado de exageradas líneas de corrector blanco en el tabique de la nariz y café debajo de los pómulos. Las lentejuelas doradas de su vestido y la peluca de pelo negro, largo y lacio emitían un suave sonido cada vez que cambiaba de posición.
Siempre he sido curiosa y me interesa escuchar experiencias de viva voz, así que en cuanto tuve la oportunidad, me acerqué a conversar con ella. No pude resistir preguntarle:
“¿Me explicas en qué consiste ser drag?”
Con mucho entusiasmo y despacito desmenuzó los pormenores de su espectáculo:
“Nuestra vestimenta, maquillaje y actuación exaltan características femeninas. El objetivo es divertir al público a través de nuestros disfraces y movimientos exagerados que se burlan de los estereotipos de género inventados socialmente”.
Mientras mis oídos la escuchaban con atención, mis ojos se negaban a perderse lo que estaba ocurriendo alrededor de la fuente del patio central de la casa colonial, donde está montado el restaurante. Otra de las chicas drag, presumiendo su impresionante elasticidad, se aventaba al piso con las piernas abiertas formado splits al tiempo que movía la melena china y rubia al ritmo de I will survive de Gloria Gaynor.
“¿Cómo debo referirme a ti? ¿Con qué pronombre?”
“Como tú quieras… Cuando soy drag, soy “ella”, pero en mi vida cotidiana soy hombre y mi identidad sexual es masculina. En ese contexto soy “él”. Trabajo administrando un bar y disfruto de esta caracterización femenina algunas noches y durante mis días de descanso”.
Continuará…