Por Francisco Peyret
San Miguel de Allende es un destino que, antes de la pandemia, registró para 2018 la llegada de 1.6 millones de visitantes con una derrama económica de 6,682 millones de pesos. La composición se alimentaba primordialmente del turismo nacional, según datos de la Secretaría de Turismo del Estado de Guanajuato, (que representó 52% del total) y estatal (34%), y en menor medida del internacional (que aportó 14% de los viajeros).
De acuerdo con Eduardo Zamudia, exdirector del desaparecido Consejo Turístico, con la pandemia el destino pasó a depender de los viajeros estatales, que aportaron 73% del turismo, entre septiembre de 2020 y enero de 2021, según la Secretaría de Turismo del Estado, provenientes principalmente de ciudades como León y Celaya. Los turistas nacionales representaron 26%, y el turista internacional quedó rezagado hasta concentrar apenas 1% del total. Según datos del Observatorio Turístico (OTEG) del Estado, de enero a septiembre 467,521 turistas visitaron esta ciudad, los cuales generaron una derrama económica de poco más de 4,561 millones de pesos, cifra 48% superior a lo registrado en el mismo periodo del 2021.
En declaraciones recientes, el Secretario de Turismo Federal, Miguel Ángel Torruco, expusó que México en febrero de este año ya alcanzó los niveles de turismo de 2019. Es uno de los pocos países del mundo en lograr estos números, afirma el Secretario, y que a pesar de la incertidumbre, se estima que para 2023 se esperan por internación aérea 21,5 millones de turistas, lo cual rebasaría en 9,5 % lo observado en 2019. Ahora bien la pregunta es ¿en qué forma va regresar el turismo?, es decir, después de la pandemia ¿qué están buscando los turistas de estos tiempos?
San Miguel ha sido uno de los destinos que más rápidamente se está recuperando, gracias a los visitantes nacionales provenientes de la Ciudad de México y de las ciudades industriales del centro del país (León, Celaya, San Luis Potosí, Guadalajara y Querétaro), muchos de estos visitantes se sintieron seguros en San Miguel, viajes por carretera con familiares y amigos cercanos en tiempos de pandemia sonaba confiable. Recientemente, a esta tendencia le tenemos que añadir la creciente conectividad de los aeropuertos del Bajío y Querétaro, que a su vez están ampliando sus frecuencias y destinos.
En tiempos de pospandemia es muy visible que han llegado inversiones enfocadas a captar visitantes y nuevos residentes de altos niveles económicos con productos turísticos muy sofisticados como lo son, por dar un par de ejemplos, los desarrollos vinícolas y ecuestres. Al mismo tiempo, durante los últimos años, hasta casi de manera silenciosa, están arribando grandes y prestigiadas marcas hoteleras a nivel global como Hyatt, Westin, Marriott, Hilton, Posada y Pueblo Bonito, pero no en sus versiones tradicionales, estamos ante la llegada de submarcas de lujo como Albor, Tapestry Collection (Hilton), Clevia (Marriott), Live Aqua (Grupo Posada) o Numu (Hyatt).
Es significativo para San Miguel este fenómeno, primero porque estas marcas de lujo están en los mejores destinos del planeta, otro factor notable es que se instalan en destinos de mar y finalmente, que a pesar de la pandemia, estas empresas no se detuvieron en ningún momento, tal parece que las empresas de mercadólogos que contratan visualizaron algo muy claro para el desarrollo cercano de San Miguel.
Creo que esta tendencia la marcó la llegada de Rosewood en 2011, un hotel de gran clase con residencias de lujo. Tal parece que la tendencia es construir pequeños desarrollos con residencias y hotel, esto le ofrece a los compradores la comodidad de contar con todos los servicios que ofrece el hotel; spa, gimnasio, restaurante, bar, entre otros. Son una suerte de cluster de negocios complementarios que le da a los desarrolladores buenas utilidades y a los compradores certidumbre en su patrimonio. Este estilo de estancia ya no es “única de hoteles”, ahora se encuentran dentro de propiedades o complejos llamados 5 diamantes (una referencia a la categoría que reciben los hoteles en cuestión del servicio e instalaciones de súper lujo). Esta clasificación es otorgada por la American Automobile Association (AAA).
Ahora bien, ¿por qué podemos considerar a este conjunto de inversiones como un boom? si solo se trata de unos cuantos hoteles e inversiones que se están dando en un muy corto tiempo. Por ahora no me voy a meter en el número de casas o departamentos que van acompañando a estas marcas hoteleras, eso da para otro artículo, si solo miramos el número de habitaciones lo podemos entender. Previo a la pandemia San Miguel contaba con alrededor de unos 200 establecimientos hoteleros con unas 3,100 habitaciones, con estos nuevos seis hoteles vamos a incrementar la oferta de unidades con 665 habitaciones: Clevia (75), Westin (162), Waldorf Astoria (120), Live Aqua (153), Numu (44) y Pueblo Bonito (111).
Es un boom porque amanecer en la pospandemia con un incremento del 21% de las habitaciones es una locura, si tomamos como referencia otros destinos turísticos donde el sector hotelero fue verdaderamente afectado. En León, Guanajuato, por dar un ejemplo, que presumía de su alta frecuencia y ocupación hotelera (turismo de negocios) tuvo un quebranto del 40% del sector. Ahora bien, ya en pleno funcionamiento de estas marcas en San Miguel tendremos que medir el verdadero impacto en la atracción de visitantes, pero también en el reacomodo de la competencia interna del sector hotelero. A primera vista parece muy buena la apuesta por los visitantes que gastan bien, para empezar pagan de 300 dólares en adelante por una habitación, pero al mismo tiempo estas inversiones están acompañadas por la construcción de más casas, un tema que seguimos debatiendo todo el tiempo.
Sobre este tema, algunas opiniones de nuestros lectores:
“Desde mi perspectiva, la llegada de los hoteles de cadena afectan de manera negativa en varios temas:
En la economía local, aunque se piense que estas grandes cadenas aportan más empleos, la realidad es que normalmente traen muchos empleados de otros lados y ocasiona un crecimiento todavía mayor de la población local y provoca todavía más presión a todo el sistema municipal, más agua, más transporte, más seguridad y el empleo local normalmente es desplazado.
Al menos que los gobiernos municipales impusieran normas para aminorar el impacto que estos mega inversionistas que llegan a colgarse de la calidad de vida que existe en un lugar como San Miguel y los obliguen a aportar a la comunidad, la política de “vengan a invertir” sin involucrarse en las problemáticas locales, lo único que va a causar es estrés a un pueblo que ya de por sí tiene serias complicaciones.
Parasitar la infraestructura (de por sí escasa) del pueblo y no aportar a él, rompe con el círculo virtuoso de la vida en comunidad.
Desde hace tiempo —y no solo en la hotelería—, a nuestro pueblo lo ven como “un destino” o peor aún, como “un producto” en lugar de como lo que originalmente es: un pueblo donde se vive bien.
No entiendo cómo dejamos que estas mega inversiones sin cara y cuerpo, donde los dueños e inversionistas casi no están involucrados, ni conocen las problemáticas locales como el agua, el estacionamiento, la movilidad, el tratamiento de las aguas negras, etc., entren a la ciudad.
Pienso que poco a poco estas grandes cadenas van a ir acabando con los hoteles pequeños que no van a tener la capacidad de competir con estas grandes inversiones que tienen mucho más respaldo económico para resistir los embates cambiantes de la economía.
El mundo está cambiando y defender lo local es una preocupación mundial donde la gente y la comunidad están siendo desplazados por los grandes intereses económicos mundiales. Apoyemos pues a la economía de la gente que se involucra en el lugar donde invierte y cuidemos el lugar donde vivimos todos los días.”
- Gabor Goded, arquitecto y activista
“Creo que es genial. Estos nuevos hoteles crean trabajos, atraen a la ciudad nuevos visitantes y aumentan la exposición de nuestra ciudad”.
-Anónimo