Ahora sí, regresa la fiesta al Valle

Cuando la ciudad “se detuvo”, en marzo de 2020, todos tuvieron la esperanza que sería por dos, tres semanas, y que luego d todos volverían a la calle como si nada hubiese ocurrido. Como en el mundo, faltó la alegría de las fiestas, festivales, conciertos, procesiones, coloquios; se desvaneció la pirotecnia que, ya es característica de la fiesta del Valle del Maíz, y es que… creo que hasta la lluvia faltó en 2020, porque el día de la fiesta del Valle “es muy llovedor”, dicen los que saben, y el último fin de semana del año pasado no llovió. 

Así el año anterior no inundaron las calles con sus colores chillantes: las marotas—hombres vestidos de mujer que bailan sin máscaras, como un cuadro de locos—las alturas monumentales, de las mojigangas; los cráneos antropomorfos de los danzantes. 

Faltó en el ambiente el incienso, en el cielo la alborada, los xúchiles y los bastones. Faltó el sonido de las alabanzas, la música y décimas de los Leones de la Sierra, que este año tampoco estará la agrupación presente, pero sí enviarán grabación que se reproducirá durante la pequeña celebración que ya se ha preparado con medidas ilimitadas. Así, poco a poco vuelve la fiesta más tradicional de la ciudad. 

Más allá del bien y el mal

Demonios, vírgenes, cristos y tótems conviven en el taller de Cruz Centeno, artista original de El Valle del Maíz, quien por casi 40 años ha dado rostro al demonio. Ver bailar las danzas de rayados de El Valle es un placer; esos danzantes que se coronan con cráneos “humanos” y crines de caballos, los que cargan prototipos de lanzas, y armas precolombinas. Las danzas de rayados, muchas veces se enfrentan a los franceses, y un elemento que no falta es el demonio, ese personaje que junto a la muerte rodea a los guerreros y al final—siempre—será al rayado a quien se llevará; después de que sea “partido” por la aguzada y afilada guadaña de la muerte.

En este barrio, de los más antiguos de San Miguel, hay unas seis danzas de rayados y cada una tiene a sus personajes. Don Cruz Centeno asegura que ya desde niño “uno está envuelto en la cultura” que identifica al barrio, si no es danzante es el diablo o la muerte, o participa en el coloquio y se involucran en tejer el súchil u otras actividades.

Su llegada al arte fue sin quererlo ni pensarlo, Centeno trabajaba como albañil a los 17 años, y fortuitamente trabajó con el santero Francisco Almanza, quien en su taller lo introdujo al arte durante 14 años. En ese taller Centeno fue modelo para la talla de un Señor de la Columna “está en Celaya en un mercado”, y allí talló su primer Cristo que está en Aguascalientes.

Luego se independizó, y ahora al unir los troncos de madera de sus manos emergen: cristos, sagradas familias, ángeles, vírgenes, y santos, pero también uno de los elementos que dan identidad al Valle, las máscaras de muerte y demonio.

“Cuando hago una máscara de diablo sólo hago lo que llega a mi imaginación, nadie sabe cómo es. El cásico sabemos que tiene la lengua de fuera, pero yo trato con diferentes ideas: uno con cara de cerdo y orejas de ratón…depende de mi estado de ánimo” comentó. Su experiencia con las máscaras—talla de colorín—inició hace 20 años, cuando su hijo le dijo que quería ser el diablo en una danza, desde entonces se ha dedicado a hacer las figuras que son parte esencial de los rayados.

En su taller convive el bien y el mal, pero él está más allá de eso porque dice “yo lo veo como trabajo, y nada más, no soy supersticioso”. Para contactar a Don Cruz Centeno llame al 4151333599

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