Don Donato Almanza Morales

Por Luis Felipe Rodríguez

         A pesar de ya no contar con los mecenas que propiciaron las grandes obras de siglos anteriores en San Miguel, en el siglo XX existía el gusto por el arte y en 1921 encontramos que se abrió una escuela de artes y oficios. A decir de don Luis Caballero, estuvo ubicada en la esquina de San Francisco y Relox, en el edificio conocido como «La Princesa» por haber albergado una tienda de la familia Landeta, saqueada la noche del 16 de septiembre de 1810. 

Esta escuela estaba ubicada en la parte alta y era coordinada por el maestro Esteban Wario Hernández (1895-1983) oriundo de Lagos, Jal. y avecindado en León. Se impartían clases de dibujo, pintura y escultura a cargo del maestro don Alberto Díaz Figueroa. Algunos de sus alumnos fueron: José María (Chema) Hernández, Antonio Domínguez, Miguel Licea Sautto, Luis Caballero y otros más.

       Años después, la escuela se mudó a la casa de Hidalgo 4, propiedad de Mariquita, hermana del señor cura don José López Escobedo (quien más tarde donaría este edificio a las RR. MM. Adoratrices); en este lugar dejó la clase don Alberto Díaz y fue sustituido por Antonio Domínguez.

       Ahí también se dieron clases de música estando esta disciplina a cargo de don Benjamín Vidargas. Algunos de sus alumnos fueron: José María Hernández, Arnulfo Muñoz, Guayo y Gabriel Vidargas, Cuco Sánchez y otros; más adelante don Benjamín fue sustituido por don Genaro Ramírez, fundador de la Orquesta «Rioma» e integrante de la Banda Municipal. 

Don Alberto Díaz Figueroa fue un buen escultor, y entre sus obras más conocidas se encuentran los «Ángeles de adoración», que estuvieron por mucho tiempo en la parroquia de San Miguel Arcángel y después fueron trasladados al camarín del Señor Ecce Homo.

       Los Almanza, conocida familia de santeros de San Miguel, inicia esta actividad con don Donato, hijo de don Práxedes Almanza y doña Josefa Morales, quienes se dedicaban a la confección de rebozos, producto muy popular y del cual hubo muchos talleres, sobre todo por el barrio del Chorro y la Barranca.

Alrededor de 1913, don Práxedes, vecino de don Estanislao, quien vivía en la calle de Tenerías, se interesó por el oficio de la escultura, pero fue su hijo Donato quien continuó como aprendiz. El solar familiar, herencia de las tías maternas Clemencia y Micaela, se convirtió en un centro de enseñanza y taller para compartir las lecciones de don Estanislao para todos. 

Cuando don Donato instaló el taller de escultura en su casa en la calle de Jesús, compartió los conocimientos recibidos con sus hijos: Genaro, Francisco, Jesús, Lauro, Antonia y Reynaldo y otros jóvenes como José Rodríguez el «Santero», el Arq. Leopoldo Ruiz, el Ing. Martín Cadena, el pintor y decorador Luis López Arriaga, Camerino Quintanar, Enrique Pérez, etc.

       Todos sus hijos siguieron la noble labor de ofrecer al Creador la habilidad y creatividad con que fueron bendecidos. Un sacerdote amigo suyo residente en Tampico, Tamps., le solicitó que le fuera a hacer una urna; casi al mismo tiempo otro padre quería también un trabajo para Ciudad Mier, Tamps. Era 1945, las comunicaciones eran muy difíciles. Para solucionar el problema, llamó a sus hijos Genaro y Jesús y explicado el caso decidieron dejarlo a la suerte, tocó a Jesús escoger y se inclinó por Tampico y Genaro se fue a Ciudad Mier.

*Tomado del libro: “Los Imagineros Sanmiguelenses” de Luis Felipe Rodríguez, cronista de la ciudad. Esta historia continuará en la siguiente edición del 28 de abril.