Por Alejandro Angulo

Después de la Conferencia de las Partes sobre el Convenio de Biodiversidad, no hay duda alguna, que las metas no se han alcanzado y peor aún, la biodiversidad terrestre y marina se conducen al declive. Y como consecuencia lógica, el recurso más importante, prácticamente se ha agotado: el tiempo.

En palabras de una de las personas más influyentes de la CONABIO en México, Hesiquio Benitez, afirma que tres cuartas partes de la tierra y dos cuartas partes del océano están destruidos y agrega también, que el 20 % de los suelos fértiles. Y categóricamente señala que ningún país ha podido detener la pérdida de la biodiversidad.

El diagnóstico para México es muy crudo, pues sólo el 30% del territorio conserva su capital natural, lo demás esta destruido, contaminado, erosionado, fragmentado, agotado o en declive. Así tenemos que el 65% de los municipios ya no cuenta con capital natural y sólo el 18 % de los municipios mantiene su capital natural.

El país, los estados y cada municipio necesita para detener, revertir o sostener su capital natural (biodiversidad) de un fuerte financiamiento público, social y privado, el uso de tecnologías informáticas, la acción y corresponsabilidad social, y el seguimiento y supervisión ciudadana a los planes, programas y proyectos, así como la capacidad técnica y profesional de los tomadores de decisiones aunado al compromiso con el bien común.

En este tema de la biodiversidad, hay que mencionar que el foco de atención está en la biodiversidad urbana basada en especies nativas de los ecosistemas locales, en la erradicación de especies exóticas, en fortalecer y proteger los procesos de polinización y conservar los servicios ecosistémicos, sin embargo, el enfoque territorial es relevante, pues es el dónde y el cómo concebimos el espacio, sobre todo el espacio público, como un derecho a la ciudad.

La biodiversidad necesita de toda nuestra atención, y va interrelacionada con otros temas e instrumentos, como las áreas verdes y su acceso, los cambios de uso del suelo, los ejes verdes articulantes, el programa de ordenamiento ecológico, el fondo ambiental, la agrobiodiversidad urbana y rural, la mitigación del ruido y, las acciones contra el cambio climático.

Gestionar la biodiversidad es atender la salud, la cuestión agroalimentaria, los servicios de captura de CO2, producción de oxígeno, los drenajes naturales e infiltración del agua a los acuíferos, el procurar los hábitats para las especies de fauna nativa, y el bienestar emocional de la población.

Finalmente, requerimos de diagnósticos actuales que nos permitan entender y fijar los límites y fronteras para evitar los declives y en consecuencia, el o los colapsos. Pues una vez que se producen los colapsos, podemos estar en un punto de inflexión o procesos irreversibles.

Los próximos 10 años serán sin duda alguna determinantes para el Bajío, sumemos todos para tomar la ruta correcta y no desbordarnos en el colapso.