Por Francisco Peyret
Los mexicanos no estamos acostumbrados a ver el comportamiento del peso en modo de apreciación, durante todo el siglo pasado y lo que va del presente tuvimos una larga historia de devaluaciones y desgracias financieras, es más, a partir de 1970, el cambio de presidente de la República venía acompañado con una devaluación. Pero para nuestra sorpresa el peso mexicano se apreció un poco más del cinco por ciento en 2022 y se ha colocado en torno de los 19 pesos por dólar en lo que va del 2023. ¡Se habla del superpeso! Hay quien ve en esto una muestra del éxito económico del Gobierno Federal pero otros opinan diferente.
Pero en México a menudo suele existir confusión entre los términos devaluación y depreciación. Debido a que el Gobierno tradicionalmente ha controlado el tipo de cambio. De acuerdo con Carlos Alberto Gómez, «en un sentido estricto, por devaluación debe entenderse una decisión deliberada por parte de las autoridades monetarias para aumentar el tipo de cambio, lo cual a su vez es posible siempre y cuando opere un sistema cambiario fijo. En cambio una depreciación, por su parte, ocurre cuando la paridad cambiaria aumenta a consecuencia de un incremento en la demanda de divisas (y que además se manifiesta de manera inmediata), lo cual suele ocurrir cuando la política cambiaria es de tipo flexible».
Explicado esto, ahora podemos entender porqué en México con un tipo de cambio controlado por el gobierno, cada cambio de gobierno vivimos situaciones económicas tan abruptas. Hoy en día con una política cambiaria más flexible estamos ante un sorpresivo efecto de apreciación del peso mexicano.
Una apreciación del tipo de cambio tiene ventajas y desventajas. El punto es que no se puede evaluar el desempeño general de la economía sólo a partir del comportamiento del tipo de cambio. La estabilidad o apreciación cambiaria es compatible con un buen o mal funcionamiento de la economía nacional. Hoy en día algunos analistas argumentan que la apreciación afecta las exportaciones y al turismo con un peso digamos caro, pero por las tendencias actuales esto no está resultando cierto, ya que las exportaciones y el turismo están recuperando alcances prepandemia.
Durante el siglo XX, los mexicanos aprendimos a relacionar el desempeño de la economía nacional con el tipo de cambio, es por esto que de alguna manera estamos obsesionados con el tipo de cambio, y con justa razón. Las caídas económicas relacionadas con las grandes devaluaciones nos dan la razón, la economía mexicana no puede olvidar años como 1982 y 1994.
Dando un paseo histórico breve vamos a la primera gran devaluación del peso mexicano en el siglo XX, fue con Porfirio Díaz cuando por primera vez el peso pasó de un peso por dólar a dos pesos, las razones fueron de Balanza Comercial, un balance entre importaciones y exportaciones básicamente, estos argumentos se mantuvieron constantes en las subsecuentes devaluaciones hasta 1976.
De las devaluaciones más recordadas tenemos la de 1976, con el presidente Luis Echeverría, cuando el peso pasó a valer de 12.50 a 20 pesos, ajuste que marcó el fin de una época de estabilidad económica de la post guerra mundial llamada Desarrollo Estabilizador. Otra devaluación inolvidable para los mexicanos fue la de 1982, cuando López Portillo reventó las finanzas públicas pensando que íbamos a nadar en petróleo para siempre, el peso alcanzó los 70 pesos.
Para los años ochentas, aún cuando se aplicaron medidas de austeridad presupuestaria muy rudas, el peso alcanzó los 2,300 pesos por un dólar para el final de la Administración de Miguel de la Madrid en 1988. Pero todavía no habíamos visto lo más dramático, el 22 de junio de 1992, el gobierno determinó quitarle tres ceros a la denominación monetaria, y ya para 1994 la devaluación llegó a los 7.80 pesos por dólar, claro sin sus menos tres ceros correspondientes. Así es que podemos de esta forma determinar las dimensiones de los tropiezos de la economía mexicana.
Es mucho más complejo en estos tiempos medir el desempeño de una economía, no todo es tipo de cambio, debemos de estar atentos a la recuperación de la economía en otras dimensiones: exportaciones, importaciones, turismo, precios de energéticos, commodities y la forma de cómo se está moviendo actualmente la inversión directa externa.