Por Fredric Dannen
Traducción de Marcela Brondo
Fue en marzo de 2017 cuando hice mi primer trabajo con Jim Newell, el fundador y director artístico de San Miguel Playhouse. Estaba produciendo y dirigiendo una radionovela en vivo en el Playhouse llamada Tooth and Claw (“Diente y garra”), y había elegido a Jim como Malcolm Geary, un científico de 70 años residente de Galápagos. Aunque había admirado durante mucho tiempo la actuación de Jim, aún no había llegado a apreciar el alcance completo de sus habilidades. Estaba a punto de conseguir una demostración.
La obra comienza con la llegada de la bióloga Schuyler Baines a Galápagos, la nueva jefa de la Estación Científica Charles Darwin. Geary sabe que Baines es su hija ilegítima, pero no se atreve a decírselo. Con el tiempo desarrollan una buena amistad. Después de que Baines renuncia a su trabajo y se despide de Geary, le dice: “Nunca conocí a mi padre… pero me gustaría pensar que fue alguien como tú. ¿Estaría bien?” Él responde: “Eso estaría bien”.
Jim leyó bien la línea en el primer ensayo, pero en un momento de capricho le dije: «Jim, la próxima vez que digas esa frase, rompe nuestros corazones». Hizo exactamente eso, declamando esas palabras de tal manera que todo el elenco se quedó con los ojos empañados. (La producción de Tooth and Claw se puede escuchar en su totalidad en el canal de podcast cultural de San Miguel, smapodcast.com).
Hace dos semanas, el 21 de julio, Jim Newell volvió a rompernos el corazón. Mientras estaba en casa recuperándose de una cirugía por un hematoma cerebral, murió alrededor de la 1 de la mañana, en presencia de quien fue su esposa los últimos veinticinco años, Judy Newell. Tenía 81 años. San Miguel de Allende había perdido a una de sus figuras culturales más importantes, el motor del San Miguel Playhouse, un salón de fiestas reconvertido, que abrió sus puertas el 14 de octubre de 2014 con la producción de Moonlight and Magnolias (Claro de Luna y Magnolias), una comedia sobre el Hollywood de antaño. Jim interpretó al director de cine Victor Fleming, un papel que repitió en noviembre pasado, en lo que resultó ser su última actuación completa.
Construir el Teatro San Miguel y dirigir su propio teatro, dijo, “era mi sueño”.
En persona, Jim podía ser escandaloso y fanfarrón, pero como actor y director era todo disciplina y concentración. Tenía un doctorado en artes teatrales de la Universidad Estatal de Wayne en Detroit y había aprendido todas las facetas de su oficio. Jim sabía cómo trazar a una manada de actores en una escena complicada y cómo iluminar hasta el último centímetro de un escenario abierto.
Nacido y criado en Chicago, hijo de padre irlandés y madre maronita libanesa, James Newell fue enviado a escuelas jesuitas privadas y luego enviado a una universidad católica. No fue un hombre religioso. Tropezó con la actuación cuando aún era adolescente; una vez le dijo a Judy que iba al teatro porque en una estricta escuela católica era la mejor manera de conocer chicas.
El teatro siguió siendo su pasión, particularmente Shakespeare: una temporada de seis semanas como Macbeth en Detroit fue el punto culminante de su carrera. Su papel favorito de todos los tiempos fue Starbuck, el personaje estafador y protagónico de The Rainmaker de N. Richard Nash. Tuvo papeles secundarios en películas poco conocidas en su mayoría y ocasionalmente en programas de televisión, incluido el episodio final de Dallas. Las ganancias principales llegaron de su trabajo en comerciales. Durante años, Jim Newell fue el rostro de Jell-O, quizás su promotor más visible, además de Bill Cosby. Cuando obtuvo más ganancias se instaló en una mansión en Los Ángeles a la que llamó «La casa que construyó Jell-O».
En Los Ángeles, conoció a Judy, ella misma una actriz consumada. Jim, que se estaba divorciando de su primera esposa, se mudó con Judy, pero no tenía planes de volver a casarse. Eso cambió después de que la pareja visitó a la madre de Judy en Montgomery, Alabama, y les asignaron habitaciones separadas. Judy aún recuerda la advertencia de su madre: “¡No permitiré que los vecinos hagan comentarios despectivos sobre mi hija!”.
Judy también recuerda que Jim le contó sobre su primer trabajo como actor en un teatro de Chicago. Era un papel pequeño en una obra sobre un misterioso asesinato, una recaudación de fondos para el equipo de fútbol de su escuela secundaria. Tuvo que cruzar la puerta hacia el escenario y estaba muy nervioso. “Pero en el momento en que cruzó esa puerta”, dice Judy, “se sintió como en casa. Como, ‘Aquí es donde pertenezco’”. Esa naturalidad, esa confianza, lo marcaron como un actor excepcional.
Marcela Brondo, directora creativa de la compañía de teatro La Troupe México, estimaba a Jim como actor y amigo. Una vez señaló: “Cuando Jim está en escena, confíaba completamente en la ficción. Pasara lo que pasara, él simplemente fluía con el momento”.
Es cierto que cuando Jim actuaba nada lo desconcertaba. Una vez, mientras pronunciaba un profundo soliloquio, con toda tranquilidad y sin saltarse una sola línea, metió la mano en el bolsillo de su pantalón para apagar su teléfono celular que había comenzado a sonar. En una producción del Playhouse, The Odd Couple, un timbre no sonó en el momento justo, y todos los demás actores (incluyéndome a mí) nos quedamos paralizados por el pánico. No Jim. “Creo que escucho a alguien tocar la puerta”, dijo.
Aparte de Judy Newell, a Jim le sobreviven su primera esposa, Mary, dos hijos de su primer matrimonio, Jamie y Megan, y dos nietos. Habrá un servicio para Jim en una fecha futura, por determinar. Y, por supuesto, se llevará a cabo en su teatro. Retomando su línea acerca de Jell-O, el San Miguel Playhouse es la mansión que Jim construyó y continuará en pie en su memoria.