La historia del arte en San Miguel de Allende: Carmen Cereceda

Por Natalie Taylor

En el vestíbulo del Teatro Ángela Peralta hay un gran mural; sus colores brillantes recuerdan las obras de David Siqueiros, cuyo propio mural adorna las paredes y el techo de una sala entera en Bellas Artes. El mural es de Carmen Cereceda, otra gran artista que vivió un tiempo en San Miguel de Allende. Ella todavía está viva, viviendo en la Ciudad de México, y pronto se acerca a los cien años de edad.

Carmen Cereceda nació en Chile en 1926 y comenzó a pintar desde niña. De niña vio la creación del mural Muerte al invasor, pintado por Siqueiros en el pueblo de Chillán. El mural de Siqueiros dejó una fuerte huella en Carmen, por lo que años después, estando en casa de sus abuelos durante el receso escolar, fue a la ferretería a buscar pinturas que le recordaran su obra, y pintó su primer mural. Le encantaba hacerlo, esperando impaciente el amanecer y la luz del sol para poder seguir pintando. “Fue entonces cuando supe que iba a dedicar toda mi vida al arte”, dijo.

Luego de culminar sus estudios de Bellas Artes en la Universidad de Chile, decidió venir a México. Como muchos otros estudiantes de arte, Carmen estaba convencida de que México era el París de América Latina. Su padre accedió a dejarla estudiar allí y pasó un año en el Instituto Politécnico. Señala la fuerte conexión entre Chile y México, que se remonta a más de un siglo. Después de la Guerra de Reforma de México, el presidente Benito Juárez dirigía el país desde un carruaje, moviéndose de un lugar a otro. Algunas personas en un pequeño pueblo de pescadores chileno se solidarizaron con él y decidieron recolectar dinero para ayudarlo. La idea se extendió por todo el país, y los chilenos juntaron una buena cantidad de dinero y vinieron personalmente a presentársela a Juárez. El favor fue devuelto por los mexicanos en la década de 1970 cuando Chile estaba bajo el gobierno del dictador Pinochet. Los intelectuales huyeron de Chile en masa y muchos llegaron a México, donde fueron bienvenidos y les dieron puestos en universidades.

Carmen estaba decidida a que en México conocería al Maestro y trabajaría con él. El año que ella llegó, Diego Rivera había viajado a Chile y había quedado fascinado con el país. Emprendedora y segura de sí misma, Carmen se presentó un día en el estudio de Rivera decidida a conocerlo. Tocó la puerta y cuando la criada abrió, dijo que quería conocer a Rivera. “No puedes entrar”, dijo la criada. Carmen esperó a que la criada se distrajera, se escabulló y subió las escaleras. Rivera estaba trabajando en su estudio y cuando se encontró frente a él, simplemente le dijo: “Soy chilena y me gustaría trabajar contigo”. Diego quedó impresionado por la osadía de esta pequeña y joven mujer y gratamente sorprendido por su lugar de origen. Él le dio la oportunidad de formar parte de un equipo de asistentes y pasó seis meses en su taller.

A lo largo de sus años de formación, los talentos excepcionales de Carmen, junto con su personalidad vibrante, la llevaron a la compañía de algunos de los artistas más renombrados del mundo. También trabó amistad con Siqueiros y se sintió impulsada a emularlo; como él, nunca cesó en su búsqueda de nuevos medios para expresar sus ideas.

Otra anécdota interesante se refiere a la época en que vivía en San Miguel de Allende, cuando pintó el mural de Ángela Peralta. Una tarde vino a verla un hombre de Guanajuato, porque había oído que ella conocía a Diego Rivera. Sacó de su bolsillo un pequeño revólver, muy bellamente tallado y le preguntó si era de Rivera. El hombre le dijo que una noche había llevado en su taxi a dos personas, quienes al llegar a su destino dijeron que no podían pagarle. En cambio, le dieron el arma y algunos dibujos. Dijeron que eran de Diego Rivera, y que podría sacar mucho dinero por esos artículos. Carmen dijo que no podía asegurarle nada, pero que si esos dibujos eran de Rivera, valían mucho dinero.

Carmen clasifica su obra como Realismo Mágico. Sus sueños a menudo la inspiran y dice que el realismo mágico representa la vida en México: día lleno de noche, vida llena de muerte, túneles del tiempo, almuerzo en lápidas, santos en la cocina, fantasmas y brujas revoloteando, color por todas partes. Carmen dice que los realistas mágicos “ven la realidad, pero con imaginación. Revelan otra dimensión”.

Una vez más, tenemos la suerte de contar con tanta belleza en otro edificio de San Miguel. Vale la pena ver, admirar y dar gracias por este regalo a nuestra ciudad.

Natalie Taylor: Licenciatura en Literatura Inglesa y Periodismo, Universidad de Loyola, Chicago, 1995. Maestría en Bellas Artes en Escritura Creativa, Vermont College, Montpelier, VT, 1999. Escritora, editora y periodista publicada. Profesora de español en Estados Unidos, profesora de inglés en Buenos Aires, Argentina. Traductora. www.natalietaylor.org Contacto: tangonata@gmail.com