Por Yamileth Higareda
El 28 de enero de este año transitaba por las calles del centro. Pasando por la calle Relox, entré a la Biblioteca por curiosidad, para investigar qué espectáculo se presentaría en el Teatro Santa Ana. Siendo yo una fan del flamenco, vi anunciado el espectáculo “Alas”. No dudé en comprar mi boleto. ¡Vaya sorpresa! Tuve la suerte de asistir a un espectáculo flamenco diferente. Más allá de los arrebatos y estruendosos zapateados, Patricia Linares nos deleitó con un espectáculo emotivo, en el que el flamenco se convirtió en el medio perfecto para compartir sus profundas emociones. Sus movimientos, sensualidad y capacidad expresiva nos permitieron asomarnos a la ventana de su alma para descubrir lo que en ella habita.
Una vez abierto el telón, nos encontramos en un cuarto en el que toda acción provocaba expectación. Aún los enlaces se convertían en danza. Lo flamenco se entretejía con lo cotidiano, como un engranaje perfecto que le daba continuidad a la obra, que oscilaba entre lo profundo y lo lúdico, haciendo que el vestuario y otros elementos participaran en un diálogo cinético con el cuerpo de la bailaora, creando formas serpenteantes en el espacio, revestidas con la sugestiva música de la guitarra de Juan Rosas Ávila, envueltas en el cante de Silvia Cruz “La Chivi” en complicidad con la flauta de Esther “Asulito”.
Arte y temperamento, ritmo y pasión. Y algo más: Patricia Linares tiene la magia del “duende” en sus impresionantes improvisaciones, con un dominio perfecto del ritmo y del compás en sus zapateados. Al final de la presentación me acerqué a ella y le pregunté cuál había sido su motivación para hacer este espectáculo “Alas”. Ella me respondió: “Así como una persona necesita que la escuchen cuando quiere decir lo que siente, yo necesito compartir las necesidades de mi alma. Y el baile flamenco es mi lenguaje”.