Sesenta años de Bellas Artes en San Miguel de Allende

Por Francisco Peyret

Como lo conocemos ahora, el Centro Cultural Ignacio Ramírez “El Nigromante” fue inaugurado el 17 de agosto de 1962. Ha recibido desde entonces la visita del público local, así como del turismo nacional e internacional que llega a nuestro destino reconocido por su arquitectura colonial y el colorido de sus tradiciones. 

Durante estos 60 años han pasado por esta escuela de artes maestros y alumnos que son ya parte importante de la historia de San Miguel del último tercio del siglo pasado, que es paralela a la llegada de un volumen importante de expatriados y la generación de los hippies, algunos de ellos ahora reconocidos empresarios que, a decir verdad, todos estos diferentes grupos, junto con la comunidad sanmiguelense, moldearon al San Miguel turístico y tradicional que hoy vivimos.

Pero hay una historia, un origen, algo más cercano a un cuento de donde surge Bellas Artes, que tiene muchos momentos claves previos a ese año de inauguración oficial de 1962. La historia se remonta al mes de junio de 1937, cuando el presidente Lázaro Cárdenas cedió en comodato el ex claustro de Las Monjas a un grupo de personajes célebres de la época, encabezados por el artista peruano Cossío del Pomar. Este artista cuenta en sus memorias que “Había bebido agua del chorro y según una vieja conseja de las gentes del lugar, el que bebe esa agua tiene que volver”. Y es ahí donde emprendió la aventura de regresar a San Miguel y la de fundar la primera Escuela de Bellas Artes de Allende. Recordemos que su primera estancia en San Miguel fue en el año de 1929. 

Acompañado por Leobino Zavala y José Mojica, emprendieron primero un viaje a Guanajuato Capital para presentarle al Gobernador el proyecto de fundar una escuela de Bellas Artes para San Miguel de Allende, ahí fue donde por primera vez se planteó la necesidad de encontrar una sede para el proyecto. Según el mismo Cossío del Pomar, de ahí surge la propuesta sobre el “antiguo convento de las Concepcionistas, fundado por una hija del Conde la Canal, hermoso edificio de cantera: dos pisos con amplísimos claustros, en tan ruinoso estado que no conservaba una sola puerta, muchas de ellas arrancadas junto con los contramarcos y jambas de piedra de primorosa talla. Las habitaciones del primer piso, las únicas habitables, servían de cuartel a un escuadrón de caballería.” Entonces dado que el edificio estaba ocupado por el ejército, había que gestionar el comodato directamente con el Gobierno Federal, es decir, con el Presidente de la República. Y para el caso no debemos olvidar que además el Presidente era Lázaro Cárdenas que tenía una trayectoria militar desde la Revolución Mexicana, por lo que todos los temas relacionados con el ejército se los tomaba muy en serio. 

Fue el general Federico Montes, nacido en San Miguel de Allende, figura de notable carrera militar, quien llevó a Cossío del Pomar frente al Presidente de la República para presentar el proyecto. Para el Gobernador del Estado la principal preocupación fue la sede, pero para el General Cárdenas también lo fue la parte económica, no olvidemos que México como todo el mundo venía saliendo de la crisis del 1929 y era una época donde se estaba acercando la Segunda Guerra Mundial. Cossío del Pomar ofreció sus recursos propios y el argumento que un grupo de norteamericanos, entre los que se encontraba Stirling Dickinson, lo ayudarían a promover la Escuela a nivel internacional con la puesta en marcha de cursos de verano para jóvenes y artistas,  principalmente norteamericanos. Por otra parte, también la alineación del profesorado que ofreció Cossío del Pomar fue clave para conseguir el ‘sí’ del Presidente Cárdenas: Diego Rivera, Carlos Mérida, Pablo O´Higgins, Chávez Morado, Rufino Tamayo, Federico Cantú y Pedro Martínez, entre otros notables. Fue así como el Presidente Cárdenas ordenó oficialmente que el llamado edificio de «Las Monjas» se pusiera a disposición del Doctor Cossío del Pomar en el término de 15 días, a partir de la fecha —junio 16 de 1937—. 

Una vez arrancadas las tareas para echar andar la Escuela de Artes, a la que le llamaban las «Monjas», así se refería Cossio del Pomar sobre el trabajo de Stirling Dickinson:  “Diez mil catálogos, cinco mil en inglés y cinco mil en español, fueron enviados a universidades, colegios y centros culturales en toda América. El buen éxito de la Escuela dependía de la acogida que tuviera el programa y el interés que despertara. Gran parte del esfuerzo correspondió a Stirling Dickinson, pintor y escritor norteamericano, antiguo alumno de Princeton, conocedor de la psicología de sus compatriotas. Alto, desgarbado, increíblemente flaco, lampiño y semi calvo, imagen opuesta del atleta que ambicionó ser.” 

Dice la historiadora Graciela Cruz que San Miguel durante muchas décadas tuvo un ayuntamiento muy castigado, incluso fue multado económicamente, como consecuencia de haber sido una prolífica cuna de insurgentes independentistas. Un poco más de cien años después, San Miguel se encontraba como un lugar casi en el olvido, pero con una estructura arquitectónica muy auténtica y un tejido social original. En este contexto, una generación de célebres sanmiguelenses, foráneos y extranjeros tuvieron la visión de construir una suerte de villa universitaria y cultural. 

Así lo cuenta Carmen Masip, por cierto, primera Directora del Centro Cultural “El Nigromante” en 1962.  “…San Miguel de Allende tenía un pasado glorioso y un presente paupérrimo. Entre la Independencia y la Revolución había perdido a sus hijos más ilustres, o los que hubieran podido serlo, en emigraciones a la capital. El abandono de sus palacios, huertos, conventos, era total. A mediados de este siglo, su población no rebasaba los 12,000 habitantes. Pero he aquí que a principios de los años treinta llegan un torero, Pepe Ortiz, y un cantante de ópera, José Mojica; y ambos empiezan a atraer a amigos suyos, que junto con Leobino Zavala y otros ilustres Sanmiguelenses formaron la Sociedad de Amigos de San Miguel de Allende y reviven el Teatro de aficionados y las tertulias caseras, en donde se canta y se lee poesía…” 

“…Empezaba la Escuela de Bellas Artes a cambiar el pueblo; hay que acondicionar casas para recibir a los estudiantes, modernizar las cocinas y, sobre todo, los baños y entender lo que es tratar con gente de afuera. Poco a poco los sanmiguelenses van asimilando la nueva vida; se entablan relaciones sociales con los recién llegados, pequeñas reuniones que se organizan en la escuela con los maestros, jóvenes que después llegaron a ser famosos.

Rufino (Tamayo) y Olga construyen una casa; Chávez Morado y su Olga también fincan camino a El Atascadero junto a Dickinson, maestro y secretario de la incipiente escuela. O´Higgins, Carlos Mérida, Alfredo Zalce, Federico Cantú, el regiomontano Pedro Martínez y el ruso Archipenko dan clases y participan en la vida del pueblo. No faltan las intrigas en contra de este grupo alegre y desenfadado, pero las cosas marchan bien en amor y compañía…”

La historia de Bellas Artes y el Instituto Allende son parte importante del toque que como destino fue adquiriendo San Miguel para las últimas décadas del siglo pasado, ese ambiente cultural y bohemio que se respiraba en el Jardín Principal fue motivo suficiente por el que muchos quedamos atrapados con el pueblo, no debemos olvidar que buena parte de ese encanto que le da a San Miguel es la historia de estas escuelas, es gracias a todos esos tremendos personajes, artistas y gestores culturales que por décadas de alguna manera cumplieron con una visión. 

Estamos llegando al primer cuarto del siglo 21 y San Miguel sigue creciendo, pero para muchos no de la forma que debería crecer. La composición social está cambiando, en estos momentos están arribando muchas familias jóvenes de ciudades extranjeras y nacionales, pero también tenemos a los nómadas digitales y otros tantos artistas. Paradójicamente, y es algo que la pandemia del COVID-19 acentuó, toda esta migración viene huyendo de grandes ciudades, la contaminación y un ritmo de vida deshumanizado. Reflexionando sobre la historia de San Miguel, creo que debemos aprovechar la coyuntura para fijar a la cultura y a las tradiciones como uno de los ejes centrales del desarrollo de nuestra comunidad. De forma que los que estamos viviendo aquí no queremos perder la esencia  y los que están llegando vienen por esta misma esencia. Mientras tanto hay que felicitar a todos aquellos que estuvieron y ahora están en Bellas Artes. 

(Las citas de Cossío del Pomar y Carmen Masip fueron tomadas del libro «Proyecto Cultural Felipe Cossío del Pomar está en San Miguel de Allende»).