Día Internacional de la Tierra

Por Paola Velasco y Francisco Peyret

La Asamblea General de la ONU designó el 22 de abril como el Día Internacional de la Madre Tierra a través de una resolución adoptada en 2009. Su origen se remonta a 1970, un periodo en donde la protección del medio ambiente no era una prioridad en la agenda política.

La Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Humano de 1972, celebrada en Estocolmo, sentó las bases de la toma de conciencia mundial sobre la relación de interdependencia entre los seres humanos, otros seres vivos y nuestro planeta.

En 1992, más de 178 países firmaron la “Agenda 21”, la “Declaración sobre el medio ambiente y el desarrollo” y la Declaración de Principios para la Gestión Sostenible de los Bosques en la «Cumbre de la Tierra», celebrada en Río de Janeiro (Brasil). Desde entonces, todos los esfuerzos por crear conciencia medioambiental crecieron exponencialmente: la Cumbre de la Tierra de Johannesburgo en 2002; la Declaración en 2008 del Año Internacional de la Tierra; la declaración oficial de la ONU del Día Internacional de la Madre Tierra; Río+20, donde se elaboró un documento que contenía medidas y prácticas para implementar un desarrollo sostenible; o las más recientes, como la Cumbre del Clima o la COP25, ambas enfocadas al cumplimiento del Acuerdo de París.


Así, cada año, se conmemora a nuestra Madre Tierra a través de la iniciativa “Armonía con la naturaleza”, una plataforma para el desarrollo sostenible global que celebra anualmente un diálogo interactivo con motivo del día internacional. Los temas incluyen métodos para promover un enfoque holístico de la armonía con la naturaleza y un intercambio de experiencias nacionales sobre criterios e indicadores para medir el desarrollo sostenible.


La Madre Tierra claramente nos pide que actuemos. Los océanos se llenan de plásticos y se vuelven más ácidos. El calor extremo, los incendios forestales, las inundaciones y otros eventos climáticos han afectado a millones de personas. Aún al día de hoy nos enfrentamos al COVID-19, una pandemia sanitaria mundial con una fuerte relación con la salud de nuestro ecosistema.


El cambio climático, los cambios provocados por el hombre en la naturaleza, así como los crímenes que perturban la biodiversidad, como la deforestación, el cambio de uso del suelo, la producción agrícola y ganadera intensiva o el creciente comercio ilegal de vida silvestre, pueden acelerar el ritmo de destrucción del planeta.


Los ecosistemas sustentan todas las formas de vida de la Tierra. De la salud de nuestros ecosistemas depende directamente la salud de nuestro planeta y sus habitantes. Restaurar aquellos que están dañados ayudará a acabar con la pobreza, a combatir el cambio climático y prevenir una extinción masiva. Pero sólo lo conseguiremos si todo el mundo pone de su parte.


Recordemos hoy más que nunca en este Día Internacional de la Madre Tierra que necesitamos un cambio hacia una economía más sostenible que funcione tanto para las personas como para el planeta.


¿Sabías que…?

  • Cada año, el mundo pierde 10 millones de hectáreas de bosques; una extensión similar a Islandia.
  • Los ecosistemas sanos nos ayudan a protegernos de las enfermedades porque la diversidad de especies hace más difícil la propagación de patógenos.
  • Alrededor de un millón de especies animales y plantas se encuentran en peligro de extinción.


¿Qué podemos hacer para ayudar a la Madre Tierra?


Nosotros formamos parte de la Tierra, por eso tenemos que hacer nuestra parte todos los días. Se tiene que reflexionar cada día sobre los impactos que provocamos, y pensar, por ejemplo, cómo un gesto, aunque sea particular, puede llegar a todos los demás organismos y personas. Es lógico que como individuos, como una pequeña comunidad, ante la avalancha de eventos climáticos y malas noticias sobre los impactos ambientales, vivamos permanentemente sentimientos como la culpa e impotencia.


Es indispensable que entendamos que nuestra batalla la debemos librar como personas, como familia y como comunidad. Se vuelve más fácil entender que nuestra contribución es fundamental para ayudar a la sanación de nuestro planeta. La clave está en nuestros hábitos, por ello aquí te dejamos algunas de las cosas que no conviene olvidar para contribuir a salvar el planeta:

  1. Usar los lavavajillas y lavadoras a carga completa es una manera de ahorrar energía y agua y evitar emisiones innecesarias. Si evitas en lo posible el uso de secadora, que “chupa” energía como pocos electrodomésticos, mejor.
  2. No escatimes al comprar electrodomésticos ahorradores, sobre todo el frigorífico, que es el que más gasta, porque siempre está encendido: con los más eficientes puedes ahorrar hasta un 60 por ciento en energía. Si aplicas las mismas reducciones a otros electrodomésticos, como lavadora, secadora, o lavavajillas… ¡es una buena inversión!
  3. Ya es posible recurrir a las energías renovables en casa. Y no solo ahorrarás, también estarás apostando por las energías más limpias. Habla con expertos y mira las posibilidades en tu vivienda o comunidad de vecinos.
  4. Apagar del todo los aparatos electrónicos de casa cuando no los uses, como la tele. Evita el consumo “fantasma”. Tan sencillo como utilizar una regleta para apagar todo a la vez cuando no lo necesites y dar la espalda al stand by.
  5. Reciclar es necesario: papel, plásticos, vidrio… Pero, además, tenemos que esforzarnos en reducir los envases, los residuos… Y reutiliza. Ten en cuenta que en San Miguel el reglamento municipal prohíbe a los establecimientos comerciales el uso de bolsas de plástico de un solo uso y el unicel.
  6. Reciclar una lata de aluminio puede ahorrar el 90 por ciento de la energía necesaria para producir una nueva.
  7. Los bosques son necesarios para producir papel. Por eso, reducir las servilletas de papel y sustituirlas por las de tela, hacer el menor número de fotocopias posible, o hacerlo a doble cara son buenas prácticas. Más reciclado, menos árboles que hay que talar.
  8. Vivir sin usar el vehículo particular para movernos puede disminuir por persona hasta 2,5 toneladas anuales de CO2. ¡Sí puedes reducir su uso!
  9. El agua caliente es el tercer devorador de energía en una casa, con un 20 por ciento aproximadamente. Piensa que una ducha, tan eficaz como un baño, consume cuatro veces menos agua y energía.
  10. La producción de carne roja es una de las fuentes más importantes de emisiones de gases de efecto invernadero. Mucho más que otras fuentes de proteínas, como las legumbres. Incluso del cerdo o el pollo… Producir un kilo de carne consume 15.000 litros de agua.
  11. La industria textil es una de las grandes contaminantes del planeta. Solo en España se generan alrededor de 400.000 toneladas de residuos al año. Y más de 12 millones se tiran sólo con seis usos del consumidor. La reutilización de la ropa que no usamos reduce el uso de recursos como el algodón y el petróleo. Ojo: fabricar un traje necesita 5.500 litros de agua y más de 4.000 litros para unos zapatos.
  12. El agua escasea y un buen uso de la misma es un gran avance medioambiental. Evitar fugas, evitar tener abiertos los grifos mientras nos lavamos los dientes o nos afeitamos, poner determinados grifos más ahorradores, aireadores o válvulas para regular el caudal nos ayudan a ahorrar dinero y ser más respetuosos con un bien escaso.