Un mensaje de paz en tiempos de guerra; Yasuaki Yamashita, sobreviviente de la bomba atómica en Nagasaki

Por Carola Rico 

“Hablar de paz mundial es fácil, lograrla no es sencillo; hay que trabajar intensamente. Para obtenerla, se necesita levantar la voz y decir «No a las armas nucleares»”, así lo dijo Yasuaki Yamashita Takeno, un sobreviviente de la bomba atómica en Nagasaki. 

Como parte del seminario de Cultura Mexicana en el Instituto Sanmiguelense, Yasuaki Yamashita Takeno relató su testimonio como sobreviviente de la bomba atómica en Nagasaki hace más de 76 años.

Esta conferencia tuvo lugar el pasado 24 de febrero, justo el día en que Rusia lanzó sus primeros misiles contra Ucrania.

El 6 de agosto de 1945, Harry S. Truman, presidente de Estados Unidos, ordenó un ataque nuclear sobre las ciudades de Hiroshima y Nagasaki, hecho sin precedentes en la historia de la humanidad. A medida que los supervivientes envejecen, la devastación de la bomba atómica se convierte silenciosamente en parte de la historia. Tanto las ciudades como las personas continúan esforzándose por transmitir sus recuerdos para evitar que se repita la tragedia. 

Yasuaki Yamashita Takeno ahora radica en San Miguel de Allende y habla perfectamente español.

Yasuaki es originario de la ciudad de Nagasaki y tenía 6 años cuando vivió los ataques. Asegura que aún no es fácil hablar de esta fuerte experiencia, pero también está convencido de que es una obligación expresarlo, porque nadie, dice, debe sufrir lo que él sufrió.

También comenta que las consecuencias de la bomba atómica siguen 76 años después y los sobrevivientes todavía sufren física, mental y psicológicamente. 

Yasuaki Yamashita señaló que actualmente la situación mundial se está poniendo difícil y lo que él vivió podría volver a ocurrir en cualquier parte del mundo.

Su relato comienza la mañana del 9 de agosto de 1945. Era común que los niños salieran a la montaña a cazar porque no tenían juguetes para entretenerse. Esa mañana, Yasuaki no pudo ir con sus amigos, así que se quedó cerca de su casa con su madre que estaba preparando la comida del mediodía. De pronto, un vecino pasó y dijo que un avión estaba sobrevolando misteriosamente, que tenían que cuidarse. Luego, una de sus hermanas llegó a su casa a decir lo mismo, que un avión misterioso estaba volando por la ciudad; entonces, la madre tomó a Yasuaki para refugiarse en la casa. De pronto vino una luz tremenda, como si fueran mil relámpagos al mismo tiempo —así lo describe Yasuaki—, como una inimaginable e intensa luz. Su madre lo cubrió con su cuerpo y después vino una explosión muy fuerte, sintieron que miles de cosas volaban por encima de ellos; cuando terminó la explosión, llegó un silencio abrumador, no se escuchaba nada. Al levantarse se percataron de la tremenda destrucción que había.

Permanecieron ahí 15 minutos hasta que la madre decidió llevar a sus hijos a la montaña. Al llegar al refugio de la comunidad ya había muchos vecinos y nadie entendía qué había pasado, pues realmente nunca habían visto una destrucción como aquella. Sí habían escuchado que días antes había caído una bomba en Hiroshima, pero no lograban entenderlo.

Tampoco había médicos, ni enfermeras, ni medicinas. Yasuaki vio cómo un amigo suyo murió a causa de la bomba y para él fue terrible perder a alguien tan especial de esa manera. Pasaron los días y todos los habitantes seguían en shock, nadie podía pronunciar ni una palabra. Derivado de aquella situación, evidentemente no había comida en Nagasaki, por lo que se estaban muriendo de hambre.

La madre de Yasuaki decidió llevar a sus hijos al campo con unos parientes suyos para conseguir alimentos. Caminaron y pasaron cerca de la explosión, el paisaje estaba lleno de cadáveres, todo era negro, la gente que sobrevivió caminaba como fantasmas, como si no tuvieran alma. Cuando llegaron con los familiares, se dieron cuenta de que no tenían suficiente alimento, así que tuvieron que regresar caminando y ver otra vez ese paisaje tan espantoso, una imagen horrible, difícil de describir para Yasuaki, pero tenían que sobrevivir, no había otra cosa.

Yasuaki cuenta que el sufrimiento no solo fue en el momento de la explosión, las consecuencias siguieron más tarde. Comenzó a trabajar en el hospital cerca de donde había ocurrido la bomba atómica y ahí nadie tenía idea de los efectos que había dejado este artefacto nuclear.

Yasuaki empezó a tener problemas de salud, vomitaba sangre y no podía trabajar, los médicos le hicieron muchos estudios, pero no podían encontrar la razón de su malestar. Cada seis meses perdía sangre y sufría una tremenda anemia. Posteriormente, cuando empezó a recuperar su salud, regresó a trabajar al hospital de manera regular; veía cómo la gente moría a diario de cáncer y leucemia, fue cuando se dio cuenta de que había sido un sobreviviente. 

Para él fue difícil seguir trabajando en aquel hospital por las muertes que veía. También empezó a sufrir de discriminación, pues la gente decía que los sobrevivientes de la bomba no se podían casar ni formar una familia porque pensaban que era contagioso tener radiaciones nucleares.

Por esa razón, muchas mujeres y hombres decidieron salir de Nagasaki y solo así pudieron formar familias. Por otro lado, los hombres y mujeres que se quedaron en la ciudad se suicidaban al no soportar tal discriminación. 

Yasuaki salió de Japón en 1968 y llegó a México para trabajar en las olimpiadas, finalmente decidió quedarse en el país. Él no quería hablar nada sobre la bomba atómica y mucho menos decir que era un sobreviviente, pero su salud volvió a empeorar: comenzó a vomitar sangre y a desmayarse en cualquier parte, los médicos mexicanos no encontraban la razón.

En 1995 recibió una llamada, era el hijo de un amigo que sabía que era sobreviviente de la bomba atómica y le pidió que fuera a su escuela a contar su testimonio. Para Yasuaki era imposible hacerlo, pues todavía sufría con aquel acontecimiento. El joven estudiante insistió tanto porque era muy importante para los alumnos entender lo que había sucedido en Hiroshima y Nagasaki, así que Yasuaki aceptó y sufrió al contar su experiencia, pero pudo terminar de hablar y comenzó a sentir que su sufrimiento estaba desapareciendo, se estaba aliviando y entendió que tenía que contarlo para sanar, además de que era una obligación para que el mundo supiera lo que sucedió. Es por ello que ahora, en cada oportunidad que tiene, Yasuaki sigue hablando, para que todos estén conscientes de las consecuencias que causan estas terribles bombas en la destrucción de la humanidad.

Ahora algunos sobrevivientes que han compartido su historia con los jóvenes lo hacen porque consideran muy importante que las nuevas generaciones y las venideras sepan y entiendan lo que sucedió en Hiroshima y Nagasaki.

El mensaje de este sobreviviente de la bomba atómica hace 76 años es un aviso de paz, porque dice que hablar de paz es fácil, pero lograrla no es sencillo, se necesita trabajar intensamente para obtenerla. Yasuaki cree firmemente que levantando la voz y con acciones, por pequeñas que sean, se puede lograr un mundo de paz. Resaltó que la mayor parte del planeta no quiere que la vida se vea destruida por culpa de las armas nucleares