¡La Festividad en Honor a la Santa Cruz del Valle del Maíz Está de Vuelta!


Por Francisco Peyret

En homenaje a Don Leopoldo Estrada

El Valle del Maíz es uno de los barrios más antiguos de San Miguel, comunidad indígena chichimeca, llena de sabor y tradiciones, de las que sobresale la Festividad en honor a “La Santa Cruz de los Espejos”. Cada mayo se organiza una celebración que dura siempre 13 días de fiesta, con diversas actividades.

Como apunta Luis Felipe Rodríguez, cronista de la ciudad, “Todas las obras y actividades que se realizan se llevan a cabo con el consentimiento y la colaboración de todos los vecinos. En ello han demostrado siempre una gran unidad particularmente en la defensa de sus costumbres y tradiciones. Pues si bien varios de los actuales vecinos no pertenecen a las familias originales e incluso varios de ellos son extranjeros se han tenido que adaptar, como debe de ser, a las costumbres de este icónico lugar donde las tradiciones hunden muy profundo sus raíces”. Entre las actividades de la festividad encontramos las siguientes: La velación del xúchil, combate de indios contra soldados, las tradicionales yuntas, la velación principal de la Santa Cruz, alboradas, presentaciones musicales, bailes folclóricos, danza de mojigangas, carreras pedestres, cuadro de locos, desfiles, la siempre esperada presentación de los Leones de la sierra de Xichú y el final de fiesta es el coloquio: “El tesoro escondido” y los fuegos artificiales.

Este año el corazón de la festividad estará depositado en la figura del médico Leopoldo Estrada Buenrostro (don Polo como todo mundo lo llamaba), quien falleció el pasado 11 de febrero del presente año. Don Polo había nacido el 15 de noviembre de 1950, en el Valle del Maíz, y fue ampliamente reconocido por la elaboración de las mojigangas, actividad que lo llevó a convertirse en promotor cultural y portador de la tradición.

La aportación cultural de Leopoldo Estrada empezó en septiembre de 1985, cuando inició su trabajo en papel maché, globos de cantoya, castillos, toritos y mojigangas:

“…la inspiración le llegó al «sentir la paciencia y el amor con que don Lupe Rodríguez acariciaba el papel con el engrudo, dando formas de vida a aquel material inerte». Conmovido por el recuerdo de su amigo y maestro en la cartonería sanmiguelense, cuyo trabajo quedó registrado en algunos libros de arte popular editados en el extranjero, nos confió: «Maravillaba su trabajo en papel maché, globos de cantoya, castillos, toritos, mojigangas. Hacía un inimaginable ajedrez de charros y chinas poblanas de cinco centímetros cada pieza»” señala el portal web del Celia Susana Ortiz Vázquez.

Personalmente descubrí el Valle del Maíz hace unos 25 años cuando mi hermano Miguel estableció su hogar y taller de diseño y producción de muebles artesanales sobre el Libramiento al Caracol, recuerdo que seguido bajábamos por las tardes, acompañados de los trabajadores de mi hermano, al corazón del barrio para jugar contra los aguerridos chavos que solían pasar todas las tardes en la cancha disfrutando de la buena vida. Cada partido se convertía en una verdadera guerra, nosotros como buenos chilangos siempre queríamos ganar, pero no contábamos con el espíritu inquebrantable de esos jóvenes chichimecas. Todo terminaba con unas cervezas en medio de una muy simpática conversación entre los dos equipos a la que sumaban personajes singulares del barrio.

Unos meses después, un buen día, apareció el retumbar de los tambores, cada tarde se llenaba de esos sonidos antiguos y lejanos, Miguel entonces me explicó que la gente del Valle se estaba preparando para las fiestas de mayo. Ese mismo año descubrí que la Fiesta del Valle del Maíz era una cosa profunda y seria.
Pasaron unos años y un buen día llegué de nueva cuenta a quedarme con mi hermano al Valle, pero en esta ocasión estaba acompañado de Anna que venía procedente de Alemania. En ese entonces mi amiga Wendy Vázquez que trabajaba en FAI (Fundación de Apoyo Infantil) invitó a Ana a un programa de voluntarias para producir mojigangas con un maestro del Valle del Maíz. Fue así como a través de las historias de Ana supe de don Polo, ella quedó alucinada con el personaje y sus historias, ahí supongo que aprendió algo de cartonería, pero lo mejor es que descubrió el mezcal y al San Miguel profundo.

Cuenta Ana que como buena alemana llenaba de preguntas a don Polo y este dulcemente le contestaba; “Sí te voy a responder a todo güerita, pero primero dale un trago a tu mezcal”.

En ese mismo tiempo en persona conocí brevemente a don Polo por azares del destino, apareció en mi oficina para solicitar apoyo para uno de sus proyectos, era un hombre tranquilo, muy suave y con una manera muy particular de contar su historia. Ese día me explicó que a su comunidad y a sus tradiciones los estaba alcanzando el nuevo desarrollo de San Miguel, eso de ponerse de moda tenía sus peligros, pero había que adaptarse, decía. Y tenía razón, recuerdo que hace 25 años el Valle del Maíz era un barrio lleno de lotes baldíos, muchas calles eran de tierra y las festividades no se promovían con el glamur actual.

Afortunadamente, como lo previó don Polo, la gente de la comunidad ha mejorado las festividades porque de alguna forma se ha venido adaptando.

Como quince años después llevé a Anna al centro de salud que está en la Lejona para que la atendieran porque la había mordido un perro, fue ahí donde Anna reencontró a don Polo, me quedé esperando en el pasillo como unas dos horas, Anna salió una vez más alucinada con el personaje, ahí descubrió que don Polo era un médico, que durante muchos años fue jefe de una unidad de emergencias en Celaya y que, para desestresarse, gozaba de su pasión que fue caminar por las tardes en Los Picachos, era un amante de la naturaleza y la reflexión.

Don Polo fue un hombre reconocido por instituciones culturales estatales y federales, y llevó su trabajo al Festival Internacional Cervantino y a muchos países, pero sobre todo fue un hombre reconocido de todo corazón por toda nuestra comunidad.

En febrero el Charco del Ingenio, que desde hace ya muchos años ha resaltado la importancia de las tradiciones de los barrios originales de San Miguel, emitió un comunicado que resume muy bien a la figura de don Polo: Querido Leopoldo Estrada, uno de los fundadores y hacedores del Jardín Botánico, miembro del Consejo Directivo de nuestra asociación y luchador entregado siempre a la defensa del patrimonio biocultural de San Miguel de Allende y de México. Enamorado de los bosques de encino de nuestras montañas, los caminó y los amó durante años, procurando su preservación como áreas naturales. Además de ejercer desde muy joven como médico en comunidades rurales, su pasión por la cultura popular lo llevó a ser un gran imaginero, de cuyas manos surgieron máscaras y mojigangas que dieron vida, movimiento y baile a los huapangos y danzas populares, en San Miguel, en el Real de Xichú y más allá. Pero por encima de todo fue Polo un gran compañero y amigo, un hombre bondadoso que irradiaba siempre afecto, humor y confianza a quienes lo rodeamos y tuvimos la suerte de ser sus amigos.