Breve reflexión sobre el arte en San Miguel de Allende

Por Leonardo Díaz

No cabe duda que San Miguel de Allende lleva un estigma especial desde su origen: lugar destacado en la vida económica en tiempos de la colonia, protagonista histórico en la independencia y espacio recurrente para los espíritus artísticos de todas las épocas y todas las latitudes. 

Recordemos la presencia de intelectuales y humanistas de la talla de Stirling Dickinson, Cossío del Pomar y David Alfaro Siqueiros, quienes habrían de erigir un recinto cultural para las artes, hoy Centro Cultural Ignacio Ramírez “El Nigromante”, en el cual aún podemos disfrutar la obra pictórica de maestros muralistas como Siqueiros y Pedro Martínez. O del Instituto Cultural Allende, antes Universidad de las Bellas Artes, fundada en 1937, que habita una vieja hacienda que data de 1740, donde —años más tarde— se diera cabida simultáneamente a maestros artesanos de las comunidades aledañas y a excombatientes de las fuerzas armadas de EE.UU. que, aprovechando el programa de reinserción social G.I. Bill, fueron integrados a los quehaceres sociales a través del arte; para poner un breve marco histórico en esta reflexión que compartimos. 

Hoy en día podemos disfrutar también de espacios que abonan a esta atmósfera artística que se respira mientras se anda por las calles empedradas: el Sindicato Centro Cultural Comunitario y la Fábrica La Aurora, por mencionar un par más. El arte se encuentra, pues, inevitable e indiscutiblemente en nuestra ciudad, en los espacios, en los quehaceres y en nuestras pláticas. 

Pero, pensando que en las reuniones con amigos y familia suele decirse que “no se habla de religión, política y fútbol”, tampoco deberíamos discutir sobre arte, en todo caso. En la experiencia de quien esto escribe, he presenciado intensas discusiones cargadas de soberbia y garra sobre lo que ocurre con el quehacer artístico dentro y fuera de nuestras fronteras municipales: en bares, restaurantes, galerías y plazas públicas se sigue hablando de Zona MACO, Art Basel, Ai Wei Wei, La Fábrica La Aurora, el Instituto Allende, el C. C. Nigromante, etc. sin que algún ego salga ileso. Se han disuelto amistades por tocar este tema sensible. Tal es la intensidad.

Me parece que en nuestra localidad el arte se vive en dos vertientes: conviviendo con los  fantasmas —y sus herederos en vida— de quienes construyeron el mito bohemio fundando academias, talleres… embarrando sobre tela y muro muchos litros de pintura y horas de talento; y por otro lado está el fenómeno replicante, el que se “subió a la ola”, el que con capital abrió su galería un poco confundido entre lo que es la decoración y lo que es el talento en las artes plásticas. Si el turista lo nota con facilidad, el local lo respira. Y sí, aquí también hay Arte Contemporáneo.

En esos encuentros de bar, de calle, cuando uno se topa con algún colega pintor (es muy fácil encontrarse con pintores en esta pequeña ciudad) que tenga tiempo de platicar, seguramente se hablará de arte y, si me permites ser honesto, diría, en lo personal, que me gusta discutir el tema del “Arte Contemporáneo”, tópico que parece salir de la línea que define al arte entendido como tal desde la plástica, las corrientes y escuelas, etc. por una serie de disciplinas estéticas poco comprendidas por muchos —una mayoría— donde se incluyen las nuevas tecnologías, el performance, la instalación, los conceptos como herramienta técnica para la producción de obras-piezas y más recientemente, los así llamados “NFTs” (Non-fungible token).
La definición de Arte Contemporáneo es aquel que se hace-produce en nuestro tiempo, ahora. En el imaginario de la cultura actual (millenial, hipster, cool), es algo más que eso: luce como una suerte de ente en evolución constante, donde es difícil integrar los nuevos discursos estéticos si no es bajo la “tendencia del momento”. Todo es tan rápido. Hay tanto de todo. Estímulos sobran. Productos actuales que ya están dejando de ser físicos, incluso, para existir en la red. Alguien dijo por ahí que “ahora, todo es arte”. Parece que hay una sobreproducción de objetos estéticos que hace que nos perdamos en la marea de la información, la moda y el capital. Intuyo que nos queda una de dos a los artistas: “hacer como que entendemos” y generar objetos de manufactura rápida-olvidable, chapados en retórica confusa-barata, autovalorados en aires de pedantería academicista donde no se deja de lado el culto a la personalidad: nosotros, los artistas, como La Pieza; las redes sociales como egoteca. Otra opción es la de producir según los dictámenes del sentido y voluntad de oficio, de amor y compromiso con aquello que creamos desde nuestras inquietudes existenciales, sociales, espirituales y así producir esperando de todo ello sólo la continuidad de nuestra labor: el resto son las bondades de la vida y la retribución al privilegio de encontrarnos en el arte.

Aquí, en San Miguel, he observado estas dos posturas mencionadas. En ambos casos conozco artistas que han obtenido gran éxito de su trabajo, colegas que exhiben sus mejores piezas en prestigiosas galerías y museos del país y del extranjero. Otros, seguimos abriéndonos camino. Vivir de tiempo completo del oficio es de por sí difícil; es un camino áspero, donde apenas nace, desnutrida, una cultura del coleccionismo comprometido, y ni qué decir cuando las condiciones socio-económicas a algunos se nos han presentado rudas desde el inicio, al nacer; el relato de la meritocracia también envenena al gremio. Artistas ricos, artistas pobres, pobres artistas, admirados artistas, artistas luchones, artistas de medio tiempo, pseudo artistas, artistas turista… de todos colores y formas; no me dejará usted mentir que, después de tanta historia, tantas galerías, fotografías, textos de sala, instalaciones, obras de teatro, conciertos, pintura embarrada en telas y muros, alambre y bronce y piedra tallada, no haya creadores que representen todas las formas de Ser Artista. Es extraña la suerte de habitar esta pequeña ciudad como la nuestra para atestiguar tal fenómeno.

Así, nuestro San Miguel artístico se debate entre el pasado bohemio, gremial, romántico y soñador, con el actual pragmático, competitivo, individualista y chic. Y, por cierto, ¿dónde están los artistas de la periferia, de las comunidades, de las colonias que no están en el centro, los raperos, grafiteros, poetas, tatuadores, ilustradores, breakdancers? Ahí están los que nadie ve, que tienen tanto que ofrecer y, por favor, no nos pongamos condescendientes, “altruistas buena-ondita” que, sin comprender ni empatizar, andamos “queriendo ayudar”. Tanto tiempo, tanta historia, tanto futuro y no tenemos un Museo de Arte Contemporáneo sanmiguelense, siendo que es el “Pueblo más bonito del mundo”. Urge un Museo que nos junte. Ahí están los ingredientes, está la mesa puesta, está el talento, está el recurso. Veámonos a los ojos, de frente, juntémonos como una familia y preparemos algo aún más impresionante.

Preguntamos a personajes sanmiguelenses cuál era su opinión sobre el arte que se produce y exhibe en San Miguel y estas fueron sus respuestas:

“Sin duda existe mucho talento entre los artistas en San Miguel. Sin embargo, la dinámica del pueblo influye, en gran medida, para que las más de las veces los resultados sean producciones o piezas con fines comerciales más que estéticos, propositivos o críticos. En términos de teatro, aplaudo a los grupos independientes que se mantienen firmes en su trabajo a pesar de los pocos recursos económicos con los que cuentan. Reconozco la labor de los artistas visuales que han encontrado estilos propios y se abren espacios entre las múltiples galerías carentes de identidad.
San Miguel es un espacio de encuentro, convergencia y mezcla. Esas dinámicas sociales se reflejan en la riqueza y diversidad de la producción artística”.

— Cristina Solís, directora de El Sindicato Centro Cultural Comunitario

“En San Miguel hay un arte muy diverso, que va de lo más comercial y más ordinario, hasta un arte de búsqueda o de vanguardia. Hay arte que es producido para venderse, con fines totalmente de ornato, pero también hay arte que se produce de otra manera, que cuida los modos de producción, donde hay colectividad, y que tiene otra postura de fondo; o arte que se fusiona con tecnología. Hay una gran variedad de arte que se está produciendo en San Miguel de Allende.” 

— Mónica Hoth, dramaturga y miembro del Sistema Nacional de Creadores de Arte del FONCA

“Mi opinión general sobre el arte en San Miguel es que es amplio y diverso en calidad y estilos. No sólo el arte plástico, el musical, el teatral, el dancístico, entre otros, además, claro, del multilingüe arte literario”.

—Víctor Sahuatoba, director del Festival Literario y Feria del Libro de San Miguel de Allende

“La tradición artística en San Miguel de Allende ha construido un mercado para la creación local que se ha hecho importante a través de los años, la cantidad de artistas residentes en la ciudad y la apertura de espacios dedicados a la comercialización de objetos artísticos y decorativos han creado un nicho que de la mano del boyante negocio de los bienes raíces han convertido la creación artística en un activo componente de la economía de la ciudad. La masificación del destino turístico ha sido una oportunidad de crecer exponencialmente la venta de estos objetos en los últimos años. 

Es ilustrativo percibir que gran parte de la oferta artística son espacios de creación y comercialización homónimos o regentados por los mismos artistas, un modelo de negocio que de resultar exitoso provee al artista de la bendición de vivir de su trabajo pero que a la vez resulta en algo así como una trampa profesional, ya que indistintamente el creador seguirá produciendo el tipo de trabajo que tiene más demanda, mermando de esta manera el desarrollo de las capacidades artísticas y del potencial del artista en cuestión. Esto lo advertimos en la escasa presencia de artistas de San Miguel en los circuitos de exhibición profesional de arte: Museos, bienales, concursos, fundaciones, ferias de arte y galerías de otras ciudades o países. 

La Ciudad de México es una de las capitales mundiales del arte contemporáneo, se cuentan por decenas los artistas mexicanos que se presentan y con gran éxito en los escenarios más importantes del mundo, la cantidad de espacios de exhibición, marchantes y coleccionistas han desarrollado una escena potente y admirada. Es el mismo caso a menor escala de Guadalajara y Oaxaca, donde la actividad artística está legitimada por museos, instituciones y profesionales de diferentes latitudes que viven y trabajan a tiempo completo en estas ciudades proporcionando una actividad de calidad y generando una masa crítica que catapulta la creación de sus localidades a altos niveles profesionales. 

En San Miguel hay contadas excepciones de espacios donde es posible advertir una línea curatorial y estilo museográfico que definan un proyecto, la apuesta parece ser más de una tienda de cuadros que de una galería del s. XXI, es cierto que la calidad del público no es la óptima y la población local es reducida, pero después de 15 años sentado en mi espacio del Instituto Allende me atrevo a decir que el 5% de los turistas que atrae la ciudad son visitantes frecuentes de museos y exposiciones y más bien piensan o intuyen que el arte mexicano todavía se trata del muralismo, burritos bajando por calles empedradas o de pinturas abstractas en plan «Introspección #5».

La falta de museos, de eventos, de publicaciones, seminarios y actividades profesionales nos alejan mucho de las ciudades antes mencionadas. Hay muchos ejemplos donde proyectos de museos, bienales, galerías, escuelas o residencias artísticas han detonado un crecimiento exponencial de la calidad de la creación y del mercado, por nombrar algunos: IAGO, Oaxaca, LUMA, Arles, Galería Continua, San Gimignano, Wabi, Puerto Escondido y el más emblemático de todos, Guggenheim, Bilbao. Ojalá algún día”. 

—  Adolfo Caballero, director de YAM Gallery

*Leonardo Díaz (1982) es un artista plástico que radica en San Miguel desde hace más de 10 años. Su obra ha sido expuesta en distintas ciudades del país, así como en Chicago (EE. UU.), Miami (EE. UU.), Leiden (Países Bajos) y Victoria (Canadá). Su más reciente serie pictórica «Imprecisiones de la historia no inmediata» se encuentra en la galería Intersección, en La Fábrica La Aurora.