Por Rodrigo Díaz Guerrero

En algún lugar que ha escapado de mi memoria, leí que Hemingway recomendaba no dejar de ser turistas en nuestra propia ciudad; reconquistar y volvernos a maravillar con el lugar que habitamos es pactar con los espíritus que la protegen. Muchas veces la cotidianidad y la rutina nos privan de los detalles que enriquecen nuestros días, y aquellas cosas tan importantes que nos hicieron permanecer —o regresar, como es el caso de muchos de nosotros— a nuestro querido San Miguel, se van percudiendo como una vieja fotografía olvidada en algún cajón de la cómoda. Por ello nos hemos dado a la tarea de proponer algunas rutas breves, para desempolvar la magia del hogar, bajo pretextos que las fechas, los astros o la pura inspiración,nos indiquen. Y aquí, sin más preámbulos, va la primera:

Sin lugar a dudas, pasear por el centro durante la mañana, sin prisas, es uno de los privilegios más grandes que brinda la ciudad. Te recomendamos, que tras unas cuantas cuadras de caminata, pares a desayunar a El Rincón de Don Tomás, un lugar de tradición innegable en el corazón de San Miguel, bajo el portal de Guadalupe. Los huevos Otomí son nuestra sugerencia: un delicioso desayuno original con ingredientes de la región. 

En contraesquina, como todo buen residente sabe, se encuentra el Museo Histórico Casa de Allende, que con una cuota de 65 pesos accedes a la vieja casona que fuera el hogar del primer conspirador contra la corona española. El recorrido por las habitaciones es un verdadero viaje en el tiempo y en la historia: cómo vivía el héroe nacional, cómo se fue gestando el movimiento de independencia, cómo eran las túnicas, los objetos y enseres de la época. En el mismo Museo, recientemente se abrió la Sala de Arqueología Regional Izcuinapan —gracias al impulso financiero de algunas familias sanmiguelenses y de Amigos del Museo— que alberga la interesante colección Miguel Malo Zozaya, que cuenta con alrededor de 135 piezas que son testigos y evidencia de la riqueza prehispánica del Laja Medio. El recorrido de este nuevo espacio va en orden cronológico dividido en fases: Chipícuaro, Mixtlán-Morales, San Miguel y Tierra Blanca; con la exposición de piezas de cerámica y deidades de barro en tonos rojos, bayos y cafés, que abarcan un rango temporal del 600 antes de nuestra era, al año 1050. Una muestra que si no has visitado, no sé qué estás esperando. 

Cerramos nuestra ruta con un café de La Ventana (otro clásico indiscutible) en calle Sollano, para regresar al jardín principal, beberlo con calma mientras pensamos —¿por qué no?— sobre nuestra historia, nuestros orígenes y todo lo que ha pasado para que estemos aquí y ahora.