Por Martin LeFevre
Era una tarde hermosa, el primer día soleado después de toda una semana. California se ha visto sometida por una nueva serie de tormentas y la última ha dejado caer nieve en gran parte del estado. Es extraño que los almendros estén retoñando al mismo tiempo que la nieve cubre el valle central.
A pesar del fresco y el viento (los californianos consideran que 50F/10C es frío, y la mayoría de la gente en los parques salieron vestidos con abrigos y gorros de invierno), los primeros retoños rebosan de vida en la punta de los árboles en flor.
Mucha gente salió a la calle con ánimo amistoso, aunque era difícil acertar si respondían más bien a la apertura y afecto que les mostraba en mi caminata posterior a una sesión de meditación, o si simplemente estaban contentos de disfrutar el día al aire libre, o ambas cosas.
Toma casi una hora de observación pasiva poder conseguir la suficiente atención para lograr que el pensamiento se apacigüe. Uno no se plantea objetivos cuando “practica” la meditación, sino que uno simplemente disfruta de las vistas y los sonidos del largo arroyo que cae en cascada, y de los pelirrojos pájaros carpinteros que se posan por encima de uno mientras golpean con sus picos alguna rama muerta. Luego uno contempla el movimiento interior con la misma atención intensa y pasiva.
Desde la última vez que estuve aquí, los primeros retoños han llegado. Sobre un arbusto delgado cerca de mí, pequeñas flores rosas traen la promesa de la primavera.
El fuego de la atención incinera cada pensamiento y emoción así como van surgiendo, no dejando siquiera tras de sí cenizas, tan solo silencio y Mente. La mente del pensamiento se detiene espontáneamente, y la Mente de la atención, conciencia y creación se deja sentir una vez más. Mantras, el control de la respiración y cualquier forma de autohipnosis no pueden vencer la quietud natural del barullo de la mente que rememora.
La discontinuidad de la memoria permite experimentar lo numinoso. No puede experimentarse la esencia mientras haya continuidad de la memoria psicológica. La meditación implica conjuntar sin esfuerzo la atención involuntaria, la cual acaba con la continuidad del pensamiento.
Algunas preguntas surgen en mi caminata posterior a la meditación. ¿Cuál es la relación entre la Mente de la conciencia y la atención con la mente del pensamiento que se basa en la memoria y el yo? ¿Hay alguna relación o solo existe la negación del pensamiento psicológico?
No es una cuestión acerca del pensamiento utilitario –el conocimiento y habilidades necesarios para sobrevivir en el mundo– sino acerca del pensamiento psicológico. Evidentemente no hay relación entre la Mente en silencio y la mente en bullicio, ¿pero acaso hay una relación entre lo numinoso y lo temporal?
Mucha gente siente actualmente, así como lo apuntó un comentarista contemporáneo, “el deseo de encontrar o inventar algún tipo de conciencia no humana que nos pueda asistir en alcanzar alturas a las que no podríamos llegar sin ella”.
Sin embargo, esas alturas solo las podemos alcanzar con nuestros propios medios. No hay una inteligencia externa superior, no hay alienígenas, ni maestros ni Jesús. Tampoco hay atajos para alcanzar la divinidad interior: ni la inteligencia artificial, ni sustancias que alteran la conciencia ni ningún profeta nos asistirán aquí. Simplemente uno tiene que dedicarle el tiempo y energía a realizar el trabajo espiritual, aunque poca gente esté dispuesta a hacerlo.
Es cierto que “nos decimos constantemente, con esperanza y también con miedo, que máquinas que no alcanzamos a comprender cabalmente cómo trabajan, pueden llegar a la altura de la autoconciencia si tan solo continuamos haciendo sus procesos cada vez más sofisticados”.
¿Será este el caso puesto que la autoconciencia es tan rara en los seres humanos? Autoconciencia no como conciencia reflexiva, ni como un bucle recurrente de retroalimentación desde la experiencia pasada y el conocimiento, sino como un autoconocimiento momento a momento que se da en el ser humano, el cual fluye desde el sentimiento base e inherentemente incómodo del no saber.
Algunos científicos cavan su propia tumba de irrelevancia y dicen cosas así: “un alienígena ha despertado –sin dudas, un alienígena hecho a nuestra medida, un gólem, más la encarnación de todas las palabras en el internet que un yo coherente con metas personales. ¿Cómo no podríamos estar ansiosos por aprender todo lo que este alienígena nos puede enseñar?”
Primero, no es una alienígena, es una parte de nosotros que refleja nuestro conocimiento y nuestra ignorancia, nuestra racionalidad y carencia de racionalidad. No hay un “espíritu encarnado” en la inteligencia artificial, solo nuestra proyección.
Segundo, la inteligencia artificial no tiene nada que enseñarnos en el terreno de la filosofía y la espiritualidad. En el mejor de los sentidos, es una máquina de conocimiento que nos fuerza a realizar preguntas que por mucho tiempo hemos evitado o hemos formulado incompletamente en el campo de la epistemología.
Por ejemplo, ¿hay un límite intrínseco para el conocimiento? ¿Y acaso es la intuición una función del conocimiento o será que el conocimiento fluye de la intuición?
Ya que la intuición y el conocimiento son dos cosas distintas (que de cierta manera se yuxtaponen), ¿es el conocimiento lo que buscamos o la intuición?
El entendimiento, la sabiduría o la inteligencia –como sea que uno le quiera llamar a la cualidad de la mente que posee la claridad para usar el conocimiento de manera adecuada y armoniosa– es lo que buscamos en realidad. A pesar de la verborrea acerca de la sensibilidad reflexiva, la inteligencia artificial siempre será una máquina de pensamiento, confinada al conocimiento. No nos enseñará nada a un nivel más profundo.
Se suele decir que “no comprendemos realmente nuestra conciencia ya que no hemos siquiera comenzado a resolver el problema “duro” acerca de la mente y su relación con la materia”.
Sin embargo, el problema duro no trata acerca de la relación entre el material del pensamiento y la materia, sino entre la conciencia silenciosa y vacía y el mundo temporal.
De lo único que estoy seguro es que para que se manifieste la Mente de la conciencia, atención y creación, la mente del pensamiento tiene que caer en el silencio sin esfuerzo. La pregunta más difícil de todas puede ser: ¿por qué el cerebro se ancla equívocamente en símbolos y en la memoria en lugar de anclarse correctamente en la atención y la quietud?