La Historia del Arte en San Miguel: Las obras perdidas de Federico Cantú

Por Natalie Taylor

Federico Cantú Garza fue un reconocido pintor, grabador, dibujante, escultor y muralista mexicano, quien solía decir: “Lo único que no puedo evitar es crear arte… simplemente tomo mis pinceles y pinto…” Nació en Nuevo León, el 3 de marzo de 1907, hijo de Adolfo Cantú, médico, periodista y poeta; y María Luisa Garza “Loreley”, una escritora muy respetada. Federico Cantú es un artista más cuya huella artística queda en San Miguel, aunque lamentablemente esa huella está manchada.

Pasó su infancia entre Nuevo León y San Antonio, Texas, hasta que la familia se mudó definitivamente a México en 1920. En 1922, a la edad de 14 años, comenzó a estudiar arte en la Escuela al Aire Libre de Coyoacán, dirigida por Alfredo Ramos Martínez—el mismo hombre que reconoció el don de otro gran artista que vivió en San Miguel, Pedro Martínez. Durante un breve período, Federico estudió pintura al fresco con Diego Rivera. Luego se mudó a París, donde conoció e interactuó con algunos de los principales actores del movimiento de vanguardia: Pablo Picasso, André Breton, Antonin Artaud y el poeta César Vallejo. Su influencia fue clara; definitivamente se encuentra el aire de la bohemia intelectual del París de los años 20 en muchas de las obras de Cantú.

En 1943, mientras la guerra hacía estragos en Europa, Cantú decidió buscar un remanso de paz en San Miguel de Allende, enseñando la técnica del fresco mural. Su amigo cercano, McKinley Helm, coleccionista de arte y promotor del talento mexicano, le propuso a Cantú crear un mural para la Parroquia. El par de murales, en las paredes laterales del crucero, muestran escenas de la Última Cena y la crucifixión de Cristo. Sin embargo, cuando la obra estuvo terminada, varias damas adineradas de San Miguel se opusieron fuertemente a las imágenes representadas porque afirmaban que los modelos utilizados eran sirvientes, y lo encontraron ofensivo. El párroco, José Mercadillo, decidió rehacer los murales, (se consideraba muralista). Los cubrió con cal y arena, y luego comenzó su trabajo de «restauración», destruyendo de hecho el trabajo de un artista verdaderamente excelente. Los murales se salvaron de la destrucción total gracias a la intervención del Vaticano. Federico Cantú siempre deseó regresar y restaurar sus murales, pero otros proyectos lo mantuvieron demasiado ocupado. Este es, lamentablemente, el estado de los murales en la Parroquia hasta el día de hoy, y el nieto de Cantú, Adolfo Cantú Elizarrará, ha tratado durante años que el gobierno, estatal, municipal o federal, pague la restauración de la obra. Una anécdota interesante, contada por el nieto, es que cuando murió José Mercadillo, le pidieron a Federico, que obviamente no le tenía cariño al cura, que hiciera un comentario. “Que Dios lo tenga en su seno… a fuego lento”, dijo.

Después del incidente de San Miguel, Cantú se dedicó casi estrictamente a los murales, para edificios públicos y para viviendas particulares. Aunque considerado parte del movimiento muralista mexicano, su estilo era diferente al utilizado por otros muralistas reconocidos cuyo mensaje visual era el orgullo por la identidad cultural e histórica mexicana y favorecía el socialismo. Cantú utilizó formas de pintura y escultura más antiguas y académicas, combinando la mitología con el simbolismo moderno. Fue uno de los pocos muralistas importantes de su tiempo que pintó temas religiosos. “¿Es justo descartarme como mexicano”, preguntó, “solo porque mis pinturas no gotean mole ni sudan pulque?”.

Cantú también creó acuarelas, óleos, dibujos, tintas, grabados, monotipos y esculturas. Fue admirado por la calidad de sus dibujos, que incorporaron la gente y los paisajes de México en sus obras históricas y religiosas.

Tuvo exposiciones de sus obras en Estados Unidos, Europa y México. Sus obras se exhibieron en la Tate Gallery de Londres; en MOMA, Macy ‘s Gallery y Perls Gallery en Nueva York. Fue instructor de la prestigiosa Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado, “La Esmeralda”, en la Ciudad de México. También enseñó en la Universidad de California. Sus obras se pueden encontrar en varios lugares de México y Estados Unidos, así como en la Galería Charles Morgan de Nueva York y en el Museo de la Ciudad del Vaticano.

Luego de una carrera de más de 65 años, Federico Cantú falleció en la Ciudad de México el 29 de enero de 1989. La crítica de arte Raquel Tibol llamó a Federico Cantú “El Gran Olvidado”. Sin embargo, a lo largo de su vida, e incluso después de su muerte, el artista reunió innumerables reconocimientos. Cantú es otro artista cuya huella queda en San Miguel, aunque lamentablemente esa huella fue profanada. Vean su obra en la Parroquia, ¡sigue siendo digna a pesar del daño! Natalie Taylor: BA in English Lit and Journalism, Loyola University, Chicago, 1995. MFA in Creative Writing, Vermont College, Montpelier, VT, 1999. Published writer, editor, journalist. Spanish teacher in the US, English teacher in Buenos Aires, Argentina. Translator. www.natalietaylor.org Contact: tangonata@gmail.com